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Por una única y unida Nación

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Arq. (J) Ignacio David Weisz | Montevideo
@|Cuando juega la Celeste muchos experimentamos esa intransferible pasión de adhesión, empatía y pertenencia. ¿Quién, en ese momento, ha recordado que es de izquierda o de derecha, de Peñarol o Nacional, blanco o negro, pobre o rico? Ese sentimiento es el que nos falta para ser lo que no somos: ¡una única y unida Nación!

¿Para qué y por qué? Para dejar de ser rezagados y subdesarrollados.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos de América produjo una serie de actividades (fundamentalmente en la cinematografía, por su divulgación masiva), que generaba un tipo especial de “estado de ánimo” en sus habitantes, la imitación al héroe y la heroína de la pantalla, un patriotismo por encima de toda individualidad. Ese nacionalismo no era una sensación gratuita, vacía, ni la creencia irracional de una superioridad o de dominio de un grupo social fuerte y virtuoso sobre otro al que se lo juzga débil, indigno o inferior. Podía describirse como una forma de especial nacionalismo, una fe en la propia excelencia y la gloria nacional, necesaria para enfrentar y superar al enemigo, cualquiera que éste fuere.

Cuando los integrantes de un determinado grupo político se ufanan de haber promovido conquistas y demonizan, descartan y menosprecian a sus oponentes alejan toda colaboración a esa u otra causa, generan un rechazo que posterga y que es muy difícil de superar. Obtienen el beneficio de algo menor y la nación pierde un logro mayor. Cuando el gobierno decidió crear un GACH (Grupo Asesor Científico Honorario) su intervención fue oportuna y exitosa por varias razones. Los ejemplos relativos a “la unión hace la fuerza” es añeja y universal. Por otra parte, insistir en solucionar las consecuencias no superan las causas y, potencialmente, las circunstancias pueden repetirse.

Generar ese peculiar sentimiento de identidad e integración no resulta fácil incluso por nuestros antecedentes. Arrastramos desde nuestra matriz características negativas, especialmente en el funcionamiento, el quehacer gubernamental. Gracias a la “Madre Patria” nuestra forma de hablar es tediosamente discursiva y la de actuar poco práctica y eficiente, generando improvisaciones y postergaciones que concluyen en malas gestiones destacadas por las exageradas teorizaciones y las meras expresiones de deseo... pero... basándonos en la “presente realidad...” desde la perspectiva que otorga el tiempo transcurrido (300 años), considerando la “calidad” de los primitivos pobladores, deberíamos conformarnos con el resultado. Pero seguimos exportando materias primas (commodities) en lugar de procesados, teniendo una base económica mayormente agraria, una economía endeudada y subordinada a los países industrializados (del Primer y Segundo Mundo).

Para superar exitosamente ese abismo que nos separa del incierto futuro debemos superar lo que nos lo impide: ¡la desunión!

Sabemos que ello compromete varios factores y rubros: culturales, educativos, políticos, sociales y económicos.

Aunque la adhesión a la Celeste parece no transitar por esos involucramientos, sugiero que un equipo multi e interdisciplinario proponga las acciones que formalicen en una acción conjunta ese sentimiento de adhesión y pertenencia a la nación.

No soy especialista en esta materia y como simple ciudadano soy partidario de proponer soluciones consensuadas y perfectibles.

Se debería comenzar con una campaña de información, capacitación y divulgación de la educación en el hogar y la complementaria instrucción en las instituciones Inicial, Primaria, Secundaria y Universitaria. Los programas de Historia y los valores nacionales deberían inculcar el sentido de pertenencia desde una edad temprana. La Bandera, el Himno y las festividades nacionales tradicionales (como la música, el arte, la gastronomía y los deportes nacionales) son importantes para crear un sentimiento de identidad compartida. Estos símbolos representan la historia y los valores de la nación y sirven como referencias comunes integradoras. Todas las experiencias colectivas, como las crisis nacionales, las celebraciones patrióticas, los eventos deportivos, pueden unir a las personas y reforzar su sentido de pertenencia a una nación.

Medios de comunicación: tanto tradicionales como las denominadas redes sociales pueden reforzar la identidad nacional al promover historias, noticias y programas que destacan la cultura, los logros y las preocupaciones de la nación.

Participación política y ciudadana: la intervención activa en la vida política y comunitaria puede fortalecer el sentimiento de pertenencia nacional. Las elecciones, los referendos y otras formas de colaboración ciudadana permiten a las personas sentirse parte del proceso democrático y del destino de su país.

Liderazgo político: los dirigentes políticos y las figuras públicas pueden influir significativamente en la construcción de la identidad nacional a través de discursos, políticas y acciones que promuevan la unidad y el orgullo nacional.

Experiencias compartidas: las prácticas colectivas, positivas y negativas, como los eventos deportivos, las crisis nacionales o las celebraciones importantes pueden unir a las personas y reforzar su sentido de pertenencia a una nación.

Diversidad e inclusión: reconocer y celebrar la diversidad dentro de una nación al mismo tiempo que se promueve la inclusión, puede ayudar a construir una identidad nacional que sea acogedora y representativa de todos los ciudadanos.

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