SEGUIR
Uno perdió el cargo de Presidente del Frente Amplio, el otro perdió la autoridad como vocero y referente de ese mismo Frente Amplio. Y ambos lo hicieron por errores u horrores cometidos, pagaron la culpa por sus propios pecados.
Hoy, tanto Javier Miranda como Oscar Andrade son mirados como “bajas” en las primeras líneas de acción del FA y el único camino que les queda en estos momentos es el silencio y pasar desapercibidos.
Javier Miranda había accedido a la presidencia cinco años atrás, en unas elecciones internas de esmirriada concurrencia y logró la victoria sobre Alejandro “Pacha” Sánchez que llevaba el apoyo de José Mujica. Ni antes ni después de su victoria el ex presidente le manifestó alguna simpatía, pero tampoco le importó mucho lo que hacía o dejaba de hacer.
Desde un principio Miranda consideró que su función en el FA se limitaba a descargar agravios a todo aquel que no militaba dentro de esa fuerza política y tras la derrota en noviembre de 2019 aumentó su virulencia, acompañada siempre con cara de enojado. Pasó a especializarse en intervenciones públicas a nivel de cochambre cada vez que vio un micrófono cerca de su cara. Una cara que mostraba siempre enojo, contrariedad y, sobre todo, su invariable sello personal: el malhumor
Cada vez que abría la boca era para agraviar. Algo muy típico de los mediocres, como el venezolano Maduro: la misma mediocridad, la misma ideología, las mismas luces, los mismos modales. Y lejos de hacerle favor a un Frente Amplio ante la ausencia de sus líderes naturales, ahondaba cada vez más la imagen de partido caótico que no supo asumir la derrota y que ni siquiera se dio cuenta que en el país había una pandemia y era necesario luchar todos juntos para enfrentarla y salir adelante.
“¡Sos un bandido Miranda. Un bandido sos!”, le dijo el diputado Felipe Carballo, de la Lista 711 en el Plenario del FA que marcó su despedida y el acceso como coordinador del ex intendente Ricardo Ehrlich. “Por suerte te vas” y “has violado los estatutos desde que asumiste”, fueron voces que se escucharon también en un final muy caldeado. Había cansado hasta la gente de su propio partido.
Lo del senador Oscar Andrade fue distinto: más rápido, más breve, más contundente. Tras ocupar una banca de diputado en el periodo pasado, Andrade se convirtió en uno de los precandidatos presidenciales del Frente Amplio. El resultado de las internas del entonces partido de gobierno confirmó el favoritismos de la candidatura de Daniel Martínez, con el 42% de los votos del electorado frenteamplista, seguido por Carolina Cosse (25%). El tercer lugar lo ocupó el precandidato Oscar Andrade con el 23% de los votos, seguido por Mario Bergara, que solo obtuvo el 9% de los votos. Fue muy poca la diferencia entre Cosse y Andrade y ello fortaleció la posición del entonces diputado que logró cómodamente luego una banca en el Senado y se convirtió en líder indiscutido del Partido Comunista en el país.
Que quede claro, no es el líder de algunas de las muy numerosas fracciones que militan en la coalición frenteamplista, sino del emblemático Partido Comunista del Uruguay fundado aquí el 21 de septiembre de 1920 que desapareció del mundo junto con la URSS hace unos 30 años, aunque en el Uruguay no se enteraron.
Fueron las voces fáciles y siempre bien dispuestas para criticar y poner palos en la rueda a todas las ideas surgidas desde el gobierno. Hoy, por distintas circunstancias, les toca la hora del silencio por sus propios pecados.
Y el pecado de Andrade no surgió de su amor por el malhumor sino, a pesar de su carácter de Senador de la República y con el sueldo de Senador de la República más los gastos de representación, evadir olímpicamente el pago de impuestos, simplemente porque sí. Y, lo peor, es que tuvo la solidaridad (¿respaldo?) de toda su fuerza política. El Frente Amplio por unanimidad apoyó su conducta o por lo menos no le pareció incorrecta.
Andrade no pagó sus impuestos porque no quiso y usó a su antojo el sueldo que le pagamos todos. No se atrasó en sus aportes al Partido Comunista, o para invertir en solidaridad que tantos votos genera o mandó alguna vuelta en el boliche del “rioba”. En su escala de obligaciones y prioridades, el Uruguay y Canelones no existen. Que se arreglen como puedan y de ellos que se encarguen otros.
Es sumamente gracioso (o muy hipócrita) el comunicado del Partido Comunista: “Rechazamos y denunciamos esta campaña de hostigamiento y enchastre contra el movimiento popular, el PCU y muy particularmente contra nuestro compañero Oscar Andrade”. Solo le faltó echarle las culpas al plan Atlanta a los Estados Unidos o a una conspiración diabólica de la derecha
Con su conducta, Andrade perdió legitimidad para criticar a nadie, porque la respuesta que va a recibir será muy simple (y verdadera). Está como Miranda: destino, el silencio.