De Bullrich a Mujica

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Fiel al estilo que lo caracteriza, Javier Milei trató a su adversaria Patricia Bullrich de “montonera tirabombas” en el debate de presidenciables argentinos del domingo pasado.

La aludida no tuvo más remedio que repetir lo que ha aclarado infinidad de veces: “yo no usé la violencia, participé de una organización juvenil”. Se desmarcó explícitamente de esa etapa de su vida política: “todo lo que sucedió fue una tragedia que nunca más debe suceder en la Argentina. Elijo el Estado de derecho”. Hasta ahí fue irreprochable. Pero concluyó esa reflexión identificándose con dos personalidades más que diferentes entre sí: “lo mismo les pasó a grandes líderes de la humanidad, como Mandela y Mujica, que fueron presidentes de sus países”.

Poner a ambos exmandatarios en la misma bolsa, elevando a Mujica a la estatura del líder sudafricano, habrá satisfecho a más de un emepepista, de los que aquí siguen a Orsi y, si fueran argentinos, se inclinarían por Sergio Massa y nunca por Bullrich. Pero aquellos que tenemos una visión crítica de quien fue posicionado como “el presidente más pobre del mundo” -aunque en el ejercicio de su función despilfarró los recursos públicos como nadie- lamentamos que la bien inspirada candidata argentina echara mano a esa notoriedad desinformada.

Lo gracioso del caso fue que a Mujica tampoco le gustó el halago, seguramente por venir de quien provenía. En declaraciones a la radio argentina Splendid 990, objetó equipararse con Bullrich con un “nada que ver, es poner vinagre con aceite”. No es raro, si nos atenemos a la simpatía manifiesta del Frente Amplio por el populismo kirchnerista y sus fallidas recetas económicas. Apelando a esa dualidad entre héroes y villanos que es el último pobre argumento que les queda, el oficialismo argentino sataniza al macrismo del mismo modo burdo que usa el FA para difamar a la Coalición Republicana.

Pero la cosa no quedó ahí. En la entrevista radial, Mujica se dio el lujo de agregar una justificación de su pasado guerrillero que, más que aclarar, oscureció.

“Nosotros no fuimos una guerrilla, fuimos un movimiento político con armas. Tuvimos una etapa de formación militarista, nos quedamos sin estrategia y habíamos desatado un movimiento de masas. Nos mató el éxito; tendríamos que haber virado en la historia (porque) la historia no se arregla solo a los fierrazos”.

Está bravo hacer la exégesis de una declaración así. Primero niega su condición de guerrillero, atribuyendo la violencia armada que emprendió contra las instituciones democráticas a “una etapa militarista” que abandonó por carencia de estrategia. La verdad es que esa más que liviana caracterización del alzamiento tupamaro evoca aquella otra declaración que hizo a las risas en la película de Emir Kusturica. Allí se refirió a la dantesca toma de Pando como una aventura divertida que concluyó con los tupamaros tomando cerveza, omitiendo que esa acción descabellada provocó el saldo trágico de cuatro víctimas: tres guerrilleros veinteañeros y un civil que tuvo la desgracia de quedar en medio de la balacera, por cuya muerte su hijo aún reclama justicia.

Estas y otras atrocidades cometidas por un puñado de irresponsables que usaron a chiquilines como carne de cañón, son para Mujica una mera etapa de formación militarista sin estrategia. Y para colmo ahora se despacha con que el MLN desató “un movimiento de masas” (¿qué masas?) y que los perjudicó “el éxito” (¿qué éxito?).

Vea el lector la distancia abismal entre una Bullrich que abjura de su conducta pasada y un Mujica que la minimiza -como si no hubiera devenido en tragedia- y la tergiversa, como si el mesianismo del MLN no hubiera sido explícitamente rechazado por las grandes mayorías nacionales.

Resulta difícil restar importancia a una declaración de ese nivel de falsedad y mala intención, como usualmente se ha hecho con otros disparates de Mujica, utilizando el latiguillo de que “el Pepe es así” o “como te dice una cosa, te dice la otra”.

No vamos a reclamar ni al presidente del FA ni a sus precandidatos Orsi y Cosse que lo rectifiquen, por aquello de para qué pedir peras al olmo. (Bastante lío ya tienen con su crisis interna por la recolección de firmas contra la ley previsional, que últimamente los ha llevado al extremo insólito de recomendar a dirigentes y sectores no hablar más del tema). Lo deseable sería que de una vez por todas se apagara el aura heroica con que muchos han rodeado al expresidente.

No es glorificando a referentes como este que se hace honor a nuestra democracia ejemplar.

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