Balotaje y partidos menores

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Editorial

La principal consecuencia del balotaje para nuestro sistema político ha sido en los últimos comicios la polarización entre dos grandes actores partidarios: el Frente Amplio por un lado y el Partido Nacional por el otro.

La reforma constitucional que cambió el régimen electoral ya lleva más de 20 años. Pero sus consecuencias más sustanciales no siempre terminan de ser bien comprendidas por algunos principales dirigentes políticos.

En efecto, la Constitución de 1997 introdujo el balotaje presidencial entre los dos candidatos más votados, siempre que no hubiera uno que recibiera en la primera vuelta la mayoría absoluta de votos, como ocurrió una sola vez desde ese entonces, en 2004. Pero también fijó que en esa primera vuelta electoral de octubre se definiera la composición del Parlamento, y por tanto que allí se establecieran las bases de apoyos políticos con los que contarían por cinco años tanto el gobierno como la oposición.

La principal consecuencia del balotaje para nuestro sistema político ha sido la polarización entre dos grandes actores partidarios: el Frente Amplio por un lado y el Partido Nacional por el otro. Por razones históricas, sociales, geográficas, generacionales y hasta de discursos y sentimientos partidarios, lo que se ha repetido desde 2004 parece muy difícil que pueda cambiarse en el corto plazo. Es decir: todo indica que esa polarización seguirá existiendo mientras perduren estas reglas electorales.

El problema para los otros partidos es por tanto existencial: cómo evitar ser diluidos en esta clara polarización que se sustenta, además, en fuertes diferencias conceptuales, ideológicas y políticas entre la izquierda y los blancos. Para tener apoyos electorales que se traduzcan en una fuerte bancada parlamentaria, precisan diferenciarse tanto de blancos como de frenteamplistas.

Pero, al mismo tiempo, este escenario de reglas electorales que prevé un balotaje presidencial los fuerza, en una segunda instancia, a una decisión en favor de uno de los dos candidatos que compiten en esa instancia. Todo el arte político de los partidos menores está en manejar la diferenciación con blancos y frenteamplistas, pero sin llegar a la ruptura total con respecto a uno de los polos que luego disputará el balotaje, de forma de no parecer realmente incoherente cuando en esa instancia de elección solamente presidencial, se decida acompañar al candidato de ese polo.

Se podrá decir que hasta ahora los partidos menores han logrado este objetivo, ya que hoy son más numerosos y tienen más representación en el Parlamento que en 2005. Sin embargo, ese aparente éxito se sustenta en una coyuntura electoral que todo el mundo entiende será muy difícil que se repita en 2019: en efecto, desde el inicio de la era progresista en 2004, el Frente Amplio ha contado siempre con mayorías propias en ambas Cámaras.

Si el pueblo vota en 2019 de forma de que nadie tenga mayorías parlamentarias propias, entonces se harán necesarios acuerdos interpartidarios para alcanzar cierta gobernabilidad. En este escenario, si quieren conservar un mínimo de coherencia política, los dirigentes de los partidos de menor porte electoral deben ser cautelosos y medidos en la crítica. Sus actitudes estarán bajo la lupa de la ciudadanía que, con total razón, sabe que existe una polarización inevitable.

Todo esto es bien sabido por los dirigentes colorados de mayor peso. El concepto de familia ideológica del ex presidente Sanguinetti va en este sentido y, sin negar diferencias con el Partido Nacional, pretende dar a entender lo que ya es evidente: que en una instancia de balotaje, el Partido Colorado votará masivamente al candidato blanco antes que al frenteamplista. Ahora, ¿qué ocurre con los dirigentes de los otros partidos menores?

El grupo socialdemócrata que quiere conformar el senador del Partido Independiente (PI) Pablo Mieres tiene allí un desafío mayor. En última instancia la pregunta clave aún está sin responderse: en el decisivo balotaje, ¿se negociará el apoyo al proyecto político plural de base blanca, o acompañarán el continuismo frenteamplista? El PI precisa de un sinceramiento que implica, entre otras cosas, que no siga afirmando algo en lo que, francamente, nadie cree: que con su proyecto socialdemócrata ampliado procura alcanzar él mismo el balotaje. Por cierto: la misma pregunta cabe al Partido de la Gente, y quizá también a la izquierda más radical de Asamblea Popular.

Si quieren ser creíbles, los partidos menores tendrán que sincerar su apoyo de segunda vuelta antes de octubre de 2019, de forma de que la ciudadanía tenga claro cuáles son las opciones reales de gobierno futuro. Negar o relativizar la polarización que impone la lógica del balotaje presidencial es una tontería.

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