Gabinete en las sombras

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Una de las críticas recurrentes del verano a los partidos de oposición ha sido su falta de protagonismo. ¿Dónde están? ¿Qué plantean? ¿Por qué ante políticas públicas gubernamentales que no dan resultado no se avizora claramente alternativas partidarias distintas y claras?

Nuestro sistema político es semipresidencialista. Salvo alguna excepción prevista en la Constitución, y nunca llevada adelante en los hechos, las elecciones guardan una regularidad de cinco años, y la fotografía que se toma en el momento de la elección fija la relación de fuerzas partidarias en el Parlamento por todo el período. Así, desde 2005 por ejemplo, la mayoría parlamentaria es absoluta y del Frente Amplio, lo cual le permite gobernar sin necesidad de acuerdos partidarios, y deja entender claramente que los partidos opositores son la alternativa a este gobierno.

En los esquemas institucionales semipresidencialista y presidencialista, cuando la mayoría parlamentaria es del mismo signo que el Ejecutivo, el foco de atención político se traslada naturalmente hacia dentro del partido de gobierno. Porque los debates y acuerdos que allí se produzcan son los que marcarán el ritmo de la gestión. Pasa en democracias tan distintas como Estados Unidos, Francia y Uruguay: el peso predominante y crítico del Partido Republicano en la administración Obama, por ejemplo, recién se hizo sentir con consecuencias gubernativas relevantes cuando ganó la mayoría en la Cámara de Representantes en las recientes elecciones de fin de 2010.

Para romper con esta lógica que encierra a los partidos de oposición en un discreto segundo plano, se precisa desarrollar una figura muy conocida de los sistemas parlamentarios de gobierno: el llamado gabinete en las sombras.

En un régimen parlamentario, como existe en la mayoría de los países europeos, la lógica política es distinta a la semipresidencialista: en cualquier momento los acuerdos en el Parlamento pueden generar un cambio de relación de fuerzas y los partidos políticos tienen que estar prontos para gobernar. De esta forma, los partidos conforman gabinetes alternativos al equipo de gobierno en cada uno de los temas relevantes, y ese equipo tiene visibilidad en sus planteos.

En donde mejor funciona el sistema es en Gran Bretaña. El "Official Loyal Opposition Shadow Cabinet" está conformado por miembros de la oposición. Cada uno de estos miembros enfrenta al titular del cargo en cada uno de los ministerios, y desde el Parlamento se plantean las alternativas al gobierno, se critica las políticas llevadas adelante y se llama a responsabilidad al gobierno por sus acciones u omisiones. En Nueva Zelanda o Australia, el gabinete en la sombra es conocido simplemente como "the parliamentary opposition" (la oposición parlamentaria) y cumple el mismo papel.

La lógica que sustenta esta figura es simple. La dificultad de las políticas públicas precisa de una especialización y no todo el mundo puede opinar de todo. Son los partidos políticos los que gobiernan y no son los personalismos los que dirigen un país. La opinión pública exige coherencia y capacidad de gestión y quiere comparar qué propone cada partido en cada tema relevante.

Aquí, algunos caminos han ido de hecho en este sentido. Por ejemplo, los acuerdos interpartidarios en educación, seguridad pública, medioambiente y energía movilizaron en cada partido a los especialistas en cada uno de esos temas. Sin embargo, la opinión pública no sabe hoy quién es el portavoz especializado en cada partido sobre cada tema relevante.

Los partidos de oposición, con elencos organizados con especialización por temas, ganarían en protagonismo para difundir sus ideas y dar clara señal de ser alternativa al gobierno de izquierda. Pero también y sobre todo, el gabinete en las sombras hace ganar calidad democrática al país, porque obliga a ser preciso y contundente en la búsqueda y formulación de una alternativa: se sabe, la opinión pública sanciona la negligencia política cualquiera sea su origen.

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