Cómo hacer todo mal

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Este podría ser el título del manual básico que están aplicando los comandos políticos de los partidos que integran la Coalición Republicana, de cara al próximo cambio de gobierno.

El espectáculo no puede ser más decepcionante. Dirigentes del Partido Nacional se pasean por los programas periodísticos echándose culpas por la derrota; un enfrentamiento entre sectores colorados se ventila con una impudicia impropia de esa colectividad política, y Cabildo Abierto acusa a los socios de la coalición de haberlo dañado exprofeso. En lugar de coordinar una autocrítica a puertas cerradas, que se transformara en plataforma de lanzamiento de un proyecto opositor común, todos se distraen señalando a viva voz la paja en el ojo ajeno y soslayando la viga en el propio.

El periodismo se hace una fiesta con semejantes desavenencias. Ya ni siquiera influye el hecho de que sean comunicadores militantes: está claro que las guerras intestinas son de interés público, generan clics y atraen consumidores de noticias.

Es curioso que toda esta parafernalia autodestructiva se produzca en el mismo momento en que el gobierno electo devela su propia fractura ideológica. Oddone desmiente a Orsi, quien enseguida desmiente a Oddone. Orsi desmiente a Cosse, quien enseguida desmiente a Orsi. Ese todos contra todos entre el equipo que tendrá la pesada responsabilidad de conducir al país durante los próximos cinco años, es bastante más grave que las inocuas embestidas de blancos y colorados entre sí, o de cabildantes contra los demás. Lo triste es que con ellas han logrado ocultar las graves disonancias del futuro oficialismo.

Da la sensación de que los coalicionistas hemos perdido tanto el recato como el pensamiento estratégico. Los diputados electos de Cabildo se apuraron en manifestar su simpatía por el nuevo gobierno. Bordaberry menospreció públicamente a los compañeros de partido que mantuvieron la militancia que él había abandonado siete años atrás, y recibió de Raúl Batlle una respuesta de agresividad poco habitual. En el nacionalismo, Da Silva y Olivera prolongaron su disputa mediática inconducente. Los cabildantes no están actuando de forma diferente a la que ejercieron durante este gobierno. Pareciera que tanto conflicto impúdicamente expuesto revelara de pronto la fragilidad de una coalición que supo ser fuerte desde 2020 hasta el pasado 24 de noviembre. ¿Se están dando cuenta de la patética impresión que causan en un electorado que los acompañó con entusiasmo, adhiriendo a su republicanismo liberal? ¿No deberían estar todos, blancos, colorados, cabildantes e independientes, poniendo énfasis en las contradicciones del gobierno electo?

Habría para divertirse: ¿qué harán Orsi y Oddone con la edad de retiro? ¿Quedará en 65 años, con las excepciones actuales y otras a revisar, como se planteó en la ley vigente, o se respetará la promesa demagógica de campaña de bajarla de nuevo a 60? Si así lo deciden, ¿cuánto abatirán la tasa de reemplazo a quienes quieran jubilarse a esa edad, para desmotivarlos? ¿Qué piensan hacer con el eventual TLC con China? ¿Sigue estando en carpeta, como pretende la vicepresidenta electa, o ya pasó de moda, como señala Orsi? ¿Invitarán o no a Nicolás Maduro a la asunción de mando?

¿Y qué piensan hacer con el precio de paridad de importación de los combustibles? ¿Tienen claro el camino a seguir o por ahora solo pueden decir que “no les gusta”?

Es demasiada incertidumbre como para dedicar tiempo y saliva a discutir quién militó más o menos para ganar o quién se reúne con el FA sin permiso.

La ciudadanía coalicionista no reclama a sus representantes que practiquen una catarsis shakespeariana; los necesita para seguir analizando la realidad con pragmatismo y coordinando esfuerzos para defender valores de libertad política y económica, que en el futuro cercano se pondrán en entredicho.

No entenderlo es peor que estar “flotando como un corcho”: es llevar agua al molino frenteamplista, atenuando sus divergencias, mucho más gravosas para el país que las pequeñas desavenencias internas de tres o cuatro partidos que, por separado, tendrían nula incidencia en el porvenir.

“Los hermanos sean unidos…” advierte con razón Andrés Ojeda, volviendo a citar a Martín Fierro.

“No es para mal de ninguno, sino para bien de todos”, replica Bordaberry, usando la misma fuente. Todo muy ingenioso, pero no hay que ser un gran lector de José Hernández para recordarles que “si entre ellos pelean, los devoran los de afuera”.

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