Cabo Polonio
Lic. Mabel Moreno | Montevideo
@| "Vista la destrucción de casas en Punta del Diablo, más tarde o más temprano la misma va a seguir en Cabo Polonio. Como rochense e investigadora de la zona tengo la obligación moral de hacer algunas precisiones, que hubiera preferido decírselas personalmente al Sr. Intendente de Rocha, pero le he pedido dos veces audiencia y no me la ha concedido.
La zona hoy llamada Balizas (con `b` por venir su nombre de las balizas colocadas en el arroyo del mismo nombre para control del contrabando) era la estancia del rey, de Don Carlos. Al final del período colonial su presencia ya no era necesaria y por eso pierde su razón de ser.
También era de suma urgencia para la Corona Española deshacerse de los pobladores en depósito, frustrados colonizadores de la Patagonia, afincados en Maldonado y Montevideo, a la espera de que se les diera su destino final. Por eso, se buscan tierras y se los destina al valle de Rocha. Ese valle estaba ocupado por los ancestros de los hoy ocupantes nativos de Cabo Polonio, sus familias y sus allegados, los que fueron desalojados y se los compensó con las tierras de la ex estancia de Don Carlos, en calidad de propietarios. Esas familias tenían estancias modelo para la época y con muchos animales. La compensación no fue equitativa porque no son comparables las tierras del valle de Rocha con las del Balizas. Mientras los pobladores españoles se enriquecieron, los baliceros se empobrecieron en tierras vacías e incultas y la mayor parte cubiertas de arenales y pantanos.
Allí los baliceros crearon una cultura, cuentos, leyendas y juegos únicos en el país. Dominaron el medio, aprendieron los nuevos oficios que el medio les proporcionaba, en una lucha contra el hambre, los vientos, las arenas que sepultaban todo a su paso.
Detrás de las dunas anclaron los pescadores, a veces loberos, otras camaroneros, mejilloneros, o cazadores de nutrias en poblados sin agua y sin árboles. Habían aprendido los oficios del campo, después tocó aprender los del mar. Y así siguen y siguen aprendiendo, trabajando siempre. Mal vestidos, en viviendas paupérrimas, desguazando barcos, playando objetos que el mar tiraba, siempre trabajando, siempre sin tregua. Así sobrevivieron a enfermedades, terribles tormentas, muchas muertes y a la estrechez económica, sin tener a veces un caballo para sacar un enfermo.
Hoy la 7ª generación de descendientes de los primeros pobladores, se enfrenta al plan de manejo que implicará barrer con el casco histórico de Cabo Polonio.
Sr. Intendente, ¿será Ud. capaz de un segundo desalojo de quienes tanto hicieron por el país en la lucha libertaria que llevó la frontera del Balizas al arroyo Chuy? Y fundamentalmente, desalojar a quienes crearon este tipo de turismo que se practica en Cabo Polonio, sin ayuda de nadie, sin que ninguna autoridad departamental visitara la zona hasta 1990. De hacerlo así, estimo que será una doble injusticia, 200 años de por medio, y una apropiación por el Estado de una creación original que no valora, ni reconoce.
Sus pobladores nativos, portadores de un legado ancestral que comprende su cultura `balicera`, original a la fuerza, su territorio y su historia están -a la luz de los Derechos Humanos vigentes- legítimamente amparados en su derecho a la permanencia, en calidad de propietarios del territorio que ocupan desde hace siete generaciones, por su lucha sin tregua ante la adversidad.
Paradores de Punta
Alfredo Etchegaray| Montevideo
@|"En estos días se licitan varios paradores de las playas de Punta del Este y proximidades.
Con espíritu constructivo, y considerando el excelente nivel de turistas y residentes internacionales que hoy nos visitan, sugiero se considere y de prioridad a la calidad y diversidad de los servicios gastronómicos, la estética, los servicios complementarios y el período del año en que estarán abiertos, para apoyar la consolidación del turismo `Todo el año`, y no tanto a la recaudación.
En opinión de los europeos y norteamericanos que nos han descubierto como opción para sus vacaciones, tenemos que seguir apuntando hacia la máxima calidad, y hay mucho por mejorar en el servicio de los paradores y la satisfacción de los clientes. Quienes se adecuaron a las nuevas tendencias y exigencias, hoy son exitosos.
El turismo de nivel quiere buenas cartas de vino, ambientación y estética cálida y sin plástico, diversidad de pescados frescos (no sólo brótola), cangrejo, etc., y buena música sin avisos. Mejor si abren todo el año. En el futuro, también proyectar espejos de aguas cristalinas y climatizadas, aptas hasta para escuelas náuticas, paralelas al mar, autofinanciados por las concesiones gastronómicas, para prolongar las temporadas".
El insuceso haitiano
Cnel. Carlos A. Silva Valiente | Presidente de la Cooperativa de Ahorro y Crédito de los Oficiales de la FF.AA. Cnel. Jorge M. Puente | Presidente del Centro de Oficiales Retirados de las FF.AA.
