El dedo en el ventilador

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El siempre locuaz Fernando Pereira, que aparece en los medios con bastante más frecuencia que el mismo candidato del partido que preside, declaró últimamente su escepticismo sobre la posibilidad de que la fórmula del FA acepte debatir con sus adversarios.

La noticia no sorprende. Pocas cosas están más claras hoy que las carencias de Yamandú Orsi en lo que refiere a oratoria y argumentación. Alcanza con imaginarlo debatiendo con Álvaro Delgado sobre la gestión de gobierno, o con Andrés Ojeda sobre seguridad pública, o con Pablo Mieres sobre el plebiscito impulsado por el Pit-Cnt. También podría imaginarse una discusión pública entre Carolina Cosse y Valeria Ripoll: la exintendenta tendría que rendir cuentas a la exsindicalista de Adeom, en un reality show que sería de alquilar balcones.

La excusa de Pereira para zafar de esos eventos cruciales es por demás reveladora: “iremos viendo paso a paso qué es lo más conveniente para el Uruguay en primer lugar y luego para el Frente Amplio. Si la tónica que le van a colocar a la campaña es esta de morder la yugular, no vamos a ir a ningún debate, porque esa no es ni queremos que sea nuestra práctica. No queremos transformarnos en eso”. Es gracioso: lo dice el presidente del partido político que ha hecho de morder la yugular una política de comunicación permanente, tratando siempre de sacarle jugo a un ladrillo con tergiversaciones y mentiras sobre supuestos actos de corrupción que no son ni nunca fueron tales. Lo dice nada menos que quien fantasea con una asociación para delinquir en el cuarto piso de la torre ejecutiva ¡y hasta con la existencia de un narcogobierno! Si esas calumnias no son morder la yugular (por la espalda y con mentiras), habría que preguntarle qué entiende por tal cosa al mismo conde Drácula.

Lo de Pereira parece más una excusa ante el reconocimiento de la debilidad de sus candidatos, que una invitación hippie de amor y paz, esa que exige el FA al oficialismo para seguir ellos enchastrándolo impunemente.

Arrugar y abrir el paraguas antes de que llueva, constituyen las nuevas prácticas de un FA que combina triunfalismo vacío con la absoluta inseguridad que despierta la fórmula Orsi-Cosse entre sus propias huestes.

El rol de los candidatos de la Coalición Republicana no será entonces clavar los dientes en nadie, sino apenas exponer fuerte y claro la falta de solidez del adversario; la de un candidato a presidente que un día dice que el país se cae a pedazos y al día siguiente, que va a continuar la política económica actual. La de una candidata a vice que firmó por el desastroso plebiscito y ahora sigue ganando tiempo, cual jugador colombiano al final del partido con la celeste, a la espera de que la Mesa Política defina si traiciona la demencial iniciativa de los bolches, o autoriza fundir al país a corto plazo.

La verdad es que más que a unos colmillos en el cuello, lo que desvela al Frente es aquello que con suprema gracia parodiaba hace veinte años Julio Frade en Decalegrón: “no meta el dedo en el ventilador”.

Son conscientes de que no pueden seguir explotando el puñado de chats filtrados por sus operadores, a los que el ciudadano común atribuye cero importancia y gravedad. Tienen más que claro que la economía crece y con ella el empleo y el salario real, aunque se valgan de informes sesgados o incompletos para pintar un panorama diferente. Están bien advertidos de que, respecto a los problemas que realmente percibe el ciudadano común -la violencia surgida del narcotráfico y las personas en situación de calle, por ejemplo- ellos son los últimos en quienes cualquiera confiaría para resolverlos.

Por eso siguen abarrotando la pantalla de TV Ciudad con mensajes contra el gobierno y repitiendo sus mantras falaces, con la esperanza muy al estilo Goebbels de que las mentiras repetidas mil veces se conviertan en verdad.

Y mientras tanto, no aclaran nada de aquello que los oscurece: ¿por qué aceptaron la invitación del oficialismo venezolano para “observar y acompañar” las elecciones fraudulentas de esa dictadura corrupta y sanguinaria? Allí viajará el exdirector de secretaría del MEC frenteamplista, Pablo Álvarez, en representación del partido, junto a otros compañeros connotados definidos como “distinguidas personalidades” uruguayas por el sátrapa Nicolás Maduro: Ana Olivera, Marcelo Abdala y Juan Raúl Ferreira.

Sería otro dedo en el ventilador para un debate del que no es raro que huyan como de la peste.

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