Bufón con megáfono

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En estos días, el candidato Gustavo Salle ha ganado cierta notoriedad por una situación inusual -aunque bien a tono con su comportamiento frecuente- que protagonizó en el programa Esta boca es mía de canal 12. El panelista Alfredo García, director del semanario Voces, lo calificó en forma casi directa de “bufón con megáfono”, lo que derivó en un intercambio de insultos entre ambos que no pudo acallar la conductora Victoria Rodríguez, ni siquiera plantándose en medio de ellos. En una salida ingeniosa para el agresivo conflicto, Victoria dijo a cámara que “por lo visto para este señor las mujeres somos invisibles” y mandó al corte. Cuando volvieron al aire, Salle ya no estaba en el estudio y la conductora se hizo cargo de la decisión de haber dado fin abrupto a la entrevista.

El episodio es uno más en un largo rosario de apariciones de Salle que, más que políticamente incorrectas, ya pueden calificarse de francamente irrespetuosas. No hay acto oficial al que concurra el presidente donde no aparezca el extravagante candidato profiriendo insultos del peor calibre. Durante la pandemia, en un evento en el Sodre, el hombre del megáfono y sus huestes antivacunas gritaron a una alta autoridad del equipo económico “judío de mierda” y a otro jerarca de la cultura, “puto”. Es un estilo al que los uruguayos no estábamos acostumbrados; tal vez la peor disonancia que recordábamos fue cuando el comunista Juan Castillo expresó a principios de este siglo en un acto “Batlle, chupate esta mandarina”, que fue una travesura infantil en comparación con lo que Salle profiere un día sí y otro también.

¿Cómo se da este fenómeno que, lejos de quedar relegado al anecdotario risueño de un nuevo Tortorelli, está marcando en las encuestas con posibilidad de llegar al Parlamento? Suponemos que se inscribe en el proceso de desinformación que se vive a nivel global, justo ahora que hay más fuentes de acceso a la misma que nunca, haciendo por ello que la opinión pública pierda la capacidad de discernir entre lo verdadero y lo delirante.

Son épocas de terraplanismo: la conspiranoia de una “cleptocorporatocracia” aliada al narcotráfico que estaría manejando a todos los partidos uruguayos (menos al suyo), parece prender en porciones pequeñas y ruidosas de la ciudadanía, pero de volumen suficiente como para obtener representación legislativa.

En el colmo del delirio, Salle está aprovechando el penoso evento televisivo para difundir una trama insólita: ha publicado en redes un video donde intenta demostrar que su inconducta en Esta boca es mía fue una emboscada urdida a medias entre el Partido Comunista y canal 12 (sic) con el fin de perjudicarlo. Como elemento probatorio muestra una pared donde una pegatina de la lista 1001 va acompañada de un grafiti que lo acusa de bufón con megáfono. Todo es muy tirado de los pelos porque Salle, al igual que ese sector de la izquierda, apoya el Sí del nefasto plebiscito del Pit-Cnt. Sin embargo, argumenta que “el Partido Comunista está obrando para consolidar a las AFAP. ¿Cómo lo hace? Precisamente promoviendo un plebiscito, saboteando el plebiscito, perdiendo en las urnas y entonces consolidando, petrificando el modelo de las AFAP” (sic).

Lo único que queda claro de semejante trabalenguas es que Salle está buscando los votos de radicales de izquierda desencantados, con lo que su probable éxito será una ma- la noticia tanto para esa ala del FA, como para la gente de Unidad Popular.

Y más interesante todavía es señalar el discurso profamilia y antiideología de género que Salle también proclama, buscando con él la adhesión de radicales de derecha que adhieren a esos mismos con-ceptos.

Lo que un anarquista libertario como Milei logró en Argentina, apoyado en una derecha extrema que tiene poco de liberal y mucho de fanática, lo está intentando replicar este uruguayo con megáfono siempre exaltado y pasado de rosca, que a semejanza de aquel sataniza a la “casta política”, pero, a su diferencia, apela por igual a ambos extremos del espectro.

El resultado de su campaña será indicativo del nivel de descrédito de los uruguayos en el sistema político y de su permeabilidad a las teorías conspirativas: la respuesta unánime a la vacunación contra el Covid 19 en los últimos años demuestra que la gente se puede dejar manijear pero no come vidrio. Sin embargo, los algoritmos idiotizantes y empobrecedores de las redes sociales tal vez empiecen a hacer de las suyas, dando alas a esta novedosa expresión de barbarie.

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