Los partidos tradicionales y la izquierda

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HAY que terminar de una vez por todas con la leyenda negra de que los partidos tradicionales en el Uruguay han fracasado.

Por el contrario, han sido y siguen siendo, los dos, el Partido Nacional y el Partido Colorado, unos verdaderos héroes, ya que han logrado seguir adelante e imponer soluciones por el bien del país durante sus respectivas gestiones, pese a la feroz oposición de una izquierda anquilosada conducida ahora por el Frente Amplio.

La que ha fracasado, por el contrario, es esa izquierda, incapaz de modernizarse; pensando y actuando sólo en contra de los gobiernos sin importarle qué puede pasar con la población; dándole siempre la espalda a los verdaderos problemas nacionales por razones políticas; ignorando las necesidades reales del uruguayo común por combatir a Luis Alberto Lacalle, a Julio Sanguinetti o a Jorge Batlle, demostrando de esa manera que no pueden ser responsables de gobernar ni un tablado.

Esa comprobación debe trasmitir tranquilidad a los que, con razón, se preocupan de los riesgos de un eventual triunfo electoral del Frente Amplio, en una estimación que las encuestas se encargan indirectamente de fomentar pero que no va a concretarse en el Uruguay. Hay que repetirlo hasta el cansancio, difundirlo y mantenerlo, para que la desviada tenacidad de unos pocos no termine imponiéndose al abrumador sentido común de los muchos.

YA en la época del Partido Comunista, después con el Partido Socialista, pero sobre todo, desde la fundación, hace treinta y tres años, del Frente Amplio, la posibilidad de gobernar en nuestro país ha sido una proeza, en algunas épocas casi titánica.

Desbordaría los límites de este editorial, y quizás de esta página, la lista de los NO que han esgrimido para oponerse a todo y a todos y que han debido superar las diferentes administraciones, configurando una actitud que podría, tal vez, ser individualmente razonable, pero que pierde por completo esa calidad cuando se recurre a ella de manera sistemática e irracional.

Tal vez el ejemplo más ilustrativo lo proporcionó, hace unos meses, un frenteamplista de Paysandú, cuando dijo que en el último referéndum iba a votar en contra de la ley de Ancap, aunque nunca había leído la ley, porque lo que quería era votar en contra de Jorge Batlle. Además de la despistada confusión de oportunidades, ya que a favor o en contra del Presidente y su gestión se va a votar el 31 de octubre de 2004 y no el 7 de diciembre de 2003, esa puede considerarse como una actitud representativa del temperamento que ha hecho uso y abuso el Frente Amplio, prácticamente desde que nació.

LA lista puede ser interminable. Además de la gestión paralela que cumplen algunas organizaciones gremiales, tanto de funcionarios públicos como de trabajadores privados —que no son nada más que sucursales del Frente Amplio—, con paros y huelgas insólitas, o de la permanente oposición parlamentaria desplegada en ambas Cámaras, merece recordarse que estuvieron en contra de mejoras en Antel; contra el traslado del Instituto de Oncología; de obras en Reumatología; de la descentralización de pagos en el Banco de Previsión Social; que el Correo distribuyera las facturas; de la reforma del Plan de Estudios en Medicina; la venta de palmeras a las Islas Canarias y Asia a U$S 3.500 cada una; la clausura del local del carné de Salud de la calle Durazno; las mejoras en el entorno de la Embajada de Estados Unidos, la propuesta del Ministerio de Trabajo sobre contratos temporarios para atenuar el desempleo; el proyecto de prórroga por diez años del Fondo de Reconstrucción y Fomento de la Granja, o liderando la oposición contra el puerto de La Paloma, etc., etc., etc.

El colmo de esa atravesada filosofía política la acaba de exhibir la Bancada de Ediles del Frente Amplio de Maldonado anunciando que este año no va a votar ninguna iniciativa que pueda presentar el Intendente Municipal, lo que permite presumir, por ejemplo, que aunque el Ing. Antía proponga repartir comida gratis a todos los pobres de San Carlos u otorgar una pensión vitalicia a la madre de cada uno de los Ediles frentistas del departamento, también van a votar en contra.

En esas condiciones ni Jesucristo podría gobernar el Uruguay, y mucho menos, cuando a los entorpecimientos nacionales se agregan los de sus socios en el extranjero, como acaba de ocurrir con el vergonzoso ejemplo de la exportación de bicicletas a Argentina, largamente trabada por la exigencia de un requisito que nunca se termina de reglamentar, al que se agregó ahora la oposición del gobierno a que pueda instalarse una planta española de celulosa en nuestro país.

LO asombroso, en esa campaña contra los Partidos tradicionales, es que ella se inscribe en la misma línea que abriera el ex presidente Bordaberry cuando los responsabilizó por un presunto "menoscabo moral y material de la Nación"; en la que utilizaran las Fuerzas Armadas cuando colocaron a dedo como Presidente a Alberto Demicheli el 12 de junio de 1976, recordando que su objetivo era establecer un modelo republicano sobre la base de partidos depurados de "políticos corruptos"; de los argumentos a que recurriera el coronel Bolentini en un memorable programa de televisión trasmitido por canal 4, en noviembre de 1980 y el mismo fundamento que se utilizara en el Acto Institucional Nº 4, prohibiendo, por quince años, el ejercicio de toda actividad de carácter político a quienes habían sido los soportes físicos de los Partidos.

Aunque parezca mentira, el Frente Amplio se ha convertido en el celoso custodio de esa vergonzosa tradición, instaurada por unos socios más que discutibles, encargándose de mantenerla viva a través de los tiempos. Debe compartirse por lo tanto la afirmación de quienes sostienen que Dios los cría y ellos se juntan, por más "asco" que declaren.

NO nos cansaremos, pues, de decir, que, les guste o no les guste, este país lo han hecho y construido los partidos tradicionales y sus hombres a lo largo de ciento setenta y ocho años, con sus luces y sus sombras, siempre corregibles en un régimen democrático, y que el Frente Amplio no ha podido, ni podrá destruirlo con sus prácticas totalitarias e intolerantes, ni en los treinta y tres que lleva de vida ni en los pocos que puedan quedarle de existencia.

Refiriéndose a los intelectuales, Octavio Paz decía que, "salvo unas cuantas excepciones, no tenemos críticos sino sacrificadores. Enmascarados por esta o aquella ideología, unos practican la calumnia; otros el ninguneo y todos un fariseísmo, a la vez productivo y aburrido... Las bandas literarias celebran periódicamente festines rituales durante los cuales devoran metafóricamente a sus enemigos. No les basta con comerse a sus víctimas, necesitan deshonrarlas".

No se puede permitir que esa actitud se extienda a la política, correspondiendo a los uruguayos bienintencionados, sin excepción, que son la arrolladora mayoría, salirse al cruce a todos esos parricidas fariseos, sacrificadores y antropófagos potenciales, además de artífices de la deshonra de personas y de Partidos políticos, se encuentren donde se encuentren, y cuyos torcidos mensajes hay que cortar de raíz.

El futuro del Uruguay dependerá de quienes se apliquen indeclinablemente a esa tarea, dejándolos solos.

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