Pandemia, protocolos y libertad

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@|A menos de dos semanas de producido el cambio de gobierno, las nuevas autoridades que por mandato del soberano regirán a nuestro país en los próximos cinco años, debieron hacer frente a un inesperado desafío que puso a prueba la fortaleza de muchas estructuras y no sólo la sanitaria.

Se trata nada menos que lidiar contra los efectos de una pandemia causada por el Covid-19, declarada por la Organización Mundial de la Salud, que alcanzó una difusión global, grave por la velocidad de los contagios, su mutabilidad y con el resultado muerte, observado inicialmente en personas con enfermedades pre existentes o pacientes de riesgo.

Muchos sistemas de salud colapsaron en distintos países del primer mundo, donde los contagios y las muertes se contaron por cientos en forma diaria.
Nuestra Latinoamérica también resultó afectada y por cierto, nuestros enormes vecinos han visto, han sufrido y sufren aún los efectos de este flagelo, habiendo aumentado los niveles de pobreza.

Hoy se han incrementado los casos en nuestro país, ello preocupa y sin descuidar el sistema inmunológico de cada uno, hay que estar alertas.
Debemos respetar las indicaciones de las autoridades, sin que ello implique dar paso al imperio del miedo. Uruguay siempre ha sido un referente, entre otras cosas, por su nivel educativo; y en esta especial situación, las nuevas autoridades han adoptado decisiones que han hecho la diferencia. Y creo del caso destacarlas, porque a nuestro leal entender, no resulta menor.

Por un lado, no imponer una cuarentena obligatoria (lo que en los hechos suponía nada menos que adoptar “medidas prontas de seguridad” con limitación de derechos y garantías) y por otro, convocar a una grupo de muy valiosos científicos -que conformaron el G.A.C.H. “Grupo Asesor Científico Honorario”- que en sus respectivas áreas, han brindado y siguen brindando lo mejor de sí y de sus conocimientos, para asesorar al gobierno nacional en esta muy especial situación, en la que se juega nada menos que la salud pública y con ello, nada menos que el bienestar general de la población.

Felizmente, todo el sistema político se abroqueló en su defensa ante las recientes manifestaciones que buscaban su descrédito.

Nuestras autoridades públicas han sabido adoptar medidas que permiten un sano equilibrio. Adoptó la figura de “perillas”, para expresar gráficamente la apertura o cierre de espacios por donde transitar las distintas actividades con las mayores garantías y sin condenar económicamente a los distintos grupos que han sufrido y aún sufren las consecuencias que enfrentamos. Cada realidad departamental, incluso, es diferente y hay que atenderla. Los recursos –siempre escasos- se han debido asignar y reasignar con el mayor cuidado, para contemplar la situación de pérdida de empleos, como el cese o disminución de actividades.

La economía, en sus distintos niveles, no debe dejar de funcionar. Sin contar con ahorros que hubieran sido necesarios en estos tiempos de emergencias, sólo posibles en tiempos de bonanza, se tuvo que enfrentar con “movilizaciones” de quienes luego de quince años de gobierno con el viento a favor, dejaron un país endeudado hacia el futuro, y repartieron los ingresos públicos como si los mismos fueran inagotables (hoy insisten con brindar canastas básicas y pretenden “dar lucha” por la presunta iniquidad de los “recortes” que se proponen en el Presupuesto Quinquenal).

Los “protocolos sanitarios” que hoy son moneda corriente, pueden significar una limitación de nuestra tan cara libertad, pero sin embargo, resultan necesarios para poder seguir apostando a la responsabilidad social, que seguirá siendo un distintivo de nuestro país (en la región y en el mundo) y nos permitirá, sin lugar a dudas, superar esta pandemia con el menor costo social posible.

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