@|Transcurrido más de un año desde que se confirmara el primer caso de coronavirus todos, en mayor o menor medida, hemos atravesado o estamos atravesando duelos. Esto es “pérdidas” de distinta intensidad, y cada quien sabrá qué mecanismos habrá utilizado o está aún utilizando para enfrenarlos. Pues nunca ha sido ni es en la actualidad tarea sencilla lidiar con los duelos; y seguramente será objeto de estudio por los especialistas conocer cómo ha incidido la pandemia en nuestros comportamientos sociales, nuestras reacciones y hasta conocer cuáles serán las secuelas que marcarán nuestra estructura psíquica.
Sabido es que ya no seremos los mismos luego de haber pasado por estas experiencias, y no me refiero sólo a quienes han tenido la desgracia de perder familiares o seres queridos, como consecuencia de este virus.
Busco señalar también otras pérdidas, quizás “banales” si las comparamos con la que causa la desaparición física de una persona; como puede ser la cancelación de un viaje programado desde hacía tiempo, la prohibición de celebración de un festejo familiar largamente acariciado, ver limitados nuestros medios de vida y con ello, nuestros ingresos o tener que adaptarnos a “protocolos sanitarios” y al “distanciamiento social” que influye y cómo en nuestras libertades y calidad de vida.
Son duelos al fin, que inciden en nuestro estado de ánimo y de allí el cansancio que se manifiesta o el “afloje” que estamos necesitando.
El temor al contagio -con las cepas que han ido mutando y que han hecho retroceder a nuestras autoridades en lo que hace a la “presencialidad” en los centros educativos y en las oficinas públicas- se ha venido instalando con más fuerza-.
Ello se incrementa aún más, en cuanto se difunden las consecuencias letales de estos virus y sus variantes y es allí donde las noticias debieran ser lo suficientemente objetivas como para no infundir más temores que los necesarios, en un momento de alta sensibilidad.
Mantener incluso la “distancia social”, saludarnos con un puño o con el codo, está muy lejos de generar endorfinas saludables para nuestro sistema inmunitario.
Sabemos que el ánimo de cada quien influirá notoriamente en la forma de enfrentar la enfermedad o la posibilidad de adquirirla. Y que el miedo actúa como un gran disparador en cuanto al alerta que busca nuestro sentido de supervivencia; pero también que la imaginación sobre lo que no se conoce puede influir en gran medida sobre la enfermedad.
Frente al desasosiego del momento, debemos contribuir con responsabilidad, tranquilidad y paciencia a superar la instancia.
Se han dado todos los pasos a nivel científico y político/administrativo para que la población cuente con los mejores recursos médicos en caso de emergencias, así como contar con las dosis de las vacunas que se han venido suministrando en un sistema nacional de vacunación, que muchos países envidian.
Dependerá de nosotros y del ejercicio de nuestra libertad responsable, la superación de esta grave situación sanitaria que ha cambiado al mundo, para superar los duelos a que debimos enfrentarnos con el menor daño colateral posible.