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El juego de las valijas

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Desde ayer jueves está disponible el libro “Petrodiplomacia. Valijas, negocios y otras historias del chavismo y Uruguay” (Planeta), del periodista y docente universitario Martín Natalevich.

El semanario Búsqueda publicó un adelanto de algunas de las revelaciones más importantes de esa investigación, que echa luz sobre las curiosas afinidades que conserva una parte del sistema político del país con el nefasto populismo chavista. Un populismo que, en su actual versión liderada por Nicolás Maduro, ha devenido en cruenta dictadura que encarcela y proscribe a los opositores, hambrea a la población y sigue expulsando a los venezolanos de su otrora próspero país.

La primera confirmación es que aquel escándalo de la valija de Guido Antonini Wilson no fue un hecho puntual. Como se recordará, en 2007 este personaje fue detenido en Argentina bajándose de un avión oficial venezolano con 800 mil dólares en efectivo. Hugo Carvajal (un exdirector de contrainteligencia del país caribeño detenido en España y luego extraditado a EE.UU. por delito de narcotráfico), admitiría en 2022 que esa ruta de dinero ilegal anduvo también por nuestro suelo. Indignado, declaró que “¡ahora nadie sabe nada! No sabe Ecuador, Perú, Bolivia, Uruguay, Paraguay, Brasil, Honduras, solo por nombrar algunos, que desde Venezuela se financian sus movimientos de izquierda, incluidos a grupos violentos y extremistas. No saben en esos países los nombres de los dirigentes políticos que apoyan y se benefician de esa iniciativa.

Lamentablemente, tienen su precio y con ello le dan oxígeno y legitiman a ese gobierno cruel y asesino”. Contactada en esa época por Búsqueda, la abogada de Carvajal, María Dolores de Argüelles, admitió que su cliente “estudiaría” proporcionar información más detallada sobre el vínculo entre los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro con las administraciones del Frente Amplio en Uruguay.

La verdad es que la esperamos ansiosamente. Tal vez al fin se descubra por qué tantos dirigentes izquierdistas, con entusiasmo digno de mejor causa, siguen defendiendo lo indefendible y refiriéndose en forma falaz a la autodeterminación de los pueblos, para justificar uno de los peores totalitarismos del subcontinente.

Natalevich relata que en 2002, cinco años antes del impresentable caso de Antonini Wilson, el presidente Jorge Batlle debió encargarse personalmente de una gravísima denuncia filtrada por servicios de inteligencia uruguayos y estadounidenses.

Emiro Brito Valerio, teniente coronel venezolano cercano a Hugo Chávez que fungía de “Agregado en Asuntos Internacionales” en la embajada de su país en Montevideo, ingresaba a Uruguay y Argentina bolsos con dinero destinados a grupos de izquierda, con la beatífica misión de “exportar la revolución bolivariana”. La versión edulcorada de ese plan antidemocrático fue la que Venezuela informó a la prensa norteamericana un par de meses después: “explicar la revolución bolivariana a estudiantes universitarios”.

Se ve que la argumentación académica debía trasmitirse con abundante efectivo.

A pesar de estar atravesando el año más duro de la economía uruguaya, nuestro presidente se hizo cargo, al punto de que el militar venezolano fue atrapado “infraganti, ingresando al país con bolsos llenos de dólares prontos para la entrega en el punto de encuentro: un garaje de la calle Ejido, en las cercanías del Cementerio Central”. Además, Batlle personalmente advirtió a Chávez que Brito debía abandonar el país de inmediato o sería expulsado.

Las revelaciones del libro no se limitan a este escándalo. También se detalla una pirueta más de la etapa mujiquista, protagonizada por quien se desempeñara como presidente de Ancap: otra vez -y como siempre- Raúl Sendic.

La fracasada experiencia de la red de estaciones Sol Petróleo en Argentina, determinó una negociación de 17 meses entre Ancap y su empresa socia, la venezolana Pdvsa.

Mientras la primera reclamaba 11 millones de dólares para vender sus acciones, la segunda argumentaba que en realidad Ancap le debía 40 millones, por el abastecimiento de combustible. El resultado puede calificarse de cualquier manera menos como salomónico: Sendic resolvió venderle el negocio a Pdvsa por un dólar. Sí: un dólar.

En momentos en que algunos periodistas han hecho gran bulla por la palabra “perfecto” aparecida en un chat de whatsapp, será bueno adentrarse en el libro de Martín Natalevich, para aquilatar de qué hay que hablar cuando se habla de desgobierno y corrupción.

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