Fue necesaria una ley bajo presión (año 2019) para terminar con la negativa sistemática de los candidatos presidenciables del Frente Amplio que llegaban al balotaje. Hasta ese entonces, la actitud frentista -siempre muy poco democrática- bloqueaba todo intento de debate de ideas.
Pero solo hasta ahí llegó la generosidad. En las Intendencias o cualquier otro espacio de enfrentamiento político, no se incluyó nada y, por lo tanto, nadie está obligado a debatir o intercambiar ideas. Aunque se trate de los intendentes que gobernarán su departamento durante cinco años, con posibilidad de reelección. Y como no es obligatorio, siempre hay alguno que evita el debate. Arrugan derecho viejo
No hay ninguna exigencia por parte de quienes tienen el arma suprema del sufragio para decidir acerca del futuro de su (nuestro) departamento; no castigan a aquel que rehúye el debate de ideas. Faltan -y siempre por el lado de la izquierda- convicciones republicanas y democráticas para que los candidatos expongan en público y ante su adversario, qué rumbo han de imprimir a una eventual gestión de gobierno que a todos importa o debería importar.
El escenario en el pequeño departamento de Montevideo, donde vive la mitad de los uruguayos, tiene dos grandes protagonistas para estas elecciones del 11 de mayo. Por un lado Mario Bergara, que es el principal candidato del Frente Amplio, partido que hace 35 años que gobierna Montevideo y ha sido manejado muy igualito por todo el abanico de los distintos integrantes del conglomerado frentista; por otro, Martín Lema, de la Coalición Republicana, que hoy es la principal fuerza opositora y que quiere cambiar a la capital, porque esto se ha convertido en una vergüenza y se hace necesario terminar con la payasada frentista.
Pero, vuelve a ocurrir lo ya conocido: bastó que Martín Lema dijera públicamente que “está dispuesto a debatir”, para que Bergara pusiera el grito en el cielo y acusara al Partido Nacional de una “enorme agresividad que ha llegado a los insultos”. Y rápidamente agregó: “Ese no es el contexto en que uno pueda pensar en un debate”.
La acusación de “una enorme agresividad” provocó “una enorme hilaridad”. Si hay algo que ha sido permanente en las campañas electorales de Montevideo ha sido el buscar excusas para justificar la huida como lo ha hecho Bergara siguiendo la línea de muchos de sus antecesores. Porque la historia dice que nunca, absolutamente nunca, el Frente Amplio aceptó el debate preelectoral de Montevideo.
Lema no trató a Bergara de prepotente, de burro o de bolche. Lo trató simplemente de soberbio y vaya si tendrá razón. Alcanza con ver que el gran argumento de Bergara es adelantarse en el resultado final y decir que “si uno va a ganar por octava vez consecutiva (como dice la mayoría de las encuestas), por lo menos uno puede decir que las cosas tan mal no se han hecho”.
Y la respuesta o la crítica de Le-ma fue muy clarita: “La postura de que prácticamente antes de jugar el partido se dan por adelantados los resultados es muy poco uruguaya. La soberbia no me gusta, así que no comparto cuando se dan este tipo de posturas. Siempre hay que tenerle respeto al proyecto distinto y con mucha humildad”.
Argumento para no debatir no hay. Nunca, tratándose de política y en una democracia. Pero ocurre que resulta mucho más fácil y menos comprometido manejarse con un “programa electoral”, donde los contenidos solo apuntan a recoger votos, que enuncian propuestas “maravillosas”, pero esconden cómo se van a alcanzar, y los temas polémicos y las indefiniciones son directamente soslayados.
En un debate, en una confrontación con el adversario, mantener todo eso oculto es muy difícil, imposible diríamos, a lo que hay que agregar las falsedades de 35 años pasados. Y se ve que no hay muchas intenciones de clarificar, porque las penumbras le han dado buenos resultados por más que signifique una bofetada a aquella vieja consigna de que “el pueblo quiere saber”, porque lo han cambiado por otra que dice “el pueblo NO quiere saber”.
La definición de Lema es que Montevideo “está mugrienta, rota, oscura y lenta” y, además, argumentó que “hay un cansancio que superó todos los límites”. Y, como dice su consigna (con humildad y sin soberbia): YA ESTÁ.