La encrucijada electoral

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Uruguay se encuentra en un momento decisivo de su historia contemporánea. Desde la recuperación de la democracia en 1985 con el primer gobierno de Julio María Sanguinetti hasta nuestros días no había presenciado una elección con las características de la que dilucidaremos el domingo 24 de noviembre.

La segunda vuelta de la elección entre Álvaro Delgado y Yamandú Orsi no solo definirá al próximo presidente, sino también el rumbo que tomará el país en los próximos años.

Álvaro Delgado llega a esta instancia con el respaldo entusiasta de los partidos políticos que integran la Coalición Republicana y ha sumado el apoyo clave dada la paridad entre bloques del Partido Constitucional Ambientalista. Sus propuestas al programa de gobierno de la Coalición sin dudas han incorporado asuntos de interés de la ciudadanía que ayudará a captar el respaldo de varios indecisos.

Este apoyo plural que ha concitado Delgado no es casualidad; es el resultado de su trayectoria política, su capacidad de liderazgo y, sobre todo, su habilidad para construir puentes y generar consensos. En un Parlamento dividido, como el que se vislumbra, contar con un presidente que sepa dialogar y unir voluntades es más que una ventaja: es una necesidad imperiosa para garantizar la gobernabilidad y la continuidad de políticas públicas que han sido claramente beneficiosas para la enorme mayoría de los orientales.

Delgado ha demostrado, a lo largo de su carrera, una sólida experiencia en la gestión y un compromiso inquebrantable con los valores democráticos; su anuncio de que para su asunción invitaría a Edmundo González y no al dictador Nicolás Maduro, lo demuestra cabalmente. Su enfoque integrador y su apertura al diálogo son cualidades que aportan estabilidad y confianza, factores claves para el desarrollo del país.

En contraposición, el Frente Amplio y su candidato Yamandú Orsi no han logrado ofrecer certezas en temas cruciales para la ciudadanía. La falta de claridad respecto a qué planean hacer con las AFAPs genera preocupación entre los trabajadores y jubilados que dependen de estos fondos para su seguridad económica futura.

Además, la ambigüedad en materia fiscal y tributaria alimenta la incertidumbre en sectores producti-vos y en la población en general, que teme posibles incrementos impositivos que afecten su calidad de vida.

La indefinición del Frente Amplio en aspectos tan sensibles no solo crea un ambiente de caos e incertidumbre, sino que también pone en riesgo la confianza que Uruguay ha construido ante inversores nacionales e internacionales. En tiempos donde la estabilidad económica es fundamental, es imprescindible contar con un liderazgo que ofrezca planes concretos y viables.

La elección que enfrentamos no es simplemente entre dos candidatos, sino entre dos visiones de país. Por un lado, una propuesta que apuesta por la experiencia, el diálogo y la unión de voluntades para avanzar. Por otro, una opción que, hasta el momento, no ha logrado disipar dudas fundamentales sobre có-mo manejará áreas críticas de la economía y el bienestar social.

El berenjenal en que se han medito por su propia iniciativa Orsi, Oddone y el senador Sánchez es propio de inexpertos que no pueden lidiar siquiera con sus propias contradicciones. Imaginarse a ese trío incoherente gobernando el país es particularmente perturbador para quienes queremos vivir en un país en paz, con posibilidades de superación para todos sus habitantes.

Es momento de reflexionar sobre qué Uruguay queremos para hoy y para las futuras generaciones. Un país donde prevalezca la certeza, el trabajo y la experiencia probada, o uno sumido en la incertidumbre y la falta de definiciones claras en políticas esenciales. La elección que enfrentamos es, en definitiva, entre caos y orden, como a esta altura del partido queda claro para todo aquel que haya seguido con atención el transcurrir de la campaña electoral.

La decisión está en manos de todos los uruguayos. Es responsabilidad de cada ciudadano elegir con conciencia y criterio, pensando en el bienestar común y en el futuro de nuestro bendito país. Álvaro Delgado representa una opción que combina liderazgo, capacidad de diálogo y una visión clara para enfrentar los desafíos venideros. Es tiempo de optar por la experiencia y la certidumbre para seguir construyendo el Uruguay de la libertad responsable que comenzó Luis Lacalle Pou y que merece ser respaldado con contundencia en las urnas en poco más de dos semanas.

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