Montevideo se encuentra ante una elección departamental decisiva. Tras 35 años de gestión del Frente Amplio, muchos vecinos ven con escepticismo las promesas de mejoras, pues problemas como la limpieza, el deterioro de la infraestructura y el tránsito no solo continúan, sino que vienen empeorando con los años. Se repiten las mismas propuestas que en el pasado no encontraron soluciones reales, y hoy la sensación de deterioro es inocultable.
Tres candidatos oficialistas intentan convencer a los montevideanos de que esta vez habrá cambios. Sin embargo, su historial da para desconfiar. Uno de ellos, Mario Bergara, no cumplió las metas de inflación cuando fue presidente del Banco Central y, como ministro de Economía, dejó que se disparara el déficit fiscal y la deuda pública. Este antecedente no inspira confianza para encarar los problemas que no ha sabido resolver ninguno de sus correligionarios antecesores.
Montevideo necesita un nuevo impulso. Las calles deterioradas, la basura en cada esquina y la sensación de abandono exigen respuestas urgentes. El cansancio ante la reiteración de promesas incumplidas ha generado un clima de descontento. Muchos ciudadanos sienten que el Frente Amplio ha caído en la inercia y que la gestión departamental no logra superar la rutina ni asumir los cambios que la capital requiere.
En este escenario, Martín Lema surge como la principal alternativa de renovación. Sus propuestas buscan cortar con la burocracia y apostar a la eficiencia. Entre ellas, el cierre de TV Ciudad, redirigiendo los fondos hacia tareas prioritarias, como la limpieza de calles y el mantenimiento de las veredas. Al mismo tiempo, plantea privatizar el servicio de recolección de residuos, confiando en la competencia para mejorar la eficacia y reducir costos, siempre bajo una rigurosa supervisión de la Intendencia.
Otra idea relevante es duplicar la inversión en infraestructura, a fin de arreglar calles y alumbrado, y recuperar espacios públicos. Lema propone un plan detallado que pretende revertir la decadencia actual. Se trata de una visión concreta que busca reordenar las prioridades y devolverle a Montevideo su vitalidad, en lugar de seguir apostando a promesas quebradas que, una y otra vez, quedan sin cumplir.
El cambio que Lema encarna no consiste en grandes anuncios vacíos, sino en propuestas claras y concretas. Para muchos va a representar la esperanza de un nuevo comienzo, frente al hartazgo que provoca el discurso oficialista, cada vez más alejado de la realidad cotidiana de los montevideanos. La resignación ante la basura, la inseguridad y el deterioro urbano no pueden ser la única opción.
El voto de mayo definirá el destino de la ciudad. La pregunta es si los ciudadanos están dispuestos a continuar con un modelo que no ha mejorado nada tras 35 años, sino todo lo contrario, o si prefieren abrazar una renovación que promete eficacia y resultados tangibles. El Frente Amplio insiste en que esta vez cumplirá, pero su historial, marcado por incumplimientos y un desgaste insoportable hace que no tenga la credibilidad para plantear nada.
La postulación de Bergara, en particular, refleja la contradicción de un oficialismo que promete soluciones, pero elige a figuras con antecedentes poco alentadores. ¿Cómo creer que ahora sí habrá cambios sustanciales, cuando los propios datos de su gestión señalan una realidad adversa?
Montevideo exige respuestas urgentes. Las calles no pueden seguir hundiéndose en la mugre, ni las plazas permanecer en estado de abandono. Después de tanto tiempo, la capital reclama un nuevo liderazgo, alguien que se atreva a cuestionar la estructura actual y llevar la ciudad al siglo XXI.
El planteo de Martín Lema apunta a ese futuro distinto: propone usar los recursos con sensatez, desmantelar gastos innecesarios y avanzar en servicios eficientes. Casi podría decirse que es una revolución del sentido común, hacer lo que haría cualquiera de nosotros en su propia casa.
En mayo, los montevideanos tendrán el poder de decidir si desean seguir cediendo ante la oscuridad y la desidia, o si optan por un cambio real, capaz de inyectar esperanza optimismo. La decisión es clara: más de lo mismo, o un nuevo comienzo que devuelva la dignidad a las calles y la confianza a la gente. Montevideo necesita un cambio radical, y el voto se convertirá en la llave que abra la puerta a un futuro más limpio, ordenado y próspero. Montevideo se merece tener un gran intendente para cuando cumpla en 2026 sus 300 años de verdad.