Los países de América Latina y el Caribe, reunidos en Cancún, aprobaron crear un nuevo bloque americano sin Estados Unidos ni Canadá, pero aparentemente incluyendo a Cuba y asimismo algún otro gobierno que, aunque se inició democrático, hoy deriva hacia el autoritarismo. Es decir, que al margen de la OEA, va surgiendo una organización inquietante, aunque por ahora carezca de nombre y sus estatutos se anuncia que recién serán definidos el año que viene en Caracas (sitio significativo).
Se deja de lado a las dos grandes democracias del Norte del Continente. Sí, las democracias mayores, siendo oportuno recordar que la estadounidense fue desde muy temprano, ejemplo para quienes como José Artigas, lucharon por la libertad americana.
No se deja de lado a Cuba, donde decenas de disidentes presos, sufren penurias indecibles y donde acaba de morir de hambre una víctima adicional del gobierno de los hermanos Castro. Cuba, donde hace 50 años que se halla instalada una tiranía de corte estalinista, que en forma contumaz viola los derechos humanos y pretende hacer creer que todos sus fracasos son fruto del tan mentado como mal denominado "bloqueo" de los Estados Unidos.
La misma Cuba que acaba de recibir el espaldarazo del presidente de Brasil, Luis Inacio Lula da Silva quien llegó por cuarta vez a La Habana en sus ocho años de presidencia, no para pedir libertades, no para pedirle sensibilidad a los Castro sino para afianzar su apuesta política por la "revolución" castrista.
Por fortuna, el bloque ya presenta fisuras, perceptibles a partir de cosas como el choque entre los presidentes Álvaro Uribe de Colombia y el belicista Hugo Chávez de Venezuela.
Todo este panorama, donde se advierte apego de presuntos demócratas por antidemócratas, tolerancia ante violaciones a derechos humanos y alardes guerreros, lleva a evocar los tiempos en que Uruguay era, en la región, vanguardia del espíritu democrático amante de la paz. Tiempos de la "Doctrina Larreta", de cuyo planteo se cumplen 65 años en el 2010.
El 4 de octubre de 1945, el co-fundador de El País, Dr. Eduardo Rodríguez Larreta fue designado Ministro de Relaciones Exteriores, por el presidente Dr. Juan José de Amézaga.
En Europa vibraban aun los ecos de la Segunda Guerra Mundial y en América se sentían sus cimbronazos, cuando Rodríguez Larreta dijo: "En la opinión de este Ministerio se debe constituir en lo sucesivo una norma indeclinable de acción, en la política interamericana, la del paralelismo entre la democracia y la paz". Es decir que ya se delineaba lo que más adelante llegaría a ser denominado "Doctrina Larreta".
Y el 23 de noviembre de aquel año, el doctor Rodríguez Larreta se dirigió a los ministros de Relaciones Exteriores de América, mediante una nota donde él decía que "el más acendrado respeto al principio de no intervención de un Estado en los asuntos de otro, conquistas alcanzada durante la última década, no ampara ilimitadamente, a la notoria y reiterada violación por alguna república de los derechos elementales del hombre y del ciudadano y el incumplimiento de los compromisos libremente contraídos acerca de los deberes externos e internos de un Estado que lo acreditan para actuar en la convivencia internacional".
Posteriormente expresaba: "Siente este Ministerio la necesidad de desarrollar hoy esos conceptos y de plantear a las Cancillerías americanas, un cambio de opiniones en procura de fórmulas y soluciones que traduzcan, en actitudes concretas, esa para nosotros indeclinable posición del derecho y de la conciencia americanos. Si antes de la guerra, la realidad del paralelismo entre la democracia y la paz, era valor entendido en las relaciones interamericanas, ese concepto ha adquirido, después de la tremenda experiencia de la guerra, la fuerza de una verdad absoluta".
Estas palabras resuenan hoy con particular fuerza y deberían ser algo así como un mandato para el gobierno que acaba de asumir. Un gobierno cuyo rumbo en estos temas resulta aun difícil aquilatar.