En pleno febrero y a marcha camión, las baterías murgueras del FA hacen sonar sus platillos, bombos y redoblantes rumbo a un nuevo carnaval de promesas electorales.
Ya van cinco precandidatos a un centro montevideano que la izquierda cree asegurado: Mario Bergara por el seregnismo (y, tal vez, el MPP); Verónica Piñeiro, por los comunistas; Salvador Schelotto, por la Vertiente; Juan Ceretta, por el socialismo; y Silvana Pissano, por Casa Grande.
De ellos quedarán solo tres y desde ya se reciben apuestas: la siempre intricada interna del FA está tejiendo alianzas para imponer algún nombre y, sin duda, sacar algún otro de la cancha.
Lo interesante por ahora es escuchar a los precandidatos, para entender qué dicen de la actual situación del departamento más poblado del país. Un departamento que exhibe un curioso récord de méritos: es el que más recauda de los contribuyentes (nada menos que dos millones de dólares por día), el que tiene un déficit cuantioso aún no revelado, el que invierte fortunas en entretenimientos populares pero no ha logrado resolver el desastre endémico de la basura en 35 años, el que no cesa de proponer medidas por fuera de su ámbito de competencia y se sigue resistiendo a enfocarse en aquello por lo que los montevideanos efectivamente pagan los impuestos.
Son conscientes ahora del grave deterioro de su imagen institucional. Mientras el gobierno nacional concluye con niveles de aprobación superiores al 50%, una reciente encuesta de Equipos sitúa la aprobación de la gestión departamental montevideana durante 2024, en un 38%, contra un 40% de desaprobación. Es significativo que al desglosar servicios concretos, los cuatro peor evaluados sean higiene, recolección de residuos, tránsito y reparación de calles, justamente, los imprescindibles para el éxito de cualquier gestión política territorial.
Conscientes del problema, los precandidatos frenteamplistas dan diversas explicaciones. Bergara declaró, en recordado momento, que la solución de la basura “llevará unos diez o quince años”, balde de agua fría para cualquier ciudadano montevideano con dos dedos de frente. Schelotto, por su parte, acaba de expresar al periodista César Bianchi en Montevideo Portal que criticar la inacción del FA en limpieza es “una bobada”, que decir que la ciudad está mal es “una lectura muy elitista, es tomar a la gente de idiota”. Según él, “hubo momentos en que Montevideo pudo tener un control mejor de la situación de limpieza y que visiblemente estaba, para el ojo de los ciudadanos, mejor gestionada. Pero esa es una batalla que tenés que resolver cada día y todos los días. No podés decir: ‘Ya lo solucioné’, porque al día siguiente te cambiaron las circunstancias, por múltiples razones”. Es un alivio que tenga claro que no solo hay que higienizar la ciudad una vez, sino que hay que mantenerla limpia.
Por su parte, los socialistas llevan el carnaval de promesas a extremos impensados.
Un documento que difundió nuestro diario en su edición de ayer contiene poesía murguera francamente bizarra. Los impulsores de la candidatura de Juan Ceretta hablan de “una sociedad nueva más justa, solidaria y ecológica” -como si nunca la hubieran gobernado- y de impulsar “con la Universidad de la República y otros equipos técnicos y académicos (…) un sistema de trenes y tranvías, y también de ferrys, que permitan conectar distintas zonas de Montevideo”. Sugieren que, a cambio de que la Intendencia autorice la construcción de edificios, “se quede con apartamentos para entregarlos o venderlos a precios accesibles”. Así como lo ve, amigo lector: con Ceretta tendremos también una inmobiliaria pública.
Sueñan y lo declaran explícitamente con que, “a través de una plataforma online, los vecinos podrán ver la cartera de tierras y viviendas disponibles que tiene la Intendencia, que asumiría así un rol protagónico en el mercado inmobiliario para la fijación de precios”. ¡Ni el kirchnerismo se animó a tanto!
Por supuesto que, en la nueva borrachera de opio del “IVA personalizado”, también proponen “que las multas de tránsito tengan en cuenta los ingresos del infractor” (sic).
El inspirador de tanto dislate no podía estar ausente en el texto: “Tal como lo preveía Marx, la riqueza se va concentrando en cada vez menos manos y eso va desplazando, como piezas de dominó, al resto de la sociedad fuera del sistema”.
Uno podría reír indulgentemente, si no fuera porque son estas cabezas las que van a dirigir los destinos del país por los próximos cinco años.