@|....merecen Memoria, Verdad y Justicia histórica, todas!!!
Suman más de setenta las víctimas de la guerrilla tupamara y otros grupos terroristas; muchas de esas muertes nunca se aclararon. Fueron asesinados antes del 73, en democracia. Algunos cayeron acribillados por balas que ni siquiera llevaban su muerte como objetivo, murieron “por accidente”, “efectos no deseados”, dirían luego frívolamente sus asesinos. Otras víctimas fueron cuidadosamente escogidas, se las sentenció a muerte y se las ajustició sin más trámite, por haber cometido el “delito” de obstaculizar o enfrentar a la “noble” causa revolucionaria.
En nombre de una “Patria para todos” decidían quien vivía y quien no, así de simple. Hasta donde llega la soberbia revolucionaria!!
Si bien Uruguay luego sufriría una cruel dictadura que causó muerte, tortura y desapariciones; antes también existieron estas otras “víctimas de la guerrilla”, víctimas “no oficiales” a las que conviene ocultar, para mantener la credibilidad de un relato mentiroso impuesto por la izquierda, desde hace décadas.
Son víctimas que han sido escondidas, que no tienen un lugar en la memoria colectiva, ni un sitio que las recuerde; que no tienen un día en el almanaque para marchar por ellas, como si tuvieran vergüenza por haber sido elegidas para morir (1), y que reclaman desde el olvido su lugar en esta triste historia reciente; sus familias no reciben una pensión a diferencia de las familias de las víctimas “oficiales”.
Los pregoneros del relato hegemónico de izquierda en connivencia con amplios sectores de la prensa y de la Academia, los ignoraron sistemáticamente porque “quemaban”. Parecería que fueran culpables de su propia muerte. Culpables por haber enfrentado una revolución mesiánica y totalitaria que en nombre de la igualdad y la justicia mataba y secuestraba; o culpables, simplemente, por haber estado en el lugar y en el momento inapropiados.
La mayoría eran gente humilde, trabajadores, empleados de clase media, o bien soldados y policías venidos muchos de ellos de quién sabe qué rincón del país buscando un modesto salario, pero hasta en eso discriminaron esos “Mesías”; para ellos hubo pobres de primera a quienes había que reivindicar y pobres de segunda a quienes había que matar.
Pascasio Báez es el símbolo más cruel y representativo de toda esa barbarie.
La teoría de los dos demonios nos resulta ociosa desde el momento que quienes participan de ese debate son aquellos a quienes les conviene perpetuar la división entre los uruguayos y no son capaces de levantar la mira. Siguen enfrascados en minimizar los delitos cometidos por el bando de su preferencia ideológica y condenar lo actuado por los otros.
La inmensa mayoría de los uruguayos estamos en el bando de quienes sin quererlo, sufrió primero la soberbia demencial de un puñado de “iluminados” guerrilleros, y luego padeció el despojo de otro puñado de “iluminados” militares que en nombre del Estado arrasó con nuestras libertades. Y sin que nosotros, el verdadero pueblo que “anda y arde en la calle”, tuviéramos arte ni parte.
Por tal razón, para nosotros todas las víctimas merecen Memoria, Verdad y Justicia histórica, todas!!
El Ministerio de Educación y Cultura o quien corresponda, debería designar un espacio público a fin de erigir un recordatorio en Memoria de las Víctimas de la guerrilla; y que el Presidente de la República, Luis Lacalle Pou, mediante ley o trámite legal correspondiente, asigne una pensión a sus familias al igual que la que reciben las familias de las demás víctimas. De esta forma, la sociedad uruguaya saldará, al menos en parte, un olvido imperdonable y una deuda que mantiene desde hace décadas para con estas víctimas y sus familias.
(1) Pilar Rahola, “Todos los muertos merecen tener un lugar en la memoria”.