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Uruguay: ¿rendición o narcoestado?

Roberto Alfonso Azcona | Montevideo
@|El futuro Ministro del Interior de Uruguay, Carlos Negro, aún no ha asumido su cargo y ya ha generado un terremoto político con sus declaraciones sobre el narcotráfico.

“La lucha contra el narcotráfico está perdida”, afirmó en una entrevista reciente, dejando en claro su postura de rendición ante el crimen organizado. Más grave aún, en su cuenta de la red social X, sentenció: “La fantasía de derrotar al narcotráfico ha fracasado con total éxito, acá y en todas partes del mundo”. Estas palabras no solo suponen un reconocimiento de la incapacidad del Estado, sino que sugieren una peligrosa normalización del narcotráfico en la vida nacional.

Detrás de esta alarmante postura se encuentra el verdadero rostro del gobierno de Yamandú Orsi, sostenido por el Movimiento de Participación Popular (MPP), los comunistas y los resabios tupamaros. Estos grupos han demostrado una y otra vez su inclinación por la permisividad con el crimen, privilegiando sus propios intereses políticos sobre la seguridad y el bienestar de los ciudadanos. En lugar de enfrentar con firmeza el avance del narcotráfico, han adoptado una actitud de complicidad o, en el mejor de los casos, de negligencia intencional.

Éste no es un problema menor ni un simple cambio de estrategia. Es una declaración de derrota que abre las puertas a una posible convivencia entre el gobierno y los cárteles. Cuando un Ministro del Interior abandona la lucha antes de iniciarla, el mensaje para la sociedad es devastador: los ciudadanos quedan a merced del crimen, las fuerzas de seguridad pierden su razón de ser y la corrupción se instala en las estructuras de poder como un cáncer imposible de erradicar. Mientras tanto, Orsi y sus aliados comunistas y tupamaros observan en silencio, sin asumir la responsabilidad de proteger a la ciudadanía.

El narcotráfico no es un fenómeno inevitable ni una fuerza imbatible. Es un enemigo que se combate con decisión, con instituciones fuertes y con un liderazgo que no titubea. Si Carlos Negro y el gobierno de turno creen que la mejor opción es capitular y encontrar una forma de convivencia con el crimen organizado, entonces Uruguay no se dirige hacia la paz, sino hacia la consolidación de un narcoestado, una situación que beneficia a aquellos que desean perpetuarse en el poder a costa de la seguridad de todos.

Frente a esta realidad, la ciudadanía no puede permanecer indiferente. Es momento de exigir respuestas, de reclamar firmeza y de rechazar cualquier intento de rendición disfrazado de pragmatismo. Uruguay merece un futuro sin mafias gobernando en las sombras, sin ministros que bajen los brazos y sin políticos que pretendan vender la derrota como estrategia. La única opción posible es la lucha frontal contra el narcotráfico y la recuperación del país para los ciudadanos honestos.

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