Espejismos en la izquierda

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Los dos precandidatos del Frente Amplio (FA) más importantes plantean temas de campaña que enfrentan contradicciones graves. Para el caso de Cosse, su última propuesta sobre un plan de inversión en infraestructura fundamental para el desarrollo del país, y que estima en un ambicioso monto superior al 3% del PBI, se contradice con la propuesta del FA acerca de las garantías para la inversión en el mercado inmobiliario. De parte de Orsi, su diagnóstico sobre el aumento de la desigualdad se contradice con los datos estadísticos y la situación del país.

Atrás de estas contradicciones está el programa del FA, “bases programáticas 2025-2030”, ese que los candidatos dicen que llevarán adelante y que es la verdadera guía de su eventual futuro gobierno. Allí, para el caso de las inversiones inmobiliarias, la izquierda es bien clara: propone en la página 47 crear un sistema de alquiler social regulado en precios, plazos y renovaciones, paralelo al actual que seguirá funcionando. Quienes opten por el sistema paralelo recibirán estímulos estatales tales como subsidios, garantías y préstamos blandos para mejoras, a la vez que el Estado conformará un parque de viviendas de propiedad estatal para alquiler social.

En concreto entonces, el planteo del FA es tomar medidas para distorsionar el actual mercado de alquileres, de manera de promover con dineros públicos un aumento de la oferta con precios, plazos y renovaciones regulados por el Estado. La consecuencia evidente de tales medidas es que todo aquel que haya invertido en comprar departamentos para poner a alquilar, por ejemplo, sufrirá una competencia desleal: sus bienes valdrán menos por la oferta más alta hecha de propiedades estatales; y sus alquileres también irán a la baja ya que correrá en paralelo al alquiler social subvencionado.

¿Cómo creer entonces que la presidencia de Cosse podrá llevar adelante esa inversión en infraestructura tan ambiciosa, financiada con bonos públicos, si el propio programa de gobierno que lleva adelante dispone semejante mazazo para la inversión privada en bienes inmuebles? ¿Acaso nadie se da cuenta de que lo que propone el FA es completamente contradictorio con la seguridad jurídica y previsibilidad de condiciones económicas necesarias para atraer capitales para invertir en infraestructura?

El cálculo para esta última década es que los argentinos invirtieron al menos 800 millones de dólares (más del 1% del PBI) en el mercado uruguayo de viviendas: ¿alguien cree que este flujo podrá mantenerse con estas condiciones?

El espejismo que ve Orsi no es menos grave. A lo largo de su campaña electoral ha insistido con que somos una sociedad en la que, en estos años de gobierno de la Coalición Republicana, ha aumentado enormemente la desigualdad. La verdad de los datos estadísticos lo desmiente completamente.

Hace una década que el índice de Gini, que es la forma de medir la desigualdad en la sociedad, marca todos los años 0,38. Subió levemente en 2023, a 0,39. De todas formas, se trata de una cifra menor a todos los resultados de la era progresista entre los años 2005 y 2012: en concreto, esto quiere decir que, durante 7 de los 15 años de gobiernos del FA, la sociedad uruguaya fue más desigual que lo que es hoy en día. ¿Cómo puede insistirse entonces en que la desigualdad es tremenda y que ha aumentado en estos años? Además, si realmente lo que le preocupa a Orsi es vivir en una sociedad desigual, ¿por qué no se quejó de la mayor desigualdad entre 2005 y 2012?

La comparación internacional también ratifica el espejismo de Orsi. Primero, porque su contradicción es tremenda con relación a Argentina. Resulta que allí el índice de Gini del último año de gobierno del político “clase A” según Orsi, el expresidente Alberto Fernández, superó el 0,44 en 2023.

Raro: la admiración de Orsi por Fernández no menguó a pesar de ese pésimo resultado en su tan preciada valoración de la igualdad social. Y segundo, el índice de Uruguay en 2023 es el mejor en materia de desigualdad comparado con el resto de Sudamérica; incluso, es mejor que el de países mucho más ricos como Estados Unidos, por ejemplo.

La izquierda hace su campaña electoral viendo espejismos: ya sea porque es poco creíble proponer un plan de inversión en infraestructura a la vez que quitar garantías y previsibilidad para esas mismas inversiones, como hace Cosse; o ya sea porque es poco serio describir una desigualdad en aumento cuando ningún dato estadístico avala esa afirmación, como hace Orsi.

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