@|Hace unos años, como 60 o un poco más, no importa la precisión, el país entró a mirar hacia afuera. Terminada la guerra de Corea ya nadie precisaba alimentos o ropas de abrigo para la pelea. Corned beef y lana no eran ya exportaciones rentables y una montaña de bienes que se producían en serie afuera y venían en pago por lo que enviábamos comenzaron a producirse aquí.
Lo que se conoció por sustitución de importaciones se transformó en trabajo para muchos.
En la época ya de los consejos de salarios y las cajas de jubilaciones y de asignaciones familiares pasamos de superávit fiscal a un leve déficit que nos fue llevando al contralor de importaciones y exportaciones con dólares de distinto valor según de qué se tratara.
Fue en esa época cuando la pensión de mi padre se volvió flaca y este servidor se dio cuenta que las finanzas de casa precisaban refuerzos. Tuve la fortuna de conseguir trabajo en vacaciones y poder pagar así mis estudios de inglés y estirar los fondos menguados.
Este relato no tiene más sentido que ver cómo el país fue siendo cada vez más encerrado en sí mismo.
Nos encerramos y mentimos al hacerlo. La consecuencia fue inflación creciente, aumento del déficit y así como salí a buscar recursos también lo fue haciendo el país. Eso sí, de cambiar, de abrirnos a un mundo diferente nada. Hubo gente que lo pensó. Nació una CIDE con gente que intentó abrir las cabezas y ver cómo podíamos cambiar actitudes y producir mejor lo que el mundo precisaba e intentar asociaciones que favorecieran colocar esa producción en el exterior.
En paralelo también nacen el MLN y otros grupos menores que predican una revolución tan desnorteada como ajena a la historia y a la realidad del momento. Consecuencia. Lucha desigual que en principio parece aventura romántica juvenil, incluso con la marca Wolkswagen como auspiciante inesperado, pero que luego de una fuga hasta hoy extraña termina en doce años de dictadura para todos.
Parece que otra vez nos estamos encontrando en una encrucijada. Pero en ésta las posibilidades y condiciones para cambiar se presentan como posibles e incluso ventajosas. Lo que tenemos por delante es enfrentar la realidad tal como es. Sin fantasmas ni agoreros. Tal vez saliendo a trabajar en vacaciones y guardando en los armarios los folletines de presagios.
Aquella fantasía de lucha debe dejar paso al espíritu creativo.
No sigamos en las cavernas pintando animales. Si nos animamos a salir de ellas encontraremos otro sol y otra oportunidad de ser nosotros creadores de un país que recibe a hijos y amigos con los brazos abiertos. Claro que dejamos algo atrás. Pero si nos negamos, serán muchas más las cosas que perderemos. No tenemos que mirar demasiado lejos para ver lo que 70 años a los tumbos dejan como herencia.