El próximo domingo hay elecciones internas de los partidos políticos. La concurrencia no es obligatoria, pero importa mucho que vayamos a votar por quien más nos guste, de manera de fortalecer así la representación de nuestra dirigencia política partidaria.
El asunto es bien sabido por la literatura especializada: las democracias que mejor funcionan siempre se asientan en partidos políticos variados y vigorosos. En el caso de nuestra democracia, que está entre las mejores del mundo, se da la particularidad de contar con partidos potentes y que, además, los más importantes cuentan con muchas décadas de vida: Partido Colorado (PC) y Partido Nacional (PN), de los más viejos del mundo entero; y Frente Amplio (FA), con más de medio siglo de fundado. Para esta elección se presentan otros quince lemas más que precisan, para poder seguir compitiendo en las elecciones generales de octubre y para las departamentales del año próximo, un mínimo de votación que implique un mínimo también de representatividad ciudadana.
Somos una democracia fuerte porque nuestros partidos tienen vida propia y son representativos de distintos intereses sociales y económicos. Se trata de la vieja categoría de ciencia política, llamada en inglés “catch all”, es decir “atrápalo todo”, de la que participan tanto el PC como el PN y el FA, y que señala que estamos en presencia de partidos que permiten que se expresen distintas corrientes de pensamiento, con matices y con perfiles propios.
En este sentido es que importa pues que haya una gran participación ciudadana en esta elección de mañana: porque con las garantías del voto secreto y de la organización que da nuestra centenaria Corte Electoral, cada sector, cada matiz y cada perfil podrá calibrar claramente cuál es su peso en la opinión pública para buscar así incidir en el rumbo general de su partido y, naturalmente, en las definiciones de políticas públicas del país.
Hay quienes estiman que estas elecciones, como ocurre en Argentina, debieran de ser obligatorias. Tal visión es un error conceptual. En efecto, las vidas políticas internas de los partidos deben convocar a quienes efectivamente quieren formar parte de tales organizaciones, ya sea con su candidatura, su militancia o simplemente con su voto. No es natural entonces una imposición legal en esta instancia. Sin embargo, sí es importante una convicción ciudadana amplia que haga que la mayor cantidad posible de gente decida libremente participar de estos comicios.
Nuestros antecedentes son buenos en la materia. Los uruguayos somos votadores, y lo hemos manifestado en procesos anteriores en los que, comparativamente, la participación en este tipo de instancias que son de vida interna de los partidos termina siendo muy por encima de la media internacional. Para este caso, además, ocurre que en los tres principales partidos hay novedades para definir: en el FA, es la primera vez en muchos lustros que no están presentes liderazgos tan marcantes como los de Astori y Vázquez; en el PN, es la primera vez desde que existe este sistema de internas, que vota con un presidente de la República en ejercicio que surge de sus filas; en el PC, hay notoriamente un proceso de renovación de autoridades muy importante.
Es que se trata de una instancia clave. No solamente porque se elige qué candidato a presidente presentará cada partido al proceso de octubre y noviembre próximos, sino porque además se juega la conformación de la soberanía partidaria que define, en muchos casos, que candidatos a intendentes habrá en las elecciones de mayo de 2025. La vida de las agrupaciones partidarias, los nuevos liderazgos que en las ciudades y los departamentos van despuntando, los pesos relativos de dirigentes que han ocupado lugares de decisión e importa que sus gestiones sean valoradas por el voto de la gente de su partido: entre tantos otros temas importantes, sobre todos esos se expide la votación de mañana.
Debemos valorar lo que tenemos: una democracia sólida, asentada en partidos dinámicos que tienen vida propia y que presentan competencia interna en distintos ámbitos; y una libertad total para elegir a quien mejor nos plazca, con las garantías más seguras para el ejercicio del sufragio y un conteo estricto que dará fiel cuenta de lo que se haya votado en la jornada comicial. Debemos estar a la altura de ese modelo tan exitoso ejerciendo con serenidad el voto que el alma pronuncia, en la primera de las citas de este ciclo electoral que será clave para la historia del país.