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Un Solo Uruguay

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Roberto Alfonso Azcona | Montevideo
@|Entre la pérdida de rumbo y la realidad del campo.

El movimiento Un Solo Uruguay nació como una legítima expresión de las preocupaciones del sector agropecuario, un pilar fundamental de nuestra economía y cultura nacional. Sin embargo, en los últimos años, este colectivo parece haber perdido su brújula, alejándose de su esencia inicial para convertirse en un espacio dominado por la crítica fácil, la ideología anti sistema y la falta de propuestas viables.

La elección de Piriápolis como sede para su reciente reunión, un balneario turístico en temporada alta, simboliza esta desconexión. ¿Dónde está el arraigo con el campo que dicen defender? ¿Por qué no reunir a los productores en un lugar que realmente represente las raíces agropecuarias del país? Este gesto transmite un mensaje ambiguo y pone en duda su compromiso con las bases que originalmente los respaldaron.

Además, el movimiento ha caído en una dinámica donde las soluciones que proponen parecen sacadas de un manual de utopías, sin sustento técnico ni una comprensión integral de las complejidades del sector. Criticar es sencillo; construir soluciones reales y sostenibles es el verdadero desafío que, hasta ahora, no han logrado enfrentar.

El diagnóstico del campo nos habla de una crisis que necesita soluciones reales. El agro enfrenta problemas estructurales que no se resuelven con discursos vacíos:

- Carga tributaria excesiva: el sector productivo sufre bajo un sistema impositivo que desincentiva la inversión y la innovación.

- Infraestructura insuficiente: los caminos rurales, el acceso al agua y la conectividad digital están lejos de las necesidades de los productores.

- Competitividad internacional: Uruguay compite con países que ofrecen subsidios y políticas de apoyo más efectivas para sus productores.

- Falta de diversificación: la dependencia de pocos mercados y productos expone al país a riesgos constantes en los precios internacionales.

- Atraso cambiario: la distorsión en el tipo de cambio castiga al sector exportador, reduciendo la rentabilidad de quienes compiten en mercados globales mientras sus costos siguen ajustados al dólar.

Sin embargo, el camino no pasa por el rechazo al sistema, sino por su transformación. Se necesitan políticas que impulsen la productividad y la equidad. Uruguay puede y debe ser un referente agroindustrial en el mundo, pero para ello hay que mirar al futuro, con soluciones modernas, alianzas estratégicas y una visión de país.

Como alternativa para el agro y el país, en este contexto, propongo un enfoque distinto:

-Reducción de la carga tributaria para productores pequeños y medianos.

-Inversión en infraestructura rural que potencie las capacidades productivas del campo.

-Apertura de nuevos mercados internacionales con acuerdos comerciales estratégicos.

-Educación y capacitación técnica para diversificar y modernizar el sector.

-Política cambiaria responsable que elimine las distorsiones y devuelva la competitividad al sector exportador.

El campo uruguayo necesita representación seria y comprometida, no un club ideológico que utiliza su bandera como excusa para sembrar desconcierto. Es hora de devolverle al agro la fuerza, el respeto y el protagonismo que merece en la construcción de un Uruguay próspero y sostenible.

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