La hora de la verdad

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En poco más de un mes asumirá el nuevo gobierno que eligió la mayoría de los uruguayos, cumpliéndose el sano ritual del traspaso pacífico del poder al que, afortunadamente, estamos acostumbrados. Vivimos el período de continuidad democrático más largo de nuestra historia, algo que no debemos olvidar tan fácilmente y que nos llama a cuidar nuestra institucionalidad. Estas reglas de las que nos enorgullecemos, por cierto, no implican simplemente votar cada cinco años, sino también los derechos inherentes a cada persona y su respeto, más allá de los resultados electorales.

Amén de estos aspectos que han distinguido a nuestro país, debemos enfocarnos en los contenidos concretos de la democracia: ¿Qué hará el próximo gobierno con los enormes desafíos que Uruguay tiene por delante? Y aquí caemos en la cuenta de que lo que nos espera se mueve en un acotado margen, entre la incertidumbre y la desolación.

En primer lugar, tanto las bases programáticas del Frente Amplio como las declaraciones de sus principales dirigentes son en la mayoría de los casos un conjunto de lugares comunes, una serie de frases vacías o, en caso contrario, cuando dicen algo, generan desaliento. Desde el presidente electo para abajo, pasando por los ministros designados y personas de sus equipos, hemos visto en las últimas semanas una acumulación de declaraciones que contienen palabras como “territorio”, “comunitaria”, “paradigma”, “transversalidad”, “centralidad”, “integralidad”, “emancipación” o “colectivo”, que pasadas en limpio no quieren decir absolutamente nada. No dan la más pálida idea de cuáles serán las políticas públicas que se aplicarán, siquiera de su rumbo y eso a tan poco de asumir funciones es preocupante.

El verso de sociólogos, filósofos, todólogos y otras especies que construyen relatos que pueden ser más o menos útiles o eficaces en una campaña, especialmente, en una que se basó en decir lo menos posible. Ahora bien, cuando llega el momento de tomar decisiones, de decidir el destino de recursos escasos y tomar opciones entre grises que nunca están entre lo blanco y lo negro no sirven para nada. Ciertamente, veremos en los próximos meses patinar como los mejores a varios jerarcas grandilocuentes, buenos para los gestos y las manifestaciones teatrales y vacías pero sin credenciales para resolver problemas de la vida real de los uruguayos.

Cuando lo anunciado no cae entre lo anodino y lo tonto causa preocupación.

Que Oddone asegure un buen manejo macroeconómico “mientras sea ministro” no transmite ninguna tranquilidad, todo lo contrario. Que Castillo niegue la dictadura venezolana y afirme que quiere construir el socialismo en un país que hasta hoy es plenamente democrático causa terror de inversores y de demócratas por igual. Que la designada Ministra de Industria piense que el desarrollo del país pasa por las empresas públicas cuando no es la experiencia reciente del Uruguay ni de ningún país del mundo demuestra que están más perdidos de lo que pensábamos, que no era poco.

Los próximos años nos enfrentarán a un panorama internacional complejo, con reglas de juego que serán distintas a las que conocimos en las últimas décadas y en que los movimientos que tomemos deberán ser consistentes, rápidos y eficaces. ¿Lo podrá hacer un Canciller de profesión periodista con experiencia burocrática en un organismo internacional de escasa relevancia? El alineamiento a Brasil, que nos vende el asesor presidencial en la materia, ¿no nos conduce el precipicio en el nuevo mundo de la realidad de 2025, tan lejano a los paradigmas de la guerra fría que maneja?

En materia de seguridad quizá se encuentren algunas señales de mayor tranquilidad, porque a contrapelo de lo que se azuzó en la campaña, todo indica que se intentará continuar con el rumbo que imprimió el Ministerio del Interior de Jorge Larrañaga, Luis A. Heber y Nicolás Martinelli. Habrá que ver si son capaces de sostener el mismo énfasis en la represión y el respaldo a la Policía del gobierno actual, pero al menos no pasaron ni cerca de los lugares jerárquicos quienes acompañaron el desastre de la gestión Bonomi.

En todo caso, entre quienes viven en las nubes teorizando sobre la sociedad desde las torres de marfil y los radicales convencidos de que la economía funciona mejor cuando la dirige un político que cuando las personas son libres no es fácil ser optimista respecto al próximo quinquenio. Al final, en la realidad “chocan duros los objetos” como escribió Goethe. Ya veremos a que tipo de choques nos enfrentaremos.

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