@|Dos juicios contradictorios no pueden ser ambos verdaderos (o, en uno de ellos hay una falsedad).
Esto dicho porque con la infeliz muerte del Dr. Larrañaga, circularon puntualmente varios audios que con infalibles contundencias, afirmaron que el ex-ministro a esa hora, se encontraba en la casa de una Dra. de 30 años, etc., etc. A posteriori circuló la "versión oficial": una doctora de 69 años, antigua correligionaria, amiga del fallecido.
El planteo se impone: ¿a qué versión le damos crédito? ¿Dejamos que el tiempo borre como un suceso intrascendente fruto de estos tiempos? O analizamos con rigor el problema cultural, impropio de una sociedad que pretende sostener valores inalienables, trampolín del progreso humano.
Apartemos los ítems de privacidad.
Preguntemos: ¿se puede inventar una novela amorosa que transita por la difamación y el artero lucro político sectorizado?
¿O fallamos por la segunda versión - la oficial - que se consagra a proteger la imagen de un "hombre fuerte", al que se le atribuyen demasiados honores fúnebres asidos de un "dañino" marketing político para algunos?
¿Es esto bueno para el "álgebra electoral" que siempre se sopesa?
¡No importa la suprema verdad! ¿Lo veraz fenece en brazos de la calumnia a la que no se la juzga?
¿Hoy las redes son autóctonas de anarquía sin que lazos jurídicos las alcancen?
¿O el gobierno tiene derechos de moldear y formar opiniones de las figuras que le interesan?
¡Nunca existirá una norma jurídica que separe la paja del trigo, lo correcto y falaz!
En lo personal, quiero y venero la verdad. Sería mucho más saludable que un binomio que siembra la duda a gusto del paladar consumidor.