Esfuerzos públicos y privados

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Además de ser una suerte de asesor “independiente” del futuro presidente, el exsindicalista Richard Read tiene otros planes para el futuro, entre ellos, seguir con sus proyectos educativos. Así lo contó en una entrevista a este diario hace una semana. Un proyecto es apoyar algunos esfuerzos hechos para la reinserción laboral de gente que ha estado presa. El otro, una criatura suya, es continuar con los centros educativos FOEB (o sea del sindicato de la bebida).

En la entrevista, Read explicó qué eran esos centros, inspirados en el liceo Jubilar, el Impulso, Los Pinos, Providencia y Los Tréboles, que trabajan en barrios socialmente vulnerables. Según cuenta, hay ocho centros FOEB funcionando con buenos resultados, que atienden a unos “2.600 chiquilines, más del 75% en contexto crítico”. Está convencido de que estos centros ayudan a mejorar los niveles educativos, especialmente, en los lugares que hace falta.

Pese a que las propuestas y los resultados son buenos, encontró resistencia en figuras de izquierda y en sindicatos de docentes. Afirma que no le afecta porque “los resultados están a la vista; por lo tanto, Antón pirulero y cada uno a su juego”.

Una ministra del anterior gobierno frentista, María Julia Muñoz, lo cuestionó diciendo que estaba privatizando la enseñanza.

Este proyecto de impronta sindical, es efectivamente privado, lo que no significa que “esté privatizando la educación”. Al contrario, la coexistencia de este y los otros proyectos ya mencionados, llenan un vacío que hasta hace poco la enseñanza pública no cubría. Fue después de la pandemia que empezaron a surgir, gracias a un bien elaborado plan, los llamados Centros María Espínola, el éxito más notorio de la transformación educativa.

Hay quienes dicen que las experiencias educativas de iniciativa privada son un pérfido intento de privatizar la enseñanza pública. No es así, ni siquiera pretenden competir con ella. Pero los que así piensan rechazan la idea de que estas no solo pueden convivir, sino que también deben hacerlo. La propia Constitución lo alienta al decir en su artículo 68 que “todo padre o tutor tiene derecho a elegir, para la enseñanza de sus hijos pupilos, los maestros o instituciones que desee”.

Es natural que haya gente que por diversas motivaciones elija instituciones de enseñanza de acuerdo a sus convicciones filosóficas, religiosas, o según su origen migratorio (colegios de impronta francesa, italiana, alemana o británica). Tienen la libertad y el derecho de hacerlo.

Así surge el liceo Jubilar o la institución Los Pinos, ambos católicos. Así, un grupo de empresarios y profesionales planteó un proyecto similar, el Liceo Impulso, pero laico. Son iniciativas privadas que en barrios carenciados ofrecen alternativas y oportunidades que antes no había.

Un camino similar tomó el sindicato de la bebida inspirado por Read. Sus centros son, efectivamente, privados dado que un sindicato no es un organismo estatal.

El Estado no debería estar celoso de esto proyectos.

Al contrario, sería útil para la sociedad en su conjunto y para los sectores sociales más necesitados, que los siga con atención y vaya incorporando lo que cree que puede servir.

Es verdad que los privados disponen de más flexibilidad, escasa pero mayor. Entre ordenanzas, burocracia y la presión sindical, las escuelas y liceos públicos no pueden zafar de esa rigidez.

En el pasado estos centros educativos eran cuestionados, pero nadie tomaba en la Anep una iniciativa similar. Hubo que esperar a que este gobierno rompiera algunas trabas asfixiantes y proyectara una idea inspirada en dichos centros. Fue así que surgieron los Centros María Espínola, liceos de tiempo completo con programas muy interesantes que funcionan en Secundaria y UTU en Montevideo y en el interior.

La propuesta es innovadora, realista y está pensada para durar. Son varios los centros en funcionamiento y hubieran sido más de no haber aparecido la pandemia justo en el momento en que se debían poner en marcha.

El impulso ya está, y como la idea es buena y necesaria, es de esperar que el nuevo gobierno no solo la continúe sino que la expanda.

Todo esto comenzó con un propuesta surgida desde el ámbito privado. La idea se contagió a otras instituciones privadas (religiosas, laicas y sindicales) y ahora llegó a la enseñanza pública.

Públicos o privados, son todos uruguayos enfocados a formar uruguayos a lo largo y ancho del espectro social. Debería ser algo para celebrar.

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