En esta semana que acaba de terminar muchos montevideanos salieron de vacaciones. Fue una buena ocasión para tomar consciencia del estado lamentable en el que se encuentra la capital.
Se trata de una constatación que hacen todos los días los que hace años están tomando decisiones de emigración hacia los barrios privados de Canelones muy cercanos a la capital. En efecto, en los últimos años se calcula que son aproximadamente unos 30.000 montevideanos que con distintos tipos de financiación han decidido invertir en comprarse una casa en un lugar que les de seguridad, de manera de evitar el cotidiano de los barrios de Montevideo; que les aporte un lindo entorno, de forma de salir de la suciedad y la dejadez del día a día de la capital; y que les permita por tanto vivir en familia en un marco agradable y alejado del desastre en que se ha convertido la mayor ciudad del país.
Ese éxodo no lo hace quien quiere sino quien puede. La solución que intenta la mayoría de los montevideanos es otra: irse corriendo hacia el este de la ciudad. Para evitar la degradación espantosa de la ciudad vieja y del centro, por ejemplo, son cada vez más numerosos los servicios que se van yendo hacia pocitos y luego más hacia el este hasta llegar a carrasco. En definitiva, son miles los montevideanos de siempre cuyo centro de actividades de servicios se encuentra en carrasco, es decir, en un barrio que hasta hace un par de décadas seguía siendo la periferia de la ciudad.
Todo este proceso ocurre además sin que nadie tome medidas para cambiarlo. Por el contrario, la degradación de la ciudad vieja sigue su tren lastimoso e impertérrito. Ocurre incluso que barrios que antes eran preciados, como pocitos, están empezando a sufrir su paulatina degradación de espacios públicos. En materia de espacios para juegos infantiles, por ejemplo, si se quita Villa Biarritz, no hay ninguno que se asemeje en esa zona de la capital a la calidad de los que se pueden ver en lugares tan diferentes como los de la rambla de Mercedes, el parque centenario de Trinidad, el Parque Rodó de San José o los de la punta de Punta del Este.
Si se quita la gran construcción de obras promovidas en ciertos barrios específicos, la verdad es que no hay nada que resalte como reciente, novedoso y bello lejos de la rambla. El Parque Rodó, por ejemplo, sigue sufriendo una degradación asombrosa; camino al centro desde el este y a partir de bulevar Artigas no hay manzana que no esté degradada por una acumulación de grafitis que todo lo afean a lo largo del camino; el desdeñado estado de las veredas por doquier habla de una convivencia llena de desidia y dejadez colectiva; y son muy poquitos los espacios verdes que son cuidados por la intendencia como corresponde de manera de resaltar parques y plazas donde poder pasear y disfrutar de la ciudad.
La comparación internacional en todo esto deja muy mal parada a Montevideo. Quienes en estos meses hayan podido visitar Buenos Aires habrán constatado con gusto la limpieza de sus parques, la calidad de los juegos para niños de sus plazas, y ese ambiente de veredas en buen estado, servicios de transportes colectivos eficientes o semáforos sincronizados que forman parte de las pequeñas cosas que hacen más disfrutable a una ciudad. Y no es solamente Recoleta, siempre tan bonita para el turista: en lugares tan distintos como Caballito, Belgrano o Palermo, todos esos servicios se verifican y hacen que los porteños disfruten de su ciudad en sus distintos barrios. Santiago de Chile también: más allá de la degradación terrible que sufrió el centro de la ciudad por causa de las manifestaciones violentas de 2019, barrios como Providencia o Las Condes conservan una pulcritud en sus espacios verdes y una calidad de juegos en sus plazas para niños, por ejemplo, que de ninguna manera son las que se ven en Montevideo.
El maltrato montevideano es trágico. Primero porque hace casi 35 años que gobierna el Frente Amplio: ha aceptado esta degradación y la gente en la capital lo ha seguido votando. Y segundo porque las clases medias que se hartaron de esta decadencia han tomado caminos de soluciones individuales para intentar salvarse: emigrar a barrios privados o correrse todo lo que se pueda al este de la ciudad esperando encontrar allí mejores condiciones de vida y convivencia social.
Alcanza con haber visto lo que ocurre en otras ciudades del país para darse cuenta que la dejadez de Montevideo no es ineluctable. Estamos en año electoral: es la oportunidad de empezar a cambiar en la capital.