Las ventajas comparativas

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Las posibles certezas respecto a la campaña electoral, hoy pasan por otro lado y se vinculan al sentido común, las evidencias y lo razonable.

Hay encuestas que todavía dan una ligera diferencia a favor del Sí en el plebiscito promovido por el Pit-Cnt. Otras dicen que un 70 por ciento de los votantes no tienen idea de qué se trata. ¿Cómo se explica tamaña contradicción en los datos? ¿Y a cuál de ellos creerle?

Hace tiempo que se viene advirtiendo que en el futuro el rol de las redes y la disminuida presencia de los medios tradicionales afectarían las campañas. Ese futuro ya llegó y se ve, como nunca antes. No todo el mundo ve televisión y quienes sí lo hacen por lo general ven el cable o series en streaming y por lo tanto crece el número de uruguayos que a tres semanas de las elecciones, todavía no vieron la masiva publicidad electoral que invade las tandas de los canales tradicionales.

No hay actos en los barrios de la capital. Más bien son encuentros de candidatos con grupos acotados de simpatizantes.

Ante los interminables noticieros televisivos, son pocos los que están pendientes las tres horas que duran. Entran y salen a conveniencia y no siempre se enteran sobre las giras de los candidatos por el país.

Con esta nueva realidad, la gente asume percepciones muy personales respecto a lo que pueda pasar el 27 de octubre y esa percepción rara vez coincide con lo que dicen las encuestas. Entre los candidatos hay políticos de sólida experiencia y serían buenos gobernantes. Pero una campaña electoral busca seducir y encantar para triunfar.

En la elección pasada Luis Lacalle Pou, por estilo y modalidad, generó un clima que contagió a toda la campaña, se estuviera a favor o en contra de él. Fue tan convincente su visión de la Coalición que mucha gente votó a su partido preferido en la primera vuelta sabiendo que en la segunda lo haría por él.

En esta oportunidad no hay candidatos que “enamoren” de igual manera. Quizás Andrés Ojeda sea lo más parecido y Yamandú Orsi, que solía trasmitir empatía, está demostrando que no es lo mismo tener empatía que tener talla para ser presidente. De lo segundo no tiene nada, como lo muestran sus desconcertantes presentaciones.

Que no haya candidatos “encantadores” no quiere decir que eventualmente no haya buenos presidentes. Es en ese punto que debería ahora centrarse la atención de la campaña.

La oferta de la Coalición Republicana es la más sólida y ahí están las ventajas comparativas, por ejemplo, del candidato nacionalista Álvaro Delgado. Mucha gente sostiene que el gobierno de la Coalición hizo bien las cosas. Los altos índices de aprobación fueron constantes a lo largo de los cinco años. Quedaron cosas pendientes, es verdad, y para resolverlas y avanzar en otras es que los candidatos de la Coalición apuestan a ser reelectos.

Parte de esos éxitos se deben a la tarea cumplida por Delgado como Secretario de la Presidencia. Tiene experiencia en la gestión, conoce el terreno y expresa bien la visión que desde el comienzo tuvo Lacalle Pou. Es más, tiene claro cómo continuarla y en que áreas avanzar aún más.

En el contexto actual del país y en particular de estas elecciones (tan distintas a anteriores), poco importa cuanta magia despliega un candidato. Importa más su caudal de experiencia y su claridad.

Por eso, fastidiarse por lo anecdótico no sirve de nada. Lo que importa es quién hará mejor el trabajo a partir del 1º de marzo y para eso no hay que mirar a una lista idílica de candidatos, sino a la que tenemos a mano. A partir de ese razonamiento, las opciones se acotan. Por cierto, queda descartado el candidato que teme mostrarse, que no se le entiende y que, para colmo, quiere evitar que alguien por encima de él, lo reprenda.

Para presidente, el país necesita de políticos que conozcan el terreno, que sepan negociar con sus socios, y eventualmente con quien sea la oposición, pero también, llegado al momento, que tome las mejores decisiones desde la autoridad que le da el cargo.

Como decíamos al principio, hay que liberarse del ruido y apostar al sentido común, a lo razonable, a lo que muestran los hechos y no las encuestas. Por eso todo indica que es saludable continuar por el camino iniciado, que es necesario avanzar, afianzar lo realizado, completar lo que quedó pendiente, actuar con el mismo coraje demostrado hasta ahora, la misma sensibilidad social y más y mejores estímulos para desarrollar aún más a este país.

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