La viga en el ojo propio

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En tiempos preelectorales en que se despliega, como por arte de magia, un escándalo mediático en torno a un intendente blanco del interior, hay otras noticias bastante más graves que siguen pasando por debajo del radar.

El 13 de marzo pasado, la periodista María Eugenia Fernández, de El Observador, dio cuenta del “enigma de los 300 años de Montevideo” y del “tortuoso camino para conocer cuánto costó el festejo organizado por la Intendencia”.

Corría enero de 2024. La celebración del más que discutible tricentenario fue una hábil jugada de la entonces intendenta Carolina Cosse, para mover el avispero en una interna frenteamplista que le estaba siendo esquiva. El fuego amigo no venía de su adversario Yamandú Orsi sino de dos voces tan influyentes como las de Mujica y Topolansky, quienes elogiaban bastante menos a su delfín de lo que la defenestraban a ella explícitamente. Cosse movió entonces la pieza de su peculiar manera de ejercer el poder departamental, tan discrecional y secretista como cuando desafió al Tribunal de Cuentas y a medio país para construir su faraónico Antel Arena, una aventura que todavía estamos pagando y que genera pérdidas todos los años.

El diario colega refiere que en enero de 2024, a pocos días de realizados 40 espectáculos por la inventada efemérides, realizó un pedido de acceso a la información pública para saber cuánto había invertido la Intendencia en esa movida.

A mediados de febrero la comuna solicitó una prórroga de 20 días para dar respuesta, pero cumplido ese plazo, tampoco la hubo. La secretaria general Olga Otegui respondió informalmente, a través de whatsapp, que no correspondía aportar esos datos, porque los festejos continuarían durante el resto del año (sic), pero no hubo ninguna resolución oficial que dejara en negro sobre blanco esa frágil excusa.

El Observador “volvió a consultar en mayo a la administración, esta vez, especificando que se pretendía conocer lo invertido los días 19 y 20 de enero (de 2024). El pedido, sin embargo, tampoco tuvo una respuesta o prórroga”.

Hasta hoy, el despilfarro de esos festejos permanece en las sombras. Lo que sí se supo fue que el 26 de noviembre pasado -dos días después del balotaje que llevó a la presidencia a Orsi-, el intendente Zunino convocó a la prensa para rendir cuentas. Pero allí tampoco se presentaron números; ni siquiera se precisó a qué déficit se había llegado en 2024. El último dato conocido fue el déficit de 11,3 millones de dólares de 2023.

En días sucesivos, Zunino realizó cruentos recortes al presupuesto del departamento de Cultura. La misma área de la que se ocultó el despilfarro anterior, la misma que destinó millones de dólares a TV Ciudad para que un ignoto humorista se burlara todas las noches de políticos adversarios del FA, ahora debía restar inversiones a sus verdaderos y prestigiosos servicios culturales: la Comedia Nacional, la Filarmónica y la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático (EMAD).

El mismo celo que tuvieron en postergar para después de las elecciones nacionales la información de la debacle, lo tendrán ahora: el déficit 2024 es un dato que la Intendencia ya maneja pero, claro está, lo hará público después del 11 de mayo, pasados los próximos comicios, no sea cosa de que alguien se pregunte si vale la pena volver a elegir otro intendente de este Frente que debería llamarse más bien Gasto Amplio.

Con loable persistencia, los colegas de El Observador elevaron hace unos días un nuevo pedido de acceso a la información pública. El funcionario actuante les respondió que “desde allí habían agotado las alternativas”, recomendando que elevaran una denuncia a la autoridad correspondiente.

Hay que reconocerlo: los frenteamplistas serán pésimos en el manejo de los recursos públicos, pero son unos genios en el timing de la comunicación.

Sin embargo, a esta altura les está resultando difícil tapar el sol con un dedo.

La encuesta más reciente de Fáctum revela que más de la mitad de los montevideanos están hartos de tanta improvisación y descontrol y que así lo admite un 21% de quienes aún manifiestan que votarán al FA, no se sabe si por fidelidad acrítica o abúlica resignación.

Es en este escenario en el que hay que situar la polémica sobre el intendente de Soriano. El aparato judicial y comunicacional del FA hace como el tero: amplifica la paja en el ojo ajeno para que pase desapercibida la viga en el propio.

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