La batalla cultural

Compartir esta noticia

Pese a la ola de indignación de algunos votantes, lo que suelen decir algunos referentes luego de criticar al FA es que no ven alternativas políticas que los estimulen a cambiar su voto. Esto muestra una notoria ignorancia sobre lo que significa un sistema democrático sano.

Según las últimas encuestas, hay alrededor de un 30% de quienes votaron al Frente Amplio en la última elección que hoy preferirían votar en blanco. Es notorio el desencanto de muchos con los últimos gobiernos. Pero en estos días han salido varias voces significativas de la cultura a mostrar su desencanto.

Uno de los más contundentes ha sido el publicista y escritor Atilio Pérez da Cunha, más conocido como Macunaíma, quien en una entrevista con el periodista Gerardo Tagliaferro, esbozó conceptos interesantes. Por ejemplo, tuvo palabras muy duras para el gobierno venezolano y el apoyo irrestricto que el Frente Amplio ha expresado a su gestión. "Desde la izquierda soy crítico con Maduro, absolutamente crítico. En Venezuela hay 49 muertos, presos políticos, crisis, no hay paz, hay una atmósfera de violencia cada vez más profunda". Vale señalar que luego de esta entrevista, el plenario del Frente Amplio votó unánimemente un respaldo absoluto a la gestión de Maduro.

Pero las críticas del publicista, que se reconoce votante del FA y exafiliado al Partido Comunista, se centran en las políticas culturales de su gobierno.

Para empezar aplica un duro golpe al exdirector de Cultura de la IMM, Mauricio Rosencof, con quien compartió un programa en el canal TV Ciudad, y a quien acusa de ser un megalómano, "un hombre de una extrema vanidad, que usó la administración de cultura para su propia promoción". Y agregó: "más que trabajar, lo padecí. En realidad me contrataron como co-director del programa. En los créditos parecía que era así, ganábamos lo mismo... pero en realidad lo que él quería era un empleado, un secretario que le hiciera los mandados".

También criticó, sin nombrarlo, al ex- ministro Pintado, al señalar que "cuando llega un nuevo ministro a su sede y ve que hay un baño tapiado porque al anterior ministro le parecía absurdo tener un baño solo para él, y dice que ahí necesita un jacuzzi... es de una frivolidad berreta que hace repensar muchas cosas".

Da Cunha se dice alarmado por la situación de la educación, y el nivel de los alumnos que recibe en la facultad. Y concluye que "entre bambalinas el conjunto del pensamiento artístico mira con mucha aprehensión a esta administración".

Pero esta misma semana, otra figura del estamento cultural hizo declaraciones en la misma línea. Se trata del publicista y cantante del grupo de rock Trotsky Vengarán, Guillermo Peluffo, quien se quejó en una nota con el programa Adelantate de Radio Cero, del apoyo clientelar que recibe el Carnaval de parte del Estado, en desmedro de otras formas musicales y culturales. "Se ha volcado mucho esfuerzo, tiempo y dinero, y se lo defiende como una expresión cultural, pero se fue transformando en mantenerle el boliche abierto a mucha gente". El músico dijo que si bien reconoce que hay mucho profesionalismo y gente involucrada en el Carnaval, "hay expresiones que no son ni populares, ni exquisitas ni elaboradas. La tienen segura sin sufrir los avatares de artistas de otros géneros".

Todo esto se suma a otras expresiones, tal vez menos explícitas, de molestia con la manera en que el Estado privilegia a determinados artistas "compañeros" y estilos que van en línea con su imaginario colectivo, en brutal desmedro de otros. Cosa que no pasa solo en Uruguay. Por ejemplo, recientemente en Brasil quien se quejó de esto fue nada menos que el inmenso artista Ney Matogrosso, quien reclamó de que pese a que sus posturas radicales eran más en línea con "la izquierda", desde allí se lo ninguneó por no ser parte de los bloques comprometidos, como el de "la gente de Bahía", en clara referencia a Caetano Veloso o Gilberto Gil. Incluso se animó a sostener que la caída de Dilma Rousseff fue un proceso institucional legítimo.

Todo muy lindo, pero pese a esta ola de indignación, lo que suelen decir estos referentes en forma inmediata a sus críticas es que no ven alternativas políticas que los estimulen a cambiar su voto. Esto es muy peligroso, y muestra una notoria ignorancia sobre lo que significa un sistema democrático sano.

En una democracia, si usted vota a un partido y ese partido no hace lo que le prometió, usted no lo vota de nuevo. Ese castigo es el que hace que sus dirigentes se replanteen su actuación, y para la próxima oportunidad tengan que ser más consecuentes con lo que dicen. Si a usted le mienten una, dos, tres veces, y los sigue apoyando, ¿qué estímulo tienen esos dirigentes para recapacitar sobre su accionar? ¿Y si usted los sigue apoyando igual? Los apoyos deben ser siempre críticos, siempre temporales y condicionales. De lo contrario no estamos hablando de política. Estamos hablando de religión.

EDITORIAL

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar