Nicolás Etcheverry Estrázulas | Montevideo
@|Hace poco regresé de París, donde se celebró el centenario de la Academia Internacional de Derecho Comparado. Tuvo lugar en La Sorbonne y asistieron más de 200 juristas del mundo entero. Entre ellos se encontraba un profesor ucraniano, cuyo nombre prefiero no mencionar por obvias razones de preservación de privacidad. Por supuesto, el tema principal de nuestra charla fue la guerra en su país y cómo la estaban viviendo. Con su permiso expreso, aquí van algunos comentarios sobre lo que vienen padeciendo:
1- Según él, la guerra no comenzó en estos últimos tiempos (ya casi tres años) sino hace décadas. Pues el perfil y enfoque imperialista de Rusia es tan antiguo como su historia. La tendencia a despreciar, anexar o invadir territorios, regiones o países que no sintonicen con Rusia - que recordemos, por un tiempo fue la famosa llamada Unión Soviética - viene de muy lejos. El recordatorio me pareció adecuado.
2- Hasta hace unos meses mi interlocutor siguió dando clases en Kiev. Pasó a ser cotidiano, casi normal, ver por las ventanas del salón los destellos de los misiles que pasaban cerca y el estruendo que provocaban al explotar y destruir el objetivo señalado. Esto pasaba a pocos kilómetros de su Universidad; y las posibilidades de que en cualquier momento le tocara a él y sus alumnos eran muy reales. Pero como sucede siempre, se fueron acostumbrando. Ir a clase y hablar de temas jurídicos, históricos o sociológicos mientras caen misiles a corta distancia pasó a ser algo trivial. En los cortes entre clase y clase varios salían a un patio abierto a fumar y mientras lo hacían, veían pasar misiles por encima de sus cabezas, con resignado acostumbramiento. Solo rezaban y esperaban que no cayeran en ese lugar.
3- Pero en algún otro sitio caían. Y el daño y destrucción que causaban era aterrador. Sin embargo, pronto se organizaron grupos de civiles que iban al sitio o edificio destruido, muchas veces con muertos o heridos incluidos, y con una eficacia y eficiencia sobrehumana, admirablemente limpiaban todo, despejaban los escombros y por encima del desastre ponían flores y plantas. Millares de flores y plantas que cubrían el horror, la muerte y la destrucción de esta invasión injusta e inmerecida.
4- Llegó un momento en que la defensa militar ucraniana pasó a ser insuficiente. Entonces comenzó la etapa del reclutamiento civil voluntario. A toda persona que se presentara en lugares clave y diera muestras de tener buen estado físico y psicológico, se le dio un rifle automático luego de darle instrucciones básicas de cómo usarlo. No me aclaró mi relator si esto incluía a las mujeres, pero no me sorprendería en absoluto que fuera así.
5- Para mi relator, y también para un académico procedente de Kazajistán que se sumó a nuestra conversación, es indiferente que en un futuro cercano Putin desaparezca de escena y sea reemplazado por otro como él o por una Junta Militar. La actitud y el afán imperio-expansionista de Rusia no se modificará ni un mínimo. Está en su naturaleza, en sus venas, en su historia.
Nunca nuestro pueblo sufrió una confrontación de este tipo. Una cosa es verlo en las noticias o en el cine. Otra es que te lo cuenten y expliquen cara a cara y que veas el rostro del dolor, la muerte y la devastación por quien la vivió en directo. Es un deber de justicia pedir por Ucrania y por tantos otros pueblos que padecen hoy guerras. Y de paso tenerlas muy en cuenta, para pedir que otros como el nuestro no tengan que sufrirlas nunca.
Pero hay que añadir algo: si alguna vez nos atacan o nos invaden, que los ucranianos nos sirvan de ejemplo para defendernos como ellos; si fuera necesario, hasta con perros cimarrones.