El golf y el resentimiento

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Un interesante artículo publicado la semana pasada por Qué Pasa de El País, informó sobre la situación de los predios municipales en manos de instituciones sociales y deportivas en Montevideo. Un trabajo profundo, que reveló circunstancias muy diferentes, y en muchos casos, injustas.

Pero en medio del informe periodístico, surgió un tema que había tenido poco destaque hasta ahora en los medios. Hablamos de una propuesta, impulsada por el exintendente capitalino Christian Di Candia, apoyado por algunos otros militantes del Frente Amplio, que plantean rescindir el añejo contrato entre la intendencia de Montevideo y el Club de Golf del Uruguay. Y usar el histórico campo de golf diseñado por Alister MacKenzie e inaugurado en 1934, con otros fines. Entre lo que se plantea es vender parte del campo para desarrollo inmobiliario, y con el resto, hacer un gran parque de uso público en esa cotizada zona de Montevideo.

Se trata de una propuesta completamente disparatada, como bien razona cualquier persona con un mínimo de sentido común. Argumentemos primero las razones, para luego intentar bucear en por qué alguien sugeriría algo así.

Lo primero que cabe decir es que el campo del club de Golf es un patrimonio deportivo único. Alister MacKenzie es una de las leyendas del diseño de este tipo de terreno, y tiene entre sus obras nada menos que la cancha del Augusta Club de Georgia, Estados Unidos, donde se juega el icónico “Masters”. Esto solo alcanzaría para descartar la idea.

Pero hay también aspectos más terrenales. Para empezar, que esa zona tan cotizada, lo es en buena medida porque existe allí el campo de golf. Todas esas torres y edificios que se han construido y valen millones, además de dar trabajo a miles de personas en construcción, mantenimiento, y operación, (y pagar millones a la IMM en contribución inmobiliaria) existen porque tienen la vista de ese espacio verde magníficamente mantenido.

¿A quién se le ocurre pensar en usar parte de ese espacio verde para construir más edificios? ¿A algún neoliberal, especulador, ambicioso? No. A un grupo de socialistas. Curioso.

Pero hay otro aspecto, que deja en evidencia la falacia en la que se incurre cuando se habla de construir allí un gran parque de uso público. Y es que el Club de Golf está rodeado de dos enormes parques públicos. Por un lado el Parque Rodó, y por otro lo que se da en llamar Las Canteras del Parque Rodó.

Ahora bien, cualquiera que visite la zona se dará cuenta de una cosa, y es la diferencia dolorosa en el estado de mantenimiento de la zona pública de estos parques, y la cancha del Club de Golf. En la zona pública, el pasto y la vegetación están pésimamente mantenidos (salvo el área costera que se beneficia del mantenimiento del club). Además es una zona que está plagada de adictos, gente sin hogar, que acampan y hacen sus necesidades en toda la zona del parque, a vista y paciencia de las autoridades municipales.

Y no será porque la intendencia no tenga recursos. Esto dicho para el caso de que alguien quiera justificar esa venta de tierra a la especulación inmobiliaria, con el fin de financiar el mantenimiento de ese nuevo parque.

Vemos que por un lado se trata de un espacio histórico, bien cuidado, y que aporta riqueza tanto a la sociedad en general, como a la autoridad municipal en particular, por muy distintas vías. Y que contrasta con las zonas públicas que lo rodean de manera llamativa. Entonces, ¿por qué alguien querría cambiar esto que parece funcionar bien?

Hace acordar a cuando, cada tanto, aparecen ideas peregrinas de quitar el manejo del parque nacional de Santa Teresa al ejército, cuando ese parque es el mejor mantenido y cuidado del país. Y la única explicación es el resentimiento que anida en cierta gente “de izquierda”. Que así como odian cualquier cosa que tenga que ver con los militares, le tienen un prejuicio ridículo al deporte del golf. A tal punto que en tiempos de los tupamaros, se atentó contra el mismo club. Y hasta no hace mucho, se ponían trabas desde la intendencia de Montevideo a quien incluyera algún espacio, por pequeño que fuera, dedicado a ese deporte en algún desarrollo inmobiliario.

Como se ve, la propuesta es un dislate sin ningún sustento, impulsado por un opaco funcionario de triste historia, y a quien las urnas posteriormente pusieron en su sitio. Pero que vale la pena comentar, tanto para tener la guardia alta ante este tipo de ataques ideológicos, como para ser conscientes de las fuerzas y sentimientos que animan a algunos operadores políticos del país.

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