El próximo 16 de noviembre será la primera vuelta presidencial en Chile, junto con elecciones de renovación completa de la Cámara de Diputados y parcial en Senadores. Importa seguir la evolución política de allende la cordillera, porque es ella la democracia más sólida de la región junto con la nuestra.
Desde 2005 hay alternancia en el signo de la elección a presidente en Chile: Bachelet, Piñera, Bachelet, Piñera y luego Boric, han sido los triunfadores que han encarnado, cada vez, esa inclinación de péndulo de izquierda a derecha y de derecha a izquierda. Para la próxima primavera hay muchos analistas que están pensando que ese péndulo irá nuevamente a la derecha, por dos motivos fundamentales. En primer lugar, por una especie de influencia de época a la cual no sería ajeno Chile: Trump en Estados Unidos y Milei en Argentina son importantes referentes de países cuyas evoluciones son vistas con interés allí. Los chilenos, además, siempre han conservado electorados de derecha potentes que, como en 2017 con Piñera o en 2021 con Kast, alcanzan a llevar al primer lugar de las preferencias al candidato de su predilección en la primera vuelta.
En segundo lugar, porque el gobierno de Boric que está terminando viene siendo muy críticamente evaluado desde los primeros meses de la llegada del joven dirigente izquierdista a La Moneda. Por un lado, todos los resultados de encuestas muestran una aprobación presidencial muy baja, y eso naturalmente influirá en el candidato que termine siendo el del sector oficialista para las próximas presidenciales. Por otro lado, no surge claramente, al menos por ahora en la nueva generación que llegó al poder con Boric, una figura de peso capaz de enamorar al voto más moderado que es quien terminará inclinando las mayorías necesarias para el triunfo.
La situación es tan particular en el campo de la izquierda, que todo el verano se extendieron los rumores sobre una tercera candidatura presidencial de Bachelet. La dos veces presidenta de Chile, que habría llegado con 74 años de edad a las elecciones de noviembre, decidió hace unos días finalmente desistir de presentarse como candidata de la vieja guardia de izquierda, esa de ademanes más moderados y conformes con la herencia de la vieja concertación que gobernó Chile hasta 2009. No queda claro, sin embargo, que el lanzamiento de la precandidatura de la hasta hace poco ministra de Interior Carolina Tohá, de cerca de 60 años de edad, pueda sintetizar a la vez el activismo más volcado a la izquierda y la moderación centrista, cuya conjunción sería la que podría evitar un triunfo de la derecha.
Del otro lado del espectro político, hasta este verano todo venía indicando que la dirigente Matthei, que cumplirá 72 años en noviembre, podía contar con los apoyos mayoritarios para representar a la derecha. Sin embargo, hace algunas semanas ya que viene creciendo en las encuestas un candidato nuevo y diferente: se trata de Johannes Kaiser, un diputado exmiembro del Partido Republicano, que se sitúa incluso a la derecha de esa formación y que fundó su Partido Nacional Libertario, de acentos desembozadamente liberales y muy crítico de las aguas tibias propias de los acuerdos de lo que en Argentina llamarían la “vieja casta” política.
Chile tiene por delante, pues, definiciones importantes. Si Tohá termina siendo la candidata del campo de izquierda y triunfara, sería la primera vez desde 2009 que un candidato que representa al campo oficialista gana las elecciones presidenciales: de esta manera todo el legado de Boric, tan criticado por la opinión pública, ganará en legitimación política, potenciando a su vez las chances de que el joven presidente pueda pensar en volver a postularse en 2029.
Si, por el contrario, la izquierda perdiera las elecciones, la clave estará en quién sería el que venciera en las urnas: si fuese Matthei, que tomaría así revancha de su derrota de 2013, de alguna forma el legado de la derecha más moderada habrá primado dentro del amplio campo de ese signo político en Chile. Si, por el contrario, una figura generacionalmente nueva y con un discurso mucho más aguerrido terminara triunfando, como es el caso de Kaiser, decididamente Chile habrá entrado en un tiempo político nuevo en donde la influencia del discurso más conservador y crítico del papel del Estado tendrá un fuerte protagonismo en los próximos años.
Falta mucho para las elecciones presidenciales en Chile. Pero hay que prestarle atención porque sus desafíos, desde ya, se presentan inmensos.