¿Oportunidades perdidas?

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Todos los partidos han señalado en la campaña electoral que el país precisa crecer más para poder cumplir con los gastos e inversiones públicas que se precisan. Y una de las claves para ese crecimiento es poder exportar más, es decir, llegar con nuestros productos competitivos a mercados de otros países a través de acuerdos que a su vez abaraten nuestras importaciones y, de esta manera, alivien también el costo de vida de los uruguayos.

Para todo esto es fundamental nuestra política exterior. Todos sabemos que Mercosur es una gran oportunidad: conocido es, por ejemplo, el argumento de que exportamos más a algunos de los estados federados que conforman el Brasil que a ciertos países europeos. Sin embargo, hace lustros que el Mercosur viene sirviendo sobre todo a los intereses proteccionistas de las economías más grandes que lo integran. Así fue al menos hasta el año pasado con el signo kirchnerista en Argentina, y así ha sido casi siempre con Brasil. Se trata de lo que, con total acierto, el ex -canciller Abreu ha llamado “la vieja trenza” de intereses argentinos-brasileños y que hemos sufrido históricamente desde los tiempos de Artigas.

Pero hay un cambio relevante con Milei que ha anunciado querer dar un giro sustantivo a ese Mercosur. Por un lado, ha tomado la iniciativa de defender la tesis según la cual los países del bloque pueden buscar sus propios caminos de aperturas comerciales bilaterales con países de extra- zona. Por otro lado, con el triunfo de Trump en Estados Unidos (EEUU), es claro que Buenos Aires apuesta a una estrecha alianza con Washington que se traduzca en más inversiones norteamericanas directas, en apoyos internacionales importantes en organismos financieros multilaterales, y en una apertura de comercio bilateral que sitúe a Argentina como el principal socio estratégico de la primera potencia militar y económica del mundo en Sudamérica.

Frente a esta nueva coyuntura, ¿tendrá el gobierno de Orsi la suficiente ductilidad y pragmatismo como para poder conducir una política exterior alejada de los dogmas de patria grande que caracterizaron a los pasados 15 años de gobiernos del Frente Amplio (FA)?

La visita de Orsi a Brasilia deja en claro el alineamiento que tendrá su gobierno tras las posiciones de Lula a nivel internacional. Y no hay allí nada secreto: así lo planteó en campaña electoral, y así lo piensa hace años su sector político. El seguidismo a Brasil, junto con las calurosas felicitaciones que recibió el triunfo de la izquierda de parte de todo el campo progresista de Sudamérica, que fueron desde el kirchnerismo hasta el madurismo, y pasaron por supuesto por las propias de Lula y del presidente Petro de Colombia, de ninguna manera permiten pensar que primará el pragmatismo. Muestran, en realidad, que Uruguay se integrará al progresismo- populista sudamericano luego del paréntesis de la administración Lacalle Pou.

El asunto es importante porque ese alineamiento progresista está llamado a marcar una ruptura con el eje Washington- Buenos Aires. En efecto, Argentina avanzará en su propio camino aperturista: si Uruguay no aprovecha esa oportunidad por motivos de discrepancias ideológicas y de alianzas continentales de signo político distinto, nadie se preocupará por integrarlo.

El problema es doble. Por un lado, está el seguidismo en favor de Brasilia que, forzosamente, chocará muchas veces contra nuestros intereses nacionales: en este sentido, por ejemplo, habrá que estar atento para saber hasta qué punto tal rumbo nos conducirá a un alineamiento tras el grupo de países BRIC, y en particular tras los intereses particulares del polo chino en Sudamérica. Por otro lado, la interna del FA, que entre comunistas y tupamaros conforman allí su amplia mayoría, presenta un perfil totalmente alejado de cualquier esquema de apertura comercial: sea bilateral como lo que empujará Argentina con EEUU; o sea multilateral, como el proceso de integración en Asia Pacifico (el CPTPP, Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico), para el cual Uruguay quedó en la puerta de entrada para 2025.

¿Estaremos nuevamente frente a oportunidades perdidas, como ocurrió ya en 2006 con el tratado de libre comercio propuesto por EEUU a un FA mucho menos radical que el actual, y al que el gobierno de Vázquez terminó diciendo que no? ¿Sabrá el gobierno de Orsi separar sus convencimientos ideológicos de los intereses comerciales del país, y se integrará pues al proceso de apertura argentino y a la puerta que puede abrirse en Asia?

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