@| "El insuceso de Haití no puede evaluarse sino inscribiéndolo en un contexto más amplio y trascendente que el que asoma en la prensa, pero los días pasan y las autoridades oficiales, constitucionalmente responsables de ilustrar al pueblo para que ejerza su soberanía debida y verazmente informado, sin error ni engaño, siguen manejando el asunto en planos cuidadosamente acotados, no distantes de una crónica roja de morbosas aristas. En la atmósfera controlada de la desinformación oficial, la publicidad dada a los hechos sería, simplemente, una supuesta lógica reacción ante un presunto ilícito transnacional perpetrado por militares y por tanto de merecida notoriedad periodística.
Que los hechos puedan haber sido desfigurados, alterados en su naturaleza o gravedad por una publicidad apresurada o tendenciosa, no ha llamado a una responsable prudencia a los "formadores de la opinión pública" ni tampoco ha inducido a las autoridades políticas a prorrumpir en cáusticas reprimendas y amenazas a la prensa, como las que se permiten descargar cuando los periodistas dictan "fallos" condenatorios anticipándose a la Justicia y, esa poco grata publicidad recae sobre dignatarios oficialistas que parecen haber confundido el "meum" con el "tuum".
La buena fe y el equilibrio que deberían ser regla y no excepción, en los autodesignados moldeadores de la opinión, debieron haber obligado moralmente a estos a destacar: 1) Que los presuntos infractores fueron procesados exclusivamente por delitos militares y de carácter leve; delitos que la ley sólo prevé para el personal castrense y no para el resto de la población, por la mayor severidad con que la nación fiscaliza la conducta del militar, de quien espera una especial impecabilidad dados los altos valores que custodia y la obligación de honrar con su conducta gloriosas tradiciones que ha asumido voluntariamente al abrazar su profesión; 2) Que los sospechosos no han sido procesados por el fuero civil, ni, que se sepa, se ha iniciado siquiera un presumario civil; y 3) que en las versiones sobre lo sucedido abundan contradicciones e incoherencias que deberían llamar a una honesta expectativa, para no causar daños irreparables a personas e instituciones ni sembrar una irresponsable alarma pública.
Una expresión inequívoca de la falta absoluta de buena fe con que se está manipulando el asunto, es la indignada repulsa con que se ha recibido el que los protagonistas no sean indagados y juzgados en Haití, por ser éste el Estado en que habrían cometido sus ilícitos. Reacción que proviene exactamente de los mismos individuos y vertientes ideológicas que celebraron triunfalmente la extradición a Chile de otros militares uruguayos, a quienes se sustrajo a la autoridad de sus jueces naturales, para que fueran juzgados "bis in idem", en una asombrosa colección de violaciones de milenarias garantías del derecho de las naciones civilizadas. Nada menos que una guerra mundial se inició por idéntico caso, pero la autoridad política circunstancial del Uruguay no defendió la soberanía nacional como la pequeña Serbia, que reivindicó su soberanía jurisdiccional ante los austrohúngaros, actitud que en el caso Uruguay-Chile no habría requerido, de nuestros gobernantes, más que aferrarse a claras normas legales sin temor de cruentas represalias.
Y es el tema de esa buena fe ausente en el caso Haití, el que nos lleva como de la mano a buscar la causa última de la publicidad paroxística dada a un ilícito administrativo y/o militar, envuelto en patéticas contradicciones y opiniones discordes e indicios contrapuestos tanto de gravedad como de banalidad de los hechos.
Racionalmente burdo sería no enlazar estos hechos con la gran ofensiva gramsciana-marcusiana contra las Fuerzas Armadas y por ende contra las soberanías nacionales que estorban al programa del "Mundo Uno". Culpabilidades "probadas" mediante "autopsia psicológica"; diatribas intimidatorias contra agentes judiciales políticamente incorrectos; consignas de "juicio y castigo" en que el nexo causal no admite la lógica alternativa de "juicio y absolución"; indefensión presupuestaria de las instituciones armadas y pauperización de sus integrantes y un largo etcétera, del que no ha de omitirse la legislación antifamilista propugnada desde el poder como gran "solución" a la situación de cautiverio económico y frustración nacional que vive el Uruguay.
Admítase, siquiera, que como decía Isaac Newton "todo sucede como si…" Como si a través de una concatenación de planes, medidas y actitudes superficialmente independientes, se persiguiera el objetivo de privar a nuestra Nación de la institución cronológicamente preconstitucional inherente a su existencia e integridad de ser. En la cual las humanas imperfecciones se presuponen y han de reprimirse, pero salvada la sana y patriótica intención de quien las denuncie. Y no, como en el escenario que hoy vive Uruguay, como ariete de un designio político no sólo avieso, sino que hace "doctrina" de la utilización de todas las formas de lucha, jactándose de su menosprecio de la verdad. No yerran; mienten e inscriben la mentira en el catálogo de sus preceptos. Porque la gran enseñanza del padre común de los enemigos de todas las patrias es, literalmente, que "no se trata de conocer el mundo, sino de "cambiarlo". La verdad, los hechos, en semejante mentalidad, pueden hasta estorbar los objetivos reales: la revolución. Y también que "la destrucción de los mecanismos de represión -las FF.AA., la Policía, los organismos de inteligencia- es la condición indispensable de toda revolución auténticamente popular".
Apliquen los historiadores e investigadores estas observaciones de palpitante actualidad a la realidad de nuestro país, aprovechando, en especial, los reveladores detalles del manejo del caso haitiano. Hoy, como nunca antes, es imperioso Pensar la Patria.