El fallecimiento de Eduardo Galeano, uno de los escritores uruguayos más influyentes del siglo XX, obliga casi que inexcusablemente a repasar su obra y sus ideas.
Con el respeto debido ante el duelo de familiares y amigos por la pérdida del ser humano, siempre trágica e irreparable, la ocasión es propicia, para analizar su activa e importante participación en el debate de ideas en América Latina en general y en nuestro país en particular.
La prosa de Galeano, plástica y estética, lo ha convertido en un escritor reconocido, pero sin dudas sus posiciones ideológicas y su rol en el candente debate latinoamericano posterior a la revolución cubana han marcado su lugar ante la historia.
La obra de Galeano es vasta y cubre diversos temas, desde Memoria del fuego, una atrapante historia latinoamericana a través de sus personajes y hechos más sobresalientes, pasando por El libro de los abrazos a la más reciente Patas arriba, dónde plasma su visión del mundo a comienzos de este siglo.
Pero indudablemente, el libro que lo lanzó a la celebridad y que se ha convertido en un clásico estudiado en universidades a lo largo y ancho del mundo es Las venas abiertas de América Latina, cuya primera edición es de 1971. Desde un tiempo antes estaban en boga las ideas estructuralistas difundidas desde la Cepal, que pregonaban políticas de mayor proteccionismo e injerencia del Estado en la economía, y su versión más radical de la teoría de la dependencia, de raíz marxista. Esas ideas, que fueron aplicadas casi a tapas cerradas en los países de la región condujeron a estancamientos duraderos, alta inflación y atraso cultural y material, del que Uruguay es un buen ejemplo.
Galeano en Las venas abiertas ofreció una versión simplificada, apta para todo público de esas ideas que alcanzaron, gracias a su capacidad literaria, un éxito extraordinario. Seguramente puede afirmarse sin despertar polémica, que junto al Ariel, del también escritor uruguayo José Enrique Rodó, son los dos libros que más influyeron en el pensamiento latinoamericano contemporáneo.
Pero cuando se comienzan a desmenuzar las ideas de Galeano, se encuentra que queda poco que resista al pensamiento racional o al paso del tiempo. Como reconoció el propio autor hace poco en la II Bienal del libro y la lectura de Brasilia, el libro fue escrito sin conocer debidamente de economía y política y afirmó que "no sería capaz de leer el libro de nuevo".
Sin embargo, la confesión de Galeano no impidió que Las venas abiertas siga enseñándose en centros académicos y difundiéndose en la prensa como una obra de culto para la izquierda latinoamericana, con el consecuente perjuicio sobre nuestro debate de ideas y nuestras posibilidades de desarrollo.
Dogmática, sencilla y fácil de leer, sigue siendo el abrevadero cultural de los peores gobiernos que sufre la región y de las peores versiones de su representación política.
Como visión radical de la teoría de la dependencia propala que todos los males que sufrimos se deben a la perversidad de los países del primer mundo, de las multinacionales y los organismos internacionales a su servicio. Los latinoamericanos en esa película, somos buenísimos pero estúpidos y no nos damos cuenta de que somos explotados y que el progreso ajeno es consecuencia de nuestro subdesarrollo. El cuento bíblico es fácil de creer, después de todo, casi que nos compara con Cristo; sin ningún pecado propio nos sacrificamos por el bien del mundo.
Muchos autores han desenmascarado las patrañas detrás es este relato de ficción y la propia historia que ha presenciado como países del tercer mundo alcanzaron el desarrollo siguiendo las políticas contrarias a las recomendadas por Galeano, dan testimonio de su total desatino.
Más aún, es una teoría de la resignación, que no nos deja margen para seguir nuestro propio destino por lo que es doblemente perversa. Por eso señala con acierto el historiador David Landes "Aún si fuera cierta, sería mejor descartarla".
El tema es relevante porque a pesar de sus mil refutaciones teóricas y prácticas, muchas de las ideas que más daño le han hecho a América Latina siguen vivas en las aulas, en propagandistas de ocasión, en los partidos políticos y como vimos recientemente en la Cumbre de las Américas, en varios de nuestros líderes.
Es hora de que una cabal comprensión de nuestra historia, basada en los hechos y en sólidos conceptos económicos, políticos y sociales se abra paso dejando atrás los errores que nos trajeron tantos males en el pasado.
Editorial