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Lo rastrero y lo sublime

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Estamos ante lo que probablemente sea la campaña electoral más fría de las últimas décadas. Ello no tiene que necesariamente ser algo malo, ya que implica que la mayoría de la sociedad no siente que dependa de la política a corto plazo para mejorar su calidad de vida. O que las cosas marchan razonablemente bien, para nuestros estándares, y que no hace falta calentarse demasiado.

De hecho, que el 50% de los uruguayos apruebe la gestión del gobierno actual, bien puede ser una de las razones de esta “frialdad”. Pero es muy riesgoso confiarse.

En las últimas horas, ya sea para intentar mover un poco las aguas quietas de la campaña, o como simple evidencia empírica del daño que hace ver el mundo en forma permanente desde detrás del “muro de yerba” de algún comité, algunos dirigentes del Frente Amplio han llevado sus consignas a violentar las reglas básicas del decoro, la buena educación, y el sentido de la verdad.

Tal vez el más guarango haya sido el intendente de Salto, Andrés Lima, quien dijo en un acto que “tenemos un presidente que se preocupa bastante más por su tratamiento capilar del pelo que por la suerte de los trabajadores de este país”. Una expresión que se califica sola, y explica el escaso interés que despierta su figura.

La intendenta de Montevideo, Carolina Cosse, no quiso quedarse muy atrás, e intentó imponer la falsedad de que hay dinero en negro para una fundación que colaboró en la distribución de alimentos en la pandemia, algo que fue necesario porque el INDA había quedado desmantelado luego de 15 años del FA. Y defendió a los que utilizando el recurso de las “ollas populares”, hacían politiquería aprovechando el hambre de los necesitados en la pandemia. Como no le pareció suficiente, volvió con la cantinela del “gobierno herrerista esto” y que “el gobierno herrerista aquello”.

Se trata una demostración flagrante, tanto de su ignorancia en materia histórica, como su falta de sensibilidad política. Porque a fin de cuentas, si algo no se le puede negar a Herrera, es que fue un líder realmente popular. Que conectaba directamente con su pueblo, cosa que Cosse, con sus acciones, parece muy difícil que vaya a poder lograr a corto plazo. Y esto dicho desde un editorial del diario El País.

Pero, sin dudas, quien rompió todos los medidores, fue el senador comunista Óscar Andrade. El también dirigente del Sunca afirmó que “Este es el gobierno más corrupto y con mayor cantidad de homicidios de la historia”.

Lo primero que cabe decir ante semejante dislate, es que el regreso de Andrade, tras cierto tiempo de llamativo bajo perfil, no le ha mellado en nada su intolerancia. Ni por su falta de respeto por la realidad.

Las estadísticas, como bien se lo han hecho notar en los días siguientes, dejan en claro que estamos por suerte muy lejos de las cifras de homicidios con las que nos dejaron los gobiernos del Frente Amplio.

Y a la hora de hablar de corrupción, no hay en el gobierno actual ni vicepresidentes, ni ministros, ni directores de áreas, ni legisladores, condenados por corrupción, como sí hubo en los gobiernos de los que formó parte. Una mirada bastante disléxica de la realidad, la del senador comunista.

Pero más llamativo que eso, es que alguien que ha sido descubierto evadiendo los aportes legales a la hora de construir su casa, siendo nada menos que el presidente del sindicato de la construcción, tenga ganas de utilizar la palabra corrupción como arma arrojadiza en la campaña. ¿Ya se puso al día Andrade con sus adeudos? Imaginamos que sí. Pero alguien con un poco más de sentido común y tacto, intentaría evitar el uso de acusaciones sobre la honradez ajena como arma política, luego de semejante antecedente personal.

Lo llamativo de este tipo de discursos y ataques furibundos, es que contrastan bastante con esa apatía social ante el proceso electoral, que mencionábamos al inicio. Es como que hay un exceso de emotividad que frente a la forma que está mirando la política la mayoría de los uruguayos, luce un tono que suena impostado, o forzado.

Puede ser que tenga que ver con que estamos ante una elección interna, y donde el radicalizarse puede servir para enardecer a un tipo de votante adicto y acrítico. Pero si vemos cual ha sido el tono general de la oposición desde el día uno de este gobierno, deja muy pocas esperanzas que vaya a moderarse luego del 30 de junio. La duda que queda es ¿alguien cree que este tono puede ser positivo para ganar votos en este clima social?

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