¡Hablá bien!

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Hablá bien (...)” era uno de los famosos sketch del programa “Peter Capusotto y sus videos”. En el mismo, Diego Capusotto representaba a Jorge García Mussolini, un poco ortodoxo profesor que ayudaba a hablar con mayor asertividad a su contraparte.

El sketch, con sus variantes, sucedía de la siguiente forma: García Mussolini iniciaba una conversación con otra persona, que podía ser un jóven o un artista. Este interlocutor arrancaba con una serie de frases inconexas, llenas de incoherencias que aparentemente sonaban “cool” en su cabeza, pero que eran inteligibles para cualquier persona normal sin los códigos de este joven o artista. Era entonces cuando García Mussolini estallaba en un arranque de ira y golpeaba al grito de “hablá bien”, seguido por una catarata de insultos.

Como resultado, este interlocutor lograba aclarar su mensaje con una comunicación simple, breve y directa.

Algunas declaraciones que se escuchan estos días recuerdan a esta situación.

El exsecretario de Derechos Humanos durante el segundo gobierno de Tabaré Vázquez realizó una publicación elogiosa del equipo que dirigirá el Ministerio de Desarrollo Social, diciendo lo siguiente: “Primera reunión del futuro equipo del Mides sobre la perspectiva de innovar sin refundar ni restaurar, retomando centralidad del Desarrollo Social en la integralidad de políticas en territorio con fuerte impronta comunitaria. Crear procesos que superen círculos de inequidades”.

Esto es literal, sin sacar ni agregar una coma.

Leído y releído muchas veces el mensaje, es imposible saber qué quiso decir el filósofo Nelson Villarreal. Hasta lo de “innovar sin refundar” era impreciso pero más o menos entendible.

Luego de eso, el desbarranque es total, Villarreal parece un adolescente metiendo a prepo todas las palabras de moda que aprendió esa semana, una sobreactuación de conciencia social muy berreta.

Por suerte Jorge García Mussolini es solo un personaje humorístico televisivo y no está sometido a leer estas tonterías.

Y el problema no son las consignas. Estos días, entre los noveles jerarcas designados, abundan las consignas baratas y vacías, pero al menos breves.

Referencias como “Vamos a construir lo nuevo”, “por la pública felicidad” o “construir un mejor Uruguay para todas y todos”. Las consignas son parte necesaria de la política partidaria, lo insoportable aparece cuando con talante intelectual se llena de palabras vacías que en la mente sobreideologizada que la dice suena bien pero no significa absolutamente nada concreto para nadie normal.

Y prepárense porque esta retórica vacía es lo que va a manejar el Mides. El propio ministro Gonzalo Civila llenó una nota de El Observador con estas baratijas imprecisas como, por ejemplo, decir que la gestión por construirse “llegará tan lejos como podamos imaginarla colectivamente”.

Pero hay una muy mala noticia para Civila y su equipo. El papel, las entrevistas y el tuiter aguantan todo. Aun así, no la gestión pública.

Gestionar es administrar siempre recursos escasos, optar entre alternativas que usualmente no representan la cristiana división entre el bien y el mal. No va a alcanzar con implicarse con las organizaciones sociales y ponerle perspectiva comunitaria a todo.

Civila tendrá que bajar al barro pero no de la forma romántica y franciscana que él cree. Como Ministro, él tendrá que apagar incendios todos los días, resolver si le da las mejoras salariales que sus amigos del comité de base de funcionarios Mides reclaman o si extiende el programa de calle.

Tendrá que resolver cómo financiar una promesa impagable de extensión de los cuidados que el Frente Amplio hizo en campaña, a sabiendas de que difícilmente Gabriel Oddone (a quien en corto Civila echó del Partido Socialista) le vaya a facilitar los escasos recursos. Civila tendrá que guardarse su grandilocuencia comunitaria para resolver dilemas concretos de la vida real que no resisten la retórica barata.

Probablemente, Civila no tenga ninguna mala intención. Quizás sea tan solo un cristiano que le gustaría haber nacido varias décadas antes para vibrar en el auge de la teología de la liberación. Parece desesperado por pertenecer a esa épica. La mala noticia es que nació tarde y hoy sabemos que la forma de sacar a la gente de la pobreza no es hablando lindo y barato, sino con crecimiento económico y políticas públicas de calidad.

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