@|Una breve historia:
En 1989, en el gobierno de Luis A. Lacalle, se crea la Ley de Forestación, con la intención de dar mayor productividad a las tierras más pobres; implantando bosques de pinos y eucaliptos para la explotación de madera con destino a la exportación, industrializada en tablas, rolos o chipeada. El plan funcionó con el otorgamiento de incentivos impositivos que suplieran riesgos y rendimientos económicos demorados, por la inversión a largo plazo.
Los bosques crecieron, se multiplicaron y así, por esta inversión uruguaya, es que aparecieron los finlandeses. Productores de celulosa, vieron un negocio con una plantación firme y suficiente, como para abastecer una fábrica. Y comienza UPM 1 con buenos resultados, a pesar de la tensión con Argentina. Con los años, se instala en Conchillas Montes del Plata, que trabaja normalmente, sin crear dificultades.
Con el éxito de UPM 1, los finlandeses plantean una nueva inversión, pero con un sistema contractual diferente.
Invertiremos dos mil millones de dólares, la mayor inversión extranjera, con exigencias de: mejores y nuevas carreteras, construcción de vías ferroviarias hasta el Puerto de Montevideo, construcción de un nuevo puerto, muelles de embarque, depósitos y expropiaciones por el trazado de las vías férreas, etc. Y todo por cuenta del país que proporciona la materia prima. Dejo la duda con la compra de los ferrocarriles y vagones.
Desconocemos el contrato, pero sí la inversión. Es algo muy raro. No sé si existe en economía, a no ser por la beneficencia, una especie de socio que invierte participando con mucho capital en el negocio, que una vez pagado a los productores, sólo beneficia a los finlandeses.
No hablamos de pesitos; lo que invierte Uruguay, nos informaron, es más de mil millones de dólares. Me pregunto por qué (y quién nos obliga) estamos tan desesperados por colocar una materia prima que tanto nos costó producirla, por la cual ya habíamos pagado incentivos en su plantación y cuya finalidad era la exportación. Los compradores del exterior existen y a la prueba está: los camiones con rolos, chips o tablas, que descargan en el Puerto y enviamos al exterior, sobre todo a China.
Creo que es hora de conocer ese contrato en su totalidad, que nos obliga en el presente y aún puede comprometer nuestro futuro y el de las nuevas generaciones. El pensamiento artiguista dice: “No venderemos el rico patrimonio al bajo precio de la necesidad”.
Esperamos, como ciudadanos responsables, una explicación fundamentada, que merecemos.