Cuidado con las falsas comparaciones

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El triunfo de Milei en Argentina abre sin duda un nuevo tiempo político en la región. La paliza que recibió el peronismo es muy grande y la esperanza de la recomposición de un país que tiene todo para ser una potencia mundial ilusiona mucho. Sin embargo, debemos cuidarnos de no caer en falsas comparaciones cuando se analiza lo que podrá ocurrir en nuestro país con el proceso electoral de 2024.

Para empezar, es innegable que el Frente Amplio (FA) se ha identificado siempre con el kirchnerismo. ¿Pero acaso el cachetazo que recibió el domingo 19 esa fuerza política en Argentina augura que el electorado uruguayo dará la espalda a la izquierda el año que viene? De ninguna manera. Creer en esa identificación de resultados electorales sería cometer un grave error, como es el de no darse cuenta de que el balance de gobierno del kirchnerismo en Argentina ha sido infinitamente peor que el del FA en Uruguay.

Importa mucho tenerlo muy claro: la situación allende el Plata es extremadamente delicada económica y socialmente. El kirchnerismo en el poder se retirará en diciembre con una inflación anualizada que se calcula en el eje del 300%; con una pobreza de más del 40%; con una indigencia cercana al 10%; con salarios completamente sumergidos -en Argentina, con un salario mensual equivalente a $60.000 uruguayos Ud. es considerado una persona de nivel socioeconómico muy alto-; y con desequilibrios financieros que hacen imposible que la economía pueda crecer a altas tasas en el largo plazo. Y la clave es que el balance del FA después de 15 años de estar en el poder, sin ser para nada excelente, estuvo muy lejos de la catástrofe que presenta el kirchnerismo.

En segundo lugar, toda la estructura de partidos y liderazgos es bien diferente de un lado y del otro del Río de la Plata. El FA está en pleno proceso de renovación de sus liderazgos nacionales y si bien el ex -presidente Mujica conserva cierto lugar político, es claro que de ninguna manera puede compararse con el protagonismo de Cristina Fernández de Kirchner que se mantiene muy activo: es la actual vicepresidente, y no ha resignado para nada su influencia en favor del candidato derrotado Massa. Para 2024 la oferta electoral del FA no será entonces la misma en cuanto a renovación y liderazgos que la que presentó en 2023 el oficialismo argentino, en donde todo el mundo sabía que detrás de Massa se encontraba la fuerte presencia de la ex -presidente Fernández.

Pero la comparación también arroja diferencias sustanciales en torno al campo no- izquierdista de un lado y del otro del Plata. En efecto, el liderazgo de Milei surge como una fuerte reacción en contra de excesos del sistema político, de incapacidades para una buena representación del sentir ciudadano, y con un afán rupturista radical. Por supuesto, Milei, urgido de buscar acuerdos con el sector de Bullrich y Macri para el balotaje, moderó luego su talante de confrontación.

Pero en todos los casos, este escenario de liderazgos argentinos no es el que se presentará en 2024 en el espacio no frenteamplista en Uruguay. Por un lado, porque el sistema de representaciones partidarias funciona aquí muy bien. A nadie se le ocurre gritar “que se vayan todos” y suponer que por ello va a recibir un fuerte apoyo electoral. Por otro lado, porque en todos los partidos que conforman la Coalición Republicana existen los caminos legítimos de renovación de liderazgos, que naturalmente se expresarán a través del voto en las internas de junio. También, en todos ellos hay clara conciencia de que se precisan acuerdos interpartidarios sólidos para poder seguir gobernando con espíritu de coalición.

Si bien es cierto que la influencia continental del triunfo de Milei pondrá sobre la mesa las respuestas liberales a los grandes problemas de eficiencia estatal y libertad económica, sometidos a la terrible burocracia pública que todavía campea en varias partes de Sudamérica, la verdad es que Argentina presenta particularidades muy grandes como para hacer de su proceso político un manual posible para otros países del continente.

Yendo al caso uruguayo, aquí no hay cabida para discursos rupturistas contra la casta. Tampoco hay espacio para un liderazgo que surja contra todo el sistema de partidos y que efectivamente concrete luego fuertes apoyos electorales. Y finalmente, nunca hubo en los últimos veinte años ningún gobierno tan malo como para dejar al país completamente postrado, sin esperanza ni futuro. Por todo ello, hay que cuidarse mucho de caer en falsas comparaciones.

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