La verdad política del acuerdo

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Fue una excelente noticia alcanzar un acuerdo entre la Unión Europea (UE) y el Mercosur para lograr una zona de libre comercio conjunta. Se trata de un horizonte lleno de posibilidades para nuestras exportaciones y de una apertura a mayores inversiones y competencia de excelencia, que pondrán en el radar de los grupos económicos de mayor performance mundial la calidad de nuestra producción nacional.

Sin embargo, no todo lo que reluce es oro. Si bien el paso dado es muy importante, lo que queda por delante es muy difícil de concretar, tanto del lado de la UE como de nuestro lado. En efecto, para Europa el Mercosur significa un enorme potencial de mercado de clases medias emergentes dispuestas a consumir productos europeos industriales de calidad: desde vestimenta italiana hasta automóviles alemanes, pasando por el aceite de oliva español o los vinos franceses, las opciones son numerosas y variadas. Allí se destaca, claro está, la clase media brasileña y el auge esperado de la economía argentina, ya que juntas representan un mercado de más de 140 millones de personas con cierto nivel adquisitivo: más que la sumatoria de las clases medias francesa e italiana, es decir, la segunda y tercera potencias de la UE.

Pero tras esos intereses favorables a la apertura se esconden potentes grupos de presión completamente contrarios al libre comercio con el Mercosur. Francia ha sido contundente en varias oportunidades: así como está, el acuerdo al que se arribó en Montevideo no podrá bajar a la realidad. Y si bien es cierto que el poder de veto francés no existe en el Consejo europeo, no es menos real que todo el equilibrio político propio de la UE cambiaría radicalmente si efectivamente se avanzara en la implementación concreta del acuerdo con el Mercosur a pesar de la voluntad expresa y clara de París.

Además, Francia en esto no está completamente sola: los grupos de presión ligados a la agricultura en Italia ya se expresaron en contra del acuerdo; y sobre todo Polonia, potencia demográfica dentro de la UE, también ha señalado su oposición. ¿Será posible evitar que Francia y Polonia encabecen una minoría de bloqueo en el Consejo de la UE para impedir que se apruebe el acuerdo? Si eso se logra, ¿será posible avanzar luego en la implementación concreta de la parte comercial, a instancias del empuje del liderazgo supranacional de la UE, y dejar para más adelante las ratificaciones parlamentarias de los países que conforman la Unión, o las ecuaciones de políticas domésticas de Francia, Italia, Austria o Alemania, por ejemplo, exigirán que, para que efectivamente se aplique el libre comercio, haya que pasar antes por la ratificación expresa de los representantes del pueblo en sus sendos parlamentos?

Hay allí un delicado equilibrio interno en la UE que no debe ser desestimado. En definitiva, ya ocurrió en 2019 que se alcanzó un acuerdo y que no se pudo luego implementar, por lo que no hay que echar las campanas al vuelo de que efectivamente desde el lado de la UE se pueda rápidamente, es decir en el año 2025 por ejemplo, comenzar a comerciar libremente con el Mercosur. Por lo demás, dificultades similares se verifican del lado del Mercosur y particularmente en nuestro país.

En efecto, ya el Pit- Cnt declaró claramente que se opone al acuerdo UE Mercosur. Se trata de una posición que evidentemente condiciona a todo el Frente Amplio (FA) que estará en el gobierno a partir de marzo, y que, además, tiene entre sus filas a sectores que de ninguna manera son proclives al libre comercio: el Partido Socialista y el Partido Comunista, por ejemplo, por señalar a los más protagónicos entre ellos. ¿Acaso implica esto que el gobierno de Orsi no alcanzará la mayoría para ratificar rápidamente el acuerdo de la UE y el Mercosur, que precisa que los parlamentos de Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay aprueben lo allí pactado?

Hay un antecedente penoso en este sentido: el FA no ratificó el tratado de libre comercio (TLC) al cual había arribado el gobierno de Vázquez con Chile, y fue la oposición de aquel entonces quien prestó sus votos para salir del paso. La comparación es muy pesimista: por un lado, el peso político de Vázquez en su segunda presidencia era eminentemente mucho más grande que el de Orsi hoy; por otro lado, la implicancia comercial y económica de un TLC con Chile es mucho menos relevante que uno con la UE.

Así las cosas, la verdad política del acuerdo entre la UE y el Mercosur es, infelizmente, muy complicada.

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