Cómo interpretar encuestas

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La obsesión por los resultados de las encuestas es una característica de la política actual. Es lógico: entre nosotros han demostrado tener un buen desempeño en general, sin grandes errores como en el caso de las recientes internas, y por tanto se las ve como augures capaces de ir señalando el rumbo de lo que ocurrirá con las elecciones generales.

El problema radica en las interpretaciones sesgadas e interesadas que se hacen de sus resultados en campaña. Hay una de ellas que es proizquierdista y dice así: como el Frente Amplio (FA) está en el entorno del 42-44% según la gran mayoría de las encuestas, y los antecedentes del balotaje de 2019 son de una fuerte arremetida final que dejó a Martínez a 20.000 votos del triunfo (cuando en aquella primera vuelta había sacado 39%), entonces el argumento es que el pleito electoral está hoy prácticamente resuelto en favor de Orsi. Y se agrega, como sutileza insidiosa contra el candidato blanco, que Delgado no es Lacalle Pou, dando a entender así que el actual presidente era mucho mejor candidato.

En primer lugar, ese razonamiento omite un dato esencial de todos los balotajes desde 1999: fueron ganados por el candidato que pudo mostrar contar consigo con una mayoría parlamentaria que lo apoyara para gobernar. Esto quiere decir que la clave de octubre será qué bloque alcanzará esa mayoría absoluta: y no es el FA con 44%, claro está. De hecho, hoy en día no hay prácticamente ninguna encuestadora que se arriesgue a señalar qué bloque estaría asegurándose esa mayoría en octubre. En este sentido político tan relevante la elección está completamente abierta.

En segundo lugar, el razonamiento no dice que pasaron cinco años en los que se vio a la actual coalición de gobierno con gran capacidad de gestión. Eso no existía en 2019, por lo que naturalmente mucha gente votó a un partido coalicionista en octubre y luego en el balotaje al candidato del FA. De hecho, la baja que las encuestas señalan a los apoyos coalicionistas medidos hoy en comparación a setiembre de 2019 abona la hipótesis de que, en realidad, esos votos de octubre de 2019 no tan fieles a los partidos de la coalición, que seguramente habían adherido al FA en 2014, lo que están haciendo hoy es simplemente volver a apoyar a la izquierda.

En definitiva, nada deja pensar que haya tanta fuga pro Orsi, por llamarlo de algún modo, entre la primera y la segunda vuelta, como la hubo pro Martínez en el mismo período de 2019. Porque por un lado ya la Coalición mostró su capacidad de gobierno, y por tanto votar a su presidenciable en balotaje da certezas de gobernabilidad. Y porque por otro lado los que deciden votar a los partidos coalicionistas en este octubre saben perfectamente que hay un objetivo de gobierno común, por lo que la fidelización de esos votos entre la primera y la segunda vuelta es muy superior que en los antecedentes de 2019.

En tercer lugar, está la mirada sesgada sobre la figura de Lacalle Pou. Obviamente, el apoyo que hoy recibe es comparativamente muy grande con relación a presidentes anteriores. Pero en 2019 fue objeto de una campaña contraria feroz: para buena parte de la opinión pública, estaba más cerca del personaje de “pompita” o del “neoliberal de Carrasco”, como lo tildaba la izquierda, que del hombre de Estado capaz de emprender grandes reformas como demostró en estos años de gobierno, y que sobre todo la inmensa mayoría de los simpatizantes de los partidos de la Coalición Republicana le reconocen. Esto quiere decir que afirmar hoy que Lacalle Pou era un gran candidato en 2019 es caer en un sesgo retrospectivo muy grande. Naturalmente, el izquierdista objetivo de tal afirmación es arrojar sombras sobre la figura serena, la capacidad articuladora y la enorme entrega al trabajo que se le reconoce al candidato Delgado.

A quienes dicen que el FA está en el entorno de 44% según las encuestas y que por tanto tiene la elección ganada, habría que responder con un par de preguntas: ¿cómo hace Orsi para presentarse al balotaje con una mayoría parlamentaria que lo respalde, si con ese 44% no la obtiene el FA, y si la izquierda ha demostrado ser incapaz de articular con ningún actor del sistema político? ¿Por qué suponer que no habrá una enorme fidelización de todos los votantes de los partidos de la Coalición en favor del candidato que pase al balotaje, cuando todos hacen claramente campaña explicitando esa realidad?

No hay que dejarse engañar por interpretaciones sesgadas de encuestas. El FA no tiene ganadas las elecciones. El pueblo debe votar.

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