¡A parar! se ha dicho

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Con su inagotable sentido del humor, Kid Gragea llama a su última columna en el semanario Búsqueda, “La isla de Paros”.

Y lo cierto es que ironías aparte, ese título es la síntesis más perfecta de la actual situación uruguaya. De parte de la oposición la consigna es clara, hay que obstaculizar al gobierno en cada cosa que haga, en cada medida que proponga. Y eso, se dirá, son los gajes de la democracia. Pero hay otros jugadores que han ido tomando preeminencia. Se trata de los dirigentes sindicales. Al tiempo que se sirven de su ropaje gremial la estrategia que desarrollan es desembozadamente política. El ejemplo más claro de ello es que muy probablemente el próximo Presidente del Frente Amplio no sea un político sino un sindicalista de larga trayectoria.

De esta forma, se mezcla en una misma bolsa la función gremial con la actividad política y ya no se sabe quien es quien. Si los sindicatos son el brazo sindical del partido de oposición o si es al revés, o sea si el operador político del sindicalismo es el Frente Amplio. Tal es la preponderancia del Pit-Cnt en el accionar opositor, que el referéndum contra la LUC surgió de esas filas y el partido luego no tuvo más remedio que acompañar la movida. Todo indica que hay una especie de competencia entre unos y otros a ver quien tiene más poder, quien puede entorpecer más al gobierno. Y eso es lo que más importa.

Cuánto daño se le hace al país, cuánto se frena la economía, cuánto se cercenan las posibilidades de crecer, de crear empleo, de generar riqueza, es descartable. Hay que pegar en la matadura, en lo que más duele, en lo que provoca mayores perjuicios y si los trancazos económicos que producen damnifican a la gente, mala suerte. El collar de paros con el que intentan quebrar al gobierno asfixia y empobrece a la sociedad, a la nación, pero no interesa. El objetivo es otro, es hacerse del poder aunque lo puedan obtener en tierra arrasada.

Un día inmovilizan al puerto, otro a los frigoríficos, otro al ferrocarril, otro a la enseñanza, otro a la refinería. Y así vamos. Y esa es la valla de obstáculos que debe sortear una y otra vez el gobierno que desde el vamos, ha estado jaqueado por una inesperada y larga pandemia que sigue aleteando y suscita incertidumbres de toda clase. Por ejemplo, los dos paros decretados en el lapso de 13 días por los obreros de la industria cárnica, (Foica) donde trabajan unas 15.000 personas y que fuera anunciado a último momento. Las 5.000 reses en los corrales que esperaban el momento de la faena, torturadas entre el calor, la sed y la falta de comida, no solo cuestiona la imagen del país desde el punto de vista del bienestar animal sino el buen nombre respecto de la seriedad de los uruguayos para cumplir con los pedidos en tiempo y forma. La mercadería que llega tarde a los clientes no está cumpliendo con el contrato. Abrir mercados es también poder mantenerlos y con la falta de cumplimiento se degrada la reputación del Uruguay como vendedor responsable. Máxime cuando en todo el mundo el comercio internacional padece las distorsiones causadas por el efecto la pandemia. Escasez de tráfico, de barcos, de contenedores, etc. etc.

Y para colmo el paro en la refinería. No se veía desde los tiempos de la dictadura. Por primera vez en 48 años, la Federación Ancap la detuvo por 24 horas. Aparte de los 600. 000 dólares que lleva Ancap de pérdidas desde agosto, debidas a medidas sindicales.

En este difícil contexto, las exportaciones, vitales para un país de pequeño mercado como el nuestro, no solo fueron boicoteadas por los dirigentes del rubro, sino que hubo un parate absoluto del puerto durante 3 largos días, decretado por el sindicato portuario, imposibilitando embarques y desembarques. Se frenaron a 5.671 contenedores. Cinco navíos saltearon Montevideo. Uno de ellos traía 200 contenedores refrigerados vacíos que se necesitaban con urgencia. En el caso de los buques fluviales, sumando las huelgas, tuvieron casi una semana de retraso, con los perjuicios de rentabilidad que ello provoca además de la pérdida que significan los contenedores vacíos que se dejaron de descargar para después ser utilizados por el sector exportador. Estos conflictos erosionan a todo el país; sufren los exportadores, los importadores, los empleados, los obreros, sus familias, se pierden clientes, pedidos y la credibilidad.

Y para colmo y al margen de otras áreas en pugna, el paro en la refinería. Algo que no se veía desde los tiempos de la dictadura. Por primera vez en 48 años, la Federación Ancap, con respaldo del Sunca, la detuvieron por 24 horas. Aparte de los US$ 600.000 que lleva Ancap de pérdidas desde agosto por medidas sindicales, las autoridades calificaron la noticia de “inusitada e injustificable gravedad”, con mucha razón. Se pondría en riesgo la operatividad de la refinería y efectivamente así fue. El daño en una válvula representa otra pérdida millonaria, además de problemas para abastecer de nafta y gasoil.

¿Quién se hará cargo? ¿Nadie?

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