Estamos a tres días de unas elección clave. Por lo tanto, será este el último editorial de El País antes de la veda electoral, que busca conceder a los ciudadanos un período de reflexión para que decidan a conciencia, lo que pondrán en la urna el domingo. Será esta, la última chance que utilizaremos, para instar a la sociedad a valorar logros, propuestas, y personalidades, para definir el rumbo del país los próximos 5 años.
Lo primero que cabe decir es que, lejos de lo que se ha buscado imponer por la oposición y sus operadores mediáticos, no estamos ante propuestas similares, ni es indistinto lo que se vote. Los uruguayos estamos enfrentados a dos visiones de futuro, con muy diferentes énfasis y valores.
Por un lado está el camino del Frente Amplio, que más allá de ciertas concesiones pragmáticas en lo económico, sigue apostando a una visión de la sociedad vertical donde el Estado, o mejor dicho una burocracia política, tiene el derecho de decidir quién gana y quién pierde. Cómo se organiza la sociedad y la familia. Qué se puede y qué no se puede pensar y decir. Una mirada paternalista y que desconfía de las personas y sus decisiones independientes, su capacidad de esfuerzo como motor de desarrollo, y su escala moral individual, para manejar su hogar y su familia.
Del otro lado, hay una coalición de partidos que, más allá de diferencias de enfoque, tiene claro que la libertad debe ser el valor que articule todos los demás derechos en una sociedad. Que el Estado no es un dios pagano a quien las personas deban tributo, ni una entidad superior a la que se debe ceder nuestra autonomía de la voluntad.
Alcanza con ese simple análisis para darse cuenta de que existe una diferencia central, de fondo, que solo es relativizada por quienes quieren disimular su obsesión por controlar la vida de los demás, y desconfían de usted, ciudadano, para tomar las decisiones clave en su vida.
Como si eso fuera poco, está el tema de las personas y los principios. Si algo quedó en claro en la pandemia, es que más allá de planes de gobierno, lo que importa en un presidente son sus valores y convicciones. Gracias a que teníamos un presidente que valoraba la libertad y a las personas, no caímos en lo que cayeron otros, que hoy están pagando caro el precio de sus errores.
Hay una diferencia muy clara de valores y personalidad entre el candidato de la oposición y los candidatos que presenta la coalición oficialista. Estos últimos han recorrido el país, han dado la cara ante todo el que quisiera conversar con ellos, para mostrar cómo son, y explicarles sus planes y proyectos.
Del otro lado, hay un candidato que apenas tiene experiencia como intendente, que ha huido sistemáticamente de todos los ámbitos donde pudiera ser puesto a prueba en sus ideas y valores.
Y que cuando abrió la boca, solo mostró una fragilidad de convicciones, una liviandad en valores, y una carencia de conocimiento de cómo funciona el país, que lo muestra incapaz de asumir una responsabilidad como a la que aspira.
No. No se puede gobernar un país siendo de Nacional y de Peñarol al mismo tiempo. Porque cuando las papas queman, hay que jugarse.
Por último, hay un tema de premios y castigos, que es clave en una democracia saludable.
Está terminando un gobierno que ha dejado resultados positivos en todas las áreas. Récord de creación de empleos, economía creciendo, obras por todo el país, y relaciones laborales y sociales mucho más sanas y sustentables que las que dejó el Frente Amplio en 2019.
Del otro lado, una fuerza política cuya única obsesión es el poder por el poder mismo. Que no reconoció haber perdido en la noche electoral de hace 5 años, que organizó un caceroleo contra un gobierno democrático que tenía 15 días. Que hizo verdaderas campañas de miedo para debilitarlo, y apeló a todo tipo de herramientas inmorales para minar su credibilidad.
Lo que el votante decida el domingo, será un mensaje claro a todo el sistema político sobre qué reglas de juego queremos a futuro.
Hace exactamente 40 años, Ronald Reagan ganaba su reelección en EE.UU. a lomos de un aviso de campaña que pasó a la historia. Allí simplemente se pasaba lista a los logros de su gestión, y cómo su apuesta a la persona y a los valores históricos, regresaron a su país a la senda del progreso. Se llamó “Es de mañana, de nuevo, en América”.
En nuestro país, el sol también busca consolidar su brillo. La decisión, estimado compatriota, está en sus manos.