Navidad y choque de civilizaciones

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Se acerca la fiesta de Navidad y con ella la familia vive un tiempo de reflexión y alegría en todas partes del mundo occidental. Sin embargo, hay que ser conscientes de que esta fiesta característica del cristianismo está cada vez más marcada por un contexto internacional hecho de enfrentamiento entre civilizaciones.

El paradigma interpretativo fue dado por el teórico Huntington hacia finales de la Guerra Fría, con su famoso artículo de 1993 “el choque de civilizaciones”. Allí dejaba en claro que luego de la interpretación de la escena mundial que podía realizarse bajo el prisma de la guerra que acababa de terminar y había dado como vencedor al campo occidental, y particularmente a Estados Unidos, cabía la posibilidad de que fueran los enfrentamientos entre distintas civilizaciones los que pautaran las líneas de demarcación internacionales para las primeras décadas del siglo XXI.

En la senda de Huntington hay muchos analistas que están encontrando hoy en día razones valederas para su teoría. Para entender el conflicto en Oriente Medio, alegan, uno de los temas fundamentales refiere al choque de civilizaciones: Israel no es más que la primera trinchera de Occidente en esa zona que hace décadas que se ha visto desbalanceada demográficamente en favor de poblaciones completamente volcadas al Islam, ya sea sunita o ya sea chií. Sin esa herramienta de explicación de conflictos internacionales, no se podría analizar la resistencia israelí por un lado, ni tampoco las repercusiones en atentados en principales capitales occidentales motivados por razones de odios civilizatorios y religiosos por otro lado: allí están los incendios de Iglesias en Francia, por ejemplo, que aumentaron radicalmente en estos últimos años.

La Navidad está vinculada al cristianismo. Pero desde la secularización de las sociedades occidentales, el asunto es que tal festividad se vive alejada de consideraciones políticas. Incluso más, la lógica laica que anima a muchas de las principales sociedades occidentales ha derivado en una especie de ataque de grupos sociales contra la religión cristiana que no terminan de ser comprendidos por parte de otras civilizaciones. ¿Cómo es posible aceptar, se preguntan, la burla exacerbada hacia la simbología cristiana que se verificó, por ejemplo, en los Juegos Olímpicos de París de este año que está concluyendo?

Para muchos en Occidente tal cosa se enmarca en la libertad de expresión del arte que forma parte de los valores de nuestra civilización. Pero para otras voces dentro de Occidente se trata de una muestra de que hay una especie de odio civilizatorio de sí mismo completamente malsano. Incluso se señala que, desde una perspectiva externa, lo que se expuso en París fue simplemente una particular etapa de la crisis civilizatoria cristiana que, en verdad, está enferma de ateísmo y de falta de valores morales.

Nuestras circunstancias parecen alejadas de todos estos movimientos que ocurren en el centro de Occidente. Sin embargo, el renacer de cierto pensamiento tradicionalista y de ciertas corrientes más conservadoras que reaccionan ante lo que son considerados excesos deplorables contra la religión está llegando con fuerza a nuestro continente.

Por un lado, parte del movimiento que llevó a Trump de nuevo al poder en Washington se autodefine como una reacción completamente natural, y hasta defensiva, que procura frenar los excesos del tipo vivido en las expresiones artísticas de los Juegos Olímpicos de París. Por otro lado, los ataques que sufren los cristianos en Medio Oriente y en África a manos de grupos radicales musulmanes en particular, no hacen más que volver a poner en el centro de la escena a la interpretación civilizatoria de Huntington con relación a los conflictos que se verifican en las relaciones internacionales.

Uruguay forma parte de Occidente. Aquí se vive tolerancia y libertad para respetar la variedad de cultos en su máxima expresión. De tradición cristiana, la gran mayoría festeja de manera más o menos laica esta fiesta que es la Navidad, que se llena de un sentido religioso fundamental para la tradición creyente y de gran valor familiar para quienes no comulgan en la fe. Y si bien todo esto parece muy sencillo y evidente, es muy importante valorarlo hondamente, cuando ocurre en distintas partes del mundo que los conflictos por razones civilizatorias- religiosas llevan la discordia social al punto de dirigir actos terroristas contra cristianos con sus terribles consecuencias de dolor y muertes.

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