Hay dos verdades inapelables a nivel político en América Latina: Brasil es el país más poderoso e influyente de la región. Y Lula da Silva es el verdadero líder de toda la izquierda continental. En la construcción de ese liderazgo tuvo un rol trascendental el Foro de San Pablo, evento en el cual se reúnen periódicamente dirigentes de los sectores socialistas, comunistas, y ultraizquierda, y que ha estado rodeado de todo tipo de mitología.
Para quienes no se sienten cercanos a la ideología marxista, que es la verdadera argamasa que unifica a todos estos grupos tan distintos, ese Foro se ha vuelto como una especie de enemigo mítico en las sombras. Y se le culpa de todos los males del continente. Mientras que quienes participan del mismo, intentan de forma permanente restarle importancia a nivel público.
El mes pasado tuvo lugar en Brasilia una nueva edición de este encuentro político en la ciudad de Brasilia. Y allí Lula da Silva hizo un discurso trascendente. Durante 17 minutos, habló a la concurrencia con su verba aguardentosa y formada en miles de asambleas y reuniones como sindicalista y político. Y dejó en evidencia no solo las miserias y la soberbia de su mirada ideológica, también intentó transmitir algunas lecciones positivas de su dilatada experiencia política. Y hasta dejó en claro los sesgos perversos que dominan el flujo informativo actual.
Para empezar por esto último, según el medio o el cajón en el cual los algoritmos de las redes sociales lo hayan encuadrado a usted, recibió un mensaje muy diferente. Si estos algoritmos creen que usted no es favorable a Lula, es probable que le hayan destacado una frase realmente indignante del líder brasileño. Esa en la que dijo que “la derecha nos trata como si fuéramos terroristas, nos acusan de comunistas, como si eso nos fuera a ofender. Eso no nos ofende, eso nos enorgullece”.
Parece realmente insólito que una figura como Lula da Silva ignore por qué es realmente para avergonzarse el estar vinculado a los partidos e ideologías comunistas en el año 2023.
Si usted está del otro lado del “mostrador”, o si es la agencia española EFE, lo más destacable del discurso de Lula es cuando dijo que “hay que defender al máximo la democracia” y que “es central que exista una alternancia en el poder”. Palabras que deben haber sonado raras para los representantes cubanos, venezolanos, nicaragüenses, donde eso no existe.
Pero todo eso es verdad, formó parte del discurso de Lula. Así como otras frases bastante polémicas como cuando dijo que “América Latina vivió su mejor momento en 500 años entre 2002 y 2010”, o que cuando comenzó este Foro, “era una reunión de fuerzas muy pequeñas, pero muy llenas de verdad”. La modestia, como vemos, no es un rasgo muy característico de las fuerzas “de izquierda” continental.
Como tampoco el espíritu crítico. Parece realmente insólito que una figura como Lula da Silva ignore por qué es realmente para avergonzarse el estar vinculado a los partidos e ideologías comunistas en el año 2023. No es porque sea una forma de demonización o de desprecio. Es porque esa ideología ha llevado a cada país donde tomó el poder a la mayor ruina económica, y a padecer totalitarismos asesinos que nada tienen que envidiar al nazismo.
Y no hablamos solo de cosas que pasaron hace medio siglo en Rusia, en Hungría, o en Camboya. Hablamos de ahora mismo, y en nuestra región. En Cuba, en Venezuela, en Nicaragua. En esos mismos países cuyos representantes Lula invitó a comer saladitos y tomar cachaca.
Lo que Lula banaliza con ese tono sobrador, es la tragedia de los siete millones de venezolanos que tuvieron que escapar para no morirse de hambre, debido a las políticas genocidas de sus amigos Chávez y Maduro. ¿Dónde está la alternancia democrática en Venezuela?
¿Dónde está la democracia en Cuba, donde la gente prefiere tirarse a los tiburones antes que seguir soportando las privaciones y violencia de un régimen represivo que no tiene nada que envidiarle al peor autoritarismo de la historia?
El discurso de Lula, escuchado por completo, es todavía más indignante que los cortes hechos por sus más acérrimos enemigos políticos. Porque deja en evidencia que Lula es una persona extremadamente inteligente, y que entiende a la perfección las ventajas y éxitos de una democracia funcional y completa.
Pero, sin embargo, está dispuesto a aceptar en su mesa a quien la viola sistemáticamente, a quien reprime y subyuga a su pueblo, a quien pisotea todas las libertades. Y la única explicación por la que alguien en la condición de Lula haría eso, es por el afán desmedido de poder, y una hipocresía que supera todos los límites imaginables. ¿Qué pecado puede ser peor en un gobernante?