Injusto relegamiento histórico

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Estamos en un año en el que se conmemoran diversos episodios claves que ocurrieron hace dos siglos en nuestra Historia: en este mes en particular, en pocos días más, el desembarco de los Treinta y Tres Orientales en la playa de la Agraciada que dio inicio en nuestras tierras a la Cruzada Libertadora.

¿Por qué es que no somos capaces de festejar con determinación y gran pompa republicana este episodio tan importante de nuestra vida nacional? ¿Qué ocurre que no hemos fijado un mes de conmemoración del Desembarco de los Treinta y Tres Orientales, con exposiciones públicas a través de los tantos medios modernos de comunicación que existen, en particular audiovisuales, con programas artísticos y literarios, como por ejemplo concursos de ensayos político-históricos, piezas de teatro, actividades folclóricas y musicales, paseos de turismo histórico hacia la zona geográfica del Litoral en donde llegaron los cruzados, complementados con muestras de los posteriores avances y grandes batallas que protagonizaron como Rincón y Sarandí, y la difusión de las biografías de aquellos hombres que cruzaron el río para liberar a la Banda Oriental?

Hay al menos dos tipos de explicaciones: una cultural y otra política. La explicación cultural habla mucho de nosotros como sociedad y como nación, porque al no conmemorar como es debido este tipo de episodios que nos identifican como un país de personalidad propia que se fue forjando a lo largo de las décadas, caemos en el simplismo de creer que las identidades no importan y que todo pasado es aburrido o innecesario. Caemos así en una especie de posmodernismo globalista insulso, que cree que las gentes son intercambiables y que tanto da ser español que argentino, o uruguayo que chileno. Cuando la verdad es bien diferente, y cualquiera que conozca algo del mundo sabe que cada nación comporta consigo una forma de sentir, de expresarse, de concebirse y de mirar al futuro que le es propia y que proviene de cómo se fue forjando su identidad a lo largo de su historia.

Un país que no es capaz de mirar su pasado con orgullo y de conocer los momentos más importantes de su devenir nacional no podrá nunca pararse con dignidad y reivindicar su perfil propio en el concierto internacional. Y si no se quiere ver esto para el proceso uruguayo, alcanza con prestar atención a lo que ocurre en los grandes países del mundo y en vecinos de nuestra región: todos, invariablemente, conmemoran y festejan sus grandes momentos nacionales, esos que los hacen ser lo que son hoy en día. Algunos, lejanos en el tiempo, como por ejemplo la independencia de Estados Unidos o la Revolución Francesa, ocurridos en el siglo XVIII; otros más recientes, naturalmente, como la Revolución de Mayo en Argentina y las fiestas de la Independencia que ocurren cada setiembre en Chile; y algunos países, incluso, suman episodios más cercanos, como la conmemoración por el fin de la Primera Guerra Mundial en 1918 en varios países de Europa o el triunfo en la Segunda Guerra Mundial en 1945 en Rusia.

La explicación política es más dolorosa y refiere a la izquierda que representa a la mitad del país. Dentro de sus dogmas y preconceptos, hay una izquierda que cree que el proceso de la Cruzada Libertadora respondió a intereses económicos mezquinos de una elite acomodada del Río de la Plata que buscaba hacerse de los ganados de la Banda Oriental en manos del ocupante brasileño. Para esa izquierda, que todo lo lleva a lo material, no hay nada verdaderamente glorioso en los Treinta y Tres Orientales, sino simples reflejos de intereses comerciales.

También, en la izquierda están quienes descreen de la nación como determinante de nuestra identidad colectiva. Entienden así que Uruguay es algo falso o forzado, y más bien hijo de un interés inglés que dañó la conformación de una patria grande que era más amplia que nuestro devenir como país. Por tanto, lo ocurrido en La Agraciada, lejos de plantearse como algo positivo, en realidad debiera de ser devaluado, ya que fue algo que terminó con una independencia malquerida. Finalmente, para cierta izquierda todo lo relevante del siglo XIX implica dar protagonismo a figuras blancas o coloradas, es decir, a una existencia histórica previa a la conformación de los partidos de izquierda que nacieron aquí a inicios del siglo XX.

Tanto la explicación cultural como la política entristecen el alma nacional. Pero son seguramente gran parte de las razones por las cuales la Cruzada Libertadora sufre este año este injusto relegamiento histórico.

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