Tiempo de nobleza

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@|En mis largos (más de ochenta) años de vida, he conocido políticos de todas las tendencias ideológicas que han pasado por gobiernos uruguayos pudiendo comprobar, a través de sus ideas o acciones, que son personas como nosotros, ciudadanos con mayor o menor grado de educación y cultura.

En el correr de los años, he visto cambios que, sin alcanzar a lesionar a nuestra firme democracia han ido deteriorando, paso a paso, casi imperceptiblemente, valores inapreciables en nuestra política, consecuentemente en los actores políticos, en todos los órdenes de gobierno.

Hidalguía, rectitud, buenas costumbres, ética y aptitud. Aquellos tiempos de respeto y tolerancia, de legisladores indefectiblemente asistiendo respetuosamente con traje y corbata, han sido sustituidos por el mate y el termo, la remera o las zapatillas o lo que es peor: el nepotismo, el populismo, la ineptitud y como puntillazo final: la intolerancia.

En gran parte es atribuible al advenimiento de una ideología izquierdista, pero también tienen su cuota políticos de todas las fracciones y niveles de responsabilidad… Es decir: “en todos lados se cuecen habas”.

Hoy, todo el espectro político en Uruguay tiene sobre su cabeza “una espada de Damocles” y debe afanarse en resolver esta amenaza o sucumbir ante ella y es la Reforma de la Seguridad Social. Actualmente obsoleta, con la ineludible obligación de lograr la consabida actualización, consensuadamente por todos los actores políticos y es deber moral, para todos, sin excepción.

Este gobierno, coalición de 5 partidos lo tenía en sus planes y ha trabajado en ello, creando una base técnica para su discusión política.

La oposición que hasta ahora se ha opuesto asiduamente a todo, en este momento tiene la obligación de discutir, dividiendo méritos o descréditos por igual, con el intrínseco convencimiento de que, si no colabora y no se obtiene la necesaria reforma, su factible próximo gobierno deberá afrontar este acuciante problema durante 5 años.

Es el momento de dejar a un lado los caprichos, la necedad, la intolerancia y las nimiedades. Es el momento de sentarse, mirarse a los ojos y discutir, hablando y escuchando, ofreciendo lo mejor de sí y recibiendo igual del opositor, porque hoy es uno y mañana es otro, pero el problema será siempre y de todos los uruguayos.

Es un momento de altruismo en el cual nuestra política muestre y convalide cuán alta ha llegado nuestra tan mentada democracia, demostrando al mundo que todos juntos podemos.

Se aspira fervientemente el advenimiento de un tiempo de nobleza. Hoy, como nunca, Uruguay lo precisa con imperiosa urgencia.

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