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La semana pasada se presentó el nuevo libro del Dr. Julio María Sanguinetti titulado La fuerza de las ideas. La impronta del Estado batllista en la tradición nacional.
Como todo libro del expresidente manifiesta claramente la inteligencia y cultura que todos le reconocen al autor, en este caso puesto al servicio de elaborar un relato colorado y batllista de nuestra historia.
El libro, desde su propio comienzo, pretende marcar la cancha contraponiendo las ideas batllistas hacia el socialismo, por un lado y hacia el conservadurismo, por el otro: “Cada tanto se profetiza el ocaso del ‘Estado batllista’, que nuestra izquierda radical pretendió derrumbar por lo que juzgaba como liberalismo burgués, así como desde los sectores conservadores se propugnó su desmantelamiento, por su concepción del Estado.”
En su defensa de ese Estado, que remonta a los tiempos de Fructuoso Rivera, Sanguinetti contrapone su visión colorada y batllista con la única alteridad digna de rivalizar con ella, la blanca y herrerista. En efecto, en términos históricos el Frente Amplio es mucho más reciente, solo gobernó 15 años y el debate con esa visión anclada en un pasado idílico del Uruguay tiene relevancia sustancialmente en el presente.
Mucho de lo que dice Sanguinetti es polémico. Por ejemplo, que Rivera representa la verdadera continuidad del artiguismo mientras que Oribe y la tradición blanca lo niegan no parece sostenible ante la evidencia histórica. Ignora que Rivera llega a su segunda presidencia como dictador derrocando a un presidente constitucional -Manuel Oribe- de extraordinaria gestión reconocida por tirios y troyanos que puso al Estado en orden luego del caos -por decir lo menos- de Rivera y los “cinco hermanos”.
Otras ideas ya manifestadas por el autor como que el Partido Colorado “fue a la Guerra del Paraguay, para afianzar una independencia que estaba aún en el aire y podía sucumbir a la tormenta geopolítica de la región, si quedábamos del lado de la tiranía paraguaya” también es muy difícil de sostener. En efecto, el “crimen de la guerra”, como llamó con acierto Alberdi a la conflagración de Pedro II, Mitre y Flores contra el Paraguay, no fue un episodio que enaltezca al Uruguay, todo lo contrario; concurrimos al destrozo y despojo de un pueblo que nada había hecho para merecer esa tragedia.
Mucho de lo que dice Sanguinetti es polémico. Por ejemplo, que Rivera representa la verdadera continuidad del artiguismo mientras que Oribe y la tradición blanca lo niegan no parece sostenible ante la evidencia histórica.
Algunas de sus fuentes también son cuestionables. Dar por cierto lo que afirmaba el diario El Día de la década de 1910 o el espantoso Proceso histórico del Uruguay de Zum Felde, un libro que hasta confunde hechos y tiempos, no concurre a afianzar la tesis que intenta contraponer el liberalismo progresista colorado frente a un Partido Nacional siempre reaccionario y retardatario.
No concede un solo acierto a los blancos ni un solo error colorado, lo cual, desde el punto de vista de los hechos resulta bastante extraño. Muchas citas a Luis Alberto de Herrera, protagonista del libro al nivel de Batlle y Ordóñez, merecían profundizar más en su pensamiento, que se torna caricaturesco en varios pasajes.
Con todo, seguramente la parte del libro en que intenta argumentar que la democracia uruguaya es una construcción colorada, es ciertamente la más desacertada: “Suele el Partido Nacional invocar su presunto liderazgo en las reformas electorales, cuando los hechos dicen, incuestionablemente, que el Partido Colorado, victorioso después de la guerra, dueño de la situación, es quien abre voluntariamente ese camino” Pretender ignorar la larga lucha de los blancos por los derechos políticos y la libertad en el Uruguay solo puede responder al intento de cerrar un relato identitario colorado que finalmente, al pasarse tanto de rosca, le quita credibilidad.
En la presentación del libro Adolfo Garcé comentó con altura algunos de estos puntos, mientras Gerardo Caetano, fuel a al personaje, intentó medrar haciendo política menor inventado diferencias entre blancos y colorados que hoy no existen en el marco de una Coalición Republicana sólida y firme, mal que le pese.
En definitiva, La fuerza de las ideas es un libro con la impronta de uno de los políticos más importantes del país en su historia, de uno de los escasos políticos inteligentes de cultura superior que aún quedan, con la pasión intacta por defender a sus ideas y a su partido. Bienvenida la polémica en estos términos que ayuda a entendernos mejor. A quienes no les gustan las tesis de Sanguinetti a no quejarse, a ponerse a leer y escribir, que al Uruguay le sobran insultos en redes y le falta buen debate de ideas.