Editorial
Los hechos son tan abrumadores que cuesta creer que un partido político exitoso como el FA, sea incapaz de tomar decisiones evidentes. Ya no se trata de opiniones, hay pruebas, dictámenes judiciales y éticos de sus propios compañeros que lo condenan y sin embargo...
Desde el domingo se han sucedido en los medios de prensa, redes sociales y todas las formas posibles de expresión, sesudos análisis sobre las causas del resultado electoral en Brasil. Lo cierto es que una elección polarizada entre un partido político que se llevó el Estado en rueditas, dirigido por un corrupto desde la cárcel, se enfrentaba a un fascista de ideas peligrosas y extremistas. Los brasileros optaron mayoritariamente contra sus ladrones, aunque el costo de esta determinación aún esté por verse.
Desde este lado de la Laguna Merín haríamos bien en analizar algunos aspectos de este fenómeno complejo, pero del que se pueden extraer algunas lecciones evidentes. Como ya había ocurrido en otros países, se verifica que los pueblos no transan con gobernantes corruptos, ni con quienes les han mentido. No es que no se pueda perdonar una metida de pata, lo que no se perdona es la justificación y el apañamiento de los corruptos por el simple hecho de ser compañeros.
Esta lección, sin embargo, ha pasado totalmente desapercibida para el Frente Amplio. Pese a contar con un fallo contundente de su Tribunal de Conducta Política, de haber sido procesado por la Justicia por peculado (robo) y abuso de funciones y de haber sido el responsable junto a Daniel Martínez de fundir la principal empresa pública del país, Raúl Sendic sigue siendo un personaje celebrado por su partido político.
Los hechos son tan abrumadores que cuesta creer que un partido político exitoso como el Frente Amplio, sea incapaz de tomar las decisiones más evidentes. Ya no se trata de opiniones, hay pruebas, dictámenes judiciales y éticos de sus propios compañeros que lo condenan y, sin embargo, sigue tan campante recorriendo comités de base y pavoneándose como si nada hubiera pasado. El primer vicepresidente de la República obligado a renunciar por corrupto en la historia del país es hoy candidato al Senado aplaudido por todo su partido. Es difícil encontrar un mejor ejemplo de una acción que contribuya al desprestigio de los partidos.
El problema, claramente, no es solo Sendic, es su partido que lo defiende en su modus operandi. Este fin de semana José Mujica participó de un acto del grupo de Sendic, en una demostración de apoyo hacia la interna y ante quien se le ocurra que se debe cumplir la sentencia del Tribunal de Conducta Política. Como siempre, su discurso fue entreverado y ambiguo, pero la señal de protección fue evidente. Nuestro rock star internacional defiende políticos corruptos, algo que seguramente no saben en las bienales de cine que estuvo recorriendo.
En el acto de la 711 Mujica realizó declaraciones que también fueron un aporte importante para el desprestigio de la política. Hablando sobre Argentina manifestó: "Yo no sé cuánto tienen de verdad las acusaciones que hay de corrupción, no sé, no lo puedo decir. Lo que tengo perfectamente claro es que todo eso, si fuera cierto, es una mísera propina con respecto a la pérdida de valor que ha tenido el trabajo en el pueblo argentino con esta crisis monetaria. Yo no quisiera esa política de ajuste para nuestro país" Nótese el relativismo moral, el cinismo y el desprecio por la verdad que incluye Mujica en unas pocas palabras.
En primer lugar, cuestiona que los hechos de corrupción del kirchnerismo sean ciertos, cuando están documentados, hay múltiples jerarcas presos y bolsos de dinero a la vista. En segundo lugar, afirma que tiene "perfectamente claro" que "si fuera cierto, es una mísera propina". Minimiza lo que se lleva contabilizado como corrupción, unos 36.000 millones de dólares, cifra exorbitante, mayor a la mitad del producto de nuestro país. Pero lo que realmente importa no debería ser el monto de la corrupción, sino la mera existencia de ella. Para Mujica, la corrupción es condenable o no, en función del monto del robo. Una chocante inmoralidad.
En tercer lugar, compara la corrupción kirchnerista con las consecuencias de la devaluación argentina, lo que no solo es un disparate sino que es una justificación lisa y llana de la corrupción, en tanto los corruptos son mejores que los que devalúan la moneda.
En cuarto lugar, con cinismo desembozado, dice que no quiere ese ajuste para Uruguay, el mayor responsable de que nuestro país hoy necesite un ajuste porque corre el riesgo de perder el grado inversor.
En definitiva, queda una vez más expuesto el daño inmenso que Mujica le hizo al país y cómo ha contribuido más que nadie, al desprestigio de la política y de los partidos, apañando corruptos y defendiendo sin disimulo a la corrupción compañera